Con la intención expresa de subrayar la diferencia, esa delicia que nos enloquece, creada a partir de la exitosa manipulación del cacao y el azúcar —el chocolate— pasó de ser apetitoso divertimento sensorial y uno de los grandes aportes del México precolombino a la humanidad, a convertirse en apelativo que refuerza la noción del color de la piel como diferencia, en tiempos en que tal distingo parecía pertinente. Su más conocida expresión la ha tenido en nombres artísticos en la música y las artes escénicas: son varios los Chocolate cubanos que han destacado en los escenarios, sea por su innegable calidad o por su histrionismo populista.
Que nadie imagine que eso es de ahora: en lo que puede ser una de las primeras referencias a este hecho, a finales del siglo XIX, se hace famoso en Francia el cubano Rafael Padilla (La Habana, ¿1886? – Burdeos, 1917), devenido payaso y excéntrico musical. París fue la ciudad de sus grandes triunfos, y con sus actos de pantomima circense, llega a ser el primer artista negro en asumir un papel protagónico en un espectáculo escénico en Francia. El cubano había llegado a la capital francesa desde Sopuerta, Vizcaya a donde lo llevaron tras haber sido vendido a un empresario español, que aun fuera de Cuba lo mantuvo en condiciones de esclavitud. Se presume que Rafael nació esclavo y ya en territorio español no pudo soportar la crueldad con que lo trataban, convertido además en una verdadera rareza en el pueblo, centro de burlas y escarnios, al ser la única persona negra allí. El cubano no pudo más y decidió fugarse.
El payaso inglés Tony Grice lo descubre como posible partenaire en sus espectáculos en Bilbao y es quien le crea su nombre artístico: ya Rafael Padilla será para siempre Monsieur Chocolat, o simplemente Chocolat. Llegaron a París y fueron contratados por el Noveau Cirque y allí su director vio el potencial del cubano como mimo y bailarín estrella y ese fue el inicio de su meteórica carrera en solitario. El espectáculo La boda de Chocolat fue un éxito increíble durante varios años, al igual que su parodia de Guillermo Tell junto a otro payaso británico: George Footit, con quien hizo un dúo memorable. “El dúo simbolizaba las relaciones entre blancos y negros en ese momento. Era una representación de la dominación colonial”, dice el historiador Gérard Noiriel1. Esta idea supremacista y humillante en el dúo Chocolat-Footit es confirmada por el poeta y escritor Jean Cocteau, quien les dedica varias páginas de su libro de memorias Portraits-Souvenir. Al evocar su infancia, afirma: “Lo hermoso era el circo; luego estaban Footit y Chocolat; Footit que era como una duquesa loca y Chocolat, el negro que siempre recibía una bofetada.”2 A principios del siglo pasado, el tándem cómico entró en decadencia y en 1910 se separan.
Monsieur Chocolat fue tan famoso, que el pintor Toulouse-Lautrec lo inmortalizó en una caricatura, que publicó el periódico Le Rire, cuyo boceto se conserva en el museo del pintor, en la ciudad de Albi.
Tras su muerte, ocurrida el 4 de noviembre de 1917 en Burdeos, ha sido en el cine donde la imagen e historia del artista cubano ha tenido mayor presencia: en 1951 Gene Kelly se inspira en esa caricatura para su coreografía en el filme Un americano en París; en 1952 el director John Houston le dedica una escena en su filme Moulin Rouge y en 2016, el actor Omar Sy encarna al cubano en Monsieur Chocolat, filme dirigido por el francés Roschdy Zem.
