¡Madre del amor hermoso! Este librito de uso me hacía guiños desde hace rato en una de las estanterías de la librería Nautilus. Hace unos pocos días me decidí a llevarlo, en parte por la rebaja, no miento, y ahora que lo leo, su valor se ha visto triplicado dentro de mí.
¡Vaya “Librazo”! Y que no engañen ni su tamaño —de bolsillo— ni sus noventa y cuatro páginas con letras grandes. Contiene solo cuatro cuentos: Aller et retour; Una noche entre los caballos; El ayuda de cámara y La pasión, cuyas reseñas les ofreceré aquí, aún con el hype de haber descubierto a una autora maravillosa.
Aller et retour
Frase que en francés significa “Ida y vuelta”, título idóneo, así mismo en francés, por muy esnobista que resulte teniendo en cuenta el gentilicio estadounidense de la autora y la traducción al español que respetó el galicismo. El cuento inicia así: “En el tren de Marsella a Niza viajaba una mujer de gran vigor…”, y culmina con un viaje de regreso, con la misma mujer, Madame Erling von Bartmann, una señora viuda, rica y rusa que vivía en París —quienes hemos leído a Nina Berberova sabemos que a París se mudó mucha gente de Rusia cuando los Soviéticos empezaron a transformar al país y a la región.
Cuatro títulos de Nina Berberova, autora rusa de éxito tardío y gran lucidez
En este viaje de Madame von Bartmann el lector tendrá acceso a los sabios consejos de una madre hedonista y calmada a una hija joven, que recién perdió al padre.
La historia tiene unas descripciones realistas, concisas y hermosas. El nivel de lirismo que alcanza es exquisito, está en los movimientos, en los diálogos, en los saltos y mudas. El manejo de los símbolos es sutil, como ese guante roto en la mano de una mujer adinerada que puede cambiarlo cuando quiera, pero lo mantiene así, y que carga quizás con el significado del apego a lo propio, a la libertad de poseer las propias heridas y caminos y, aún así, asistir a la belleza, ser la belleza, a pesar de los prejuicios.
En el cuento vemos la punta del iceberg y su forma, para poder intuir su verdadera profundidad. Es un viaje de reconocimiento, de reencuentro de una madre con su hija, de riego a la raíz que emerge diferente a la semilla matriz, como otra generación.
Imperdibles los consejos de la madre que inicia así: “(…) Una generación no puede ser exactamente igual a la otra”. Es también una crítica al regreso, ya que hubo un viaje de ida, del conservadurismo; una invitación a la vida, a la libertad, al hedonismo y su sabiduría, a encontrar la belleza que hay en todos los procesos:
“La vida es inmunda; es también espantosa. Hay de todo en ella: asesinato, dolor, belleza, enfermedad… Muerte (…) Tienes que saberlo todo, y entonces empezar. Tienes que tener una gran capacidad de comprensión, o derrumbarte (…) El hombre está podrido desde el principio (…) Podrido de virtud y vicio (…) El valor de tus pasiones; es solo el condimento de todo el horror…”.
Eso es solo un pedazo de todo lo que le dice esa madre antes ausente a una hija criada y adoctrinada por el padre, como para compensar, como para invitarla a ser una mujer libre, como ella…o al menos intentarlo.
Ese momento en el que ella intenta alisar sus guantes, después de darse cuenta del estado real de las cosas, define para mí la moraleja del cuento: no podemos alisarle a nadie el camino, todos debemos aprender por experiencia propia, dejar que el relieve del sendero elegido nos enseñe a caminarlo.
Una noche entre los caballos
Un relato también cargado de símbolos, en este caso los caballos y lo que representan: la libertad de elegir qué ser en la vida, quizás, y las oportunidades de hacer y ser lo que realmente se quiere, por encima de cualquier criterio ajeno.
Un hombre trabaja en una caballeriza y se hace amante de la dueña de la casa, que le llena la mente de ideas de grandeza, para espantar la mediocridad, para elevarlo a una posición que él en realidad no desea alcanzar.
Es la historia del resultado que puede tener el seguir “sueños” ajenos, o el ceder a caprichos que se alejan del ideal propio. Es también una crítica a la cosificación del obrero como mera máquina humana de labor, en este caso con un radio de acción que abarca hasta lo sexual. El amor no debe condicionarse a los caprichos, ni trastocar los sueños personales de cada uno. La peor derrota es la del sacrificio impuesto y no la del intento fracasado de alcanzar una meta propia. El protagonista de este relato se arrastra, literalmente por la hierba, desde el principio, recuerda cómo llegó hasta ahí, y su condición de arrastrado es el símbolo del peor de sus arrastres: el de la insuficiencia y la insatisfacción.
La ayuda de cámara
Es el cuento se habla de Louis-Georges, un hombre dueño de una finca organizada y bien llevada, algo de lo que se jacta. El protagonista se ve rodeado