En 1940 Antonio Díaz Mena es uno de los tantos músicos empíricos, rumberos de solares y congas hasta entonces desconocidos, que llegan a México motivados por el auge de las rumberas escénicas y de la música cubana en general en ese país. Había llegado como bongosero de la mítica pareja de bailarines Lilón y Pablito, con quienes después integra The Black Cuban Diamonds, sumando a Carlos Vidal Bolado para presentarse con éxito en Estados Unidos. En México, se convierte para siempre en Chocolate Díaz Mena (La Habana, 1919 – Los Ángeles, 2001) y, junto a Silvestre Méndez, Modesto Durán, Enrique Tappan Tabaquito y otros, será uno de los pilares de la percusión afrocubana en el cine mexicano de rumberas, espectáculos en centros nocturnos y teatros y en grabaciones. Chocolate era rumbero por excelencia y en México dio las primeras muestras de un original modo de vocalizar rumbeando, que, según Silvestre Méndez, recordaba lo que allí se conoció después, de la mano de Fellove y de Luis Ángel Silva, Melón, como chúa-chúa, algo similar al scat rumbeado o rumba scateada del propio Fellove y luego, de Amado Borcelá, Guapachá, y de Bobby Carcassés.
Pero Chocolate Díaz Mena fue más solicitado como bongosero: en México, desde la rumbera Krumba –que se anticipó a las legendarias Tongolele y Kalantán, hasta las grandes divas de la peculiar e inauténtica rumba cinematográfica mexicana -María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Rosa Carmina y Meche Barba-, pasando por Luis Arcaraz e Ismael Díaz con sus orquestas. Sus aventuras rumberas lo llevaron a Europa, como integrante del Ballet de León Escobar, con el que recorrió medio mundo como bongosero estrella. Se radicó por algunos años en París tocando en los legendarios L’Elefant Blanc y la Cabaine Cubine, mecas de la música cubana allí, y ante muchos famosos, entre ellos el pintor Salvador Dalí, Brigitte Bardot y la acaudalada socialité Barbara Hutton.
Hasta que Chocolate Díaz Mena se radica en Nueva York para trabajar con las orquestas de Vicentico Valdés y Tito Puente, y participar en numerosas grabaciones de importantes nombres de la música afrocubana. Como muchos relevantes percusionistas cubanos, terminó afincado en la Costa Oeste de los Estados Unidos y aunque tardíamente, logró grabar 3 álbumes como artista principal, en los que aborda desde la percusión, no solo lo afrocubano, sino también el folklore afrocaribeño, en particular, el afrohaitiano, y también el jazz. De ellos, el LP Esto es Latin Jazz, dirigido y orquestado por el músico argentino Lalo Schifrin, resulta el más notable.
Otro percusionista que hizo época unido a eso que tanto nos gusta fue Félix “Chocolate” Alfonso quien formó en 1958, junto a Niño Rivera Las Estrellas de Chocolate, una de los mejores conjuntos cubanos y fuente referencial del músico dominicano Johnny Pacheco al momento de crear el sello Fania en 1964. Al punto de que este nombre fue tomado de Fanía funché (Reinaldo Bolaños), uno de los temas incluidos en Fiesta cubana (Puchito LP-562) , el primer álbum del conjunto, cuya influencia y papel en los inicios de la llamada salsa no ha sido suficientemente ponderado: muchos de los temas estrenados y popularizados en Cuba por los músicos de Félix “Chocolate” Alfonso figuran entre las primeras grabaciones de Pacheco y los músicos de Fania, y su impacto rebasó con mucho el umbral de ese movimiento y el éxito comercial de esa marca discográfica.
Félix “Chocolate” Alfonso había sido el segundo tumbador en el conjunto de Arsenio Rodríguez cuando incorporó la tumbadora o conga a este formato instrumental sonero (el primero fue Kike, el hermano de Arsenio). Cuando Arsenio se radica en Estados Unidos y el trompetista Félix Chappottín asume la dirección del conjunto, ahora bajo su nombre, Chocolate Alfonso continúa en él como tumbador. Cuando en 1955 algunos de los músicos se van por razones económicas, Chocolate Alfonso es uno de ellos y figura en la formación inicial del Conjunto Modelo, e integrado por músicos escindidos del conjunto de Chappottín en su versión inicial. 3 Músico conjuntero donde los haya, Chocolate Alfonso retiene el mérito de haber nucleado a un grupo de músicos excelentes y experimentados, y de aprovechar la extraordinaria creatividad de Niño Rivera como arreglista e innovador, algo que se aprecia en los discos grabados por las Estrellas de Chocolate.
Alfredo “Chocolate” Armenteros (Ranchuelo, 4 de abril de 1928 – Nueva York, 6 de enero de 2016) es, probablemente, el más famoso de los chocolates musicales, porque su trompeta es de esas cosas que, una vez escuchadas y disfrutadas, no se olvidan. Es, además, una verdadera leyenda en la música popular cubana. No abundan los instrumentistas que puedan alardear de haber tocado en el Septeto Habanero, los conjuntos de René Álvarez y Arsenio Rodríguez, en la Banda Gigante de Benny Moré, la orquesta de Julio Gutiérrez, Fajardo y sus Estrellas, Machito y sus Afrocubans, La Sonora Matancera. Chocolate Armenteros se radicó en Estados Unidos a finales de los años 50, sin perder contacto personal con los músicos en Cuba, hasta que las circunstancias políticas lo hicieron imposible. Vivió y fue partícipe de los procesos continuadores de la música cubana en Nueva York, grabando con numerosos músicos de origen caribeño y latino: tocó con Cachao, Charlie y Eddie Palmieri, Cesar Concepción, Alfredito Valdés, y muchos otros. Dejó su huella identitaria en la discografía de la salsa y prácticamente en todos los discos del sello SAR, en muchos de ellos fungiendo como director musical. El discógrafo y musicógrafo Cristóbal Díaz Ayala subraya: “a lo largo de su carrera, Chocolate Armenteros ha perfilado un estilo en el que la base cubana es siempre evidente, pero puede agregarle elementos salseros o de latin jazz sin perder su esencia y siempre con un sentido vital de humor, de hacer música por el placer de hacerla.” 4
Los chocolates llegan y arrasan en la música urbana. En los días que corren, el carismático Yosvanis Arismin Sierra Hernández (La Habana, 17 de febrero 1971), más conocido como Chocolate MC se labra una popularidad como exponente del llamado reparto, en el panorama cubano de reguetón, que reconoce influencias de hip hop, rap, reggae, trapton y otros estilos. Con una significativa proyección mediática que se beneficia de las redes sociales, una descomunal irreverencia y el uso de elementos extramusicales generadores de expectativa y debate –letras polémicas, tiraderas, manejo de la imagen y sus outfits, escándalos personales, etc.- Chocolate MC logra, con la ayuda de adoradores y detractores, un nada desdeñable impacto mediático, contabilizado en reacciones (likes) a sus canciones y publicaciones, lo que, en todo caso, no es otra cosa que un reflejo de la realidad objetiva cubana, de la vida de los cubanos allí donde se encuentren. Logró dos Discos de Oro, uno por su éxito Bajanda en 2018 y otro por el tema A Veces a dúo con Lenier Mesa, (2019), cuyos videos oficiales alcanzan respectivamente a día de hoy más de 8 y 19 millones de visualizaciones en Youtube.
Con la inquietante sensación de abocarnos a lo injusto, a lo mismo que en su época estigmatizó a los sextetos soneros, al mambo y hasta el cha cha chá, vivimos el debate irresuelto de si la música del singular ícono del reparterismo es la representación de su tiempo. Y claro, en un balance como éste, quedaría por ver o prever si el controversial Chocolate MC conseguirá ser recordado varias décadas después, como aún lo son quienes comparten con él ese nombre artístico o apelativo inolvidable y delicioso.
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Notas:
1 Cadish: Le clown noir enterré à Bordeaux. Publicado en Sudouest. 5.7.2010.
2 Cocteau, Jean: Portraits-souvenir. Les Cahiers Rouge. Grasset. 1935. Pp. 40-48
3 Blanco Aguilar, Jesús: 80 años del son y soneros en el Caribe. Fondo Editorial Tropykos. Caracas, Venezuela. 1992. Pp. 89-90.
4 Díaz Ayala, Cristóbal: Cuba canta y baila. Enciclopedia Discográfica de la Música Cubana. Alfredo “Chocolate” Armenteros. Versión digital. Sección 01A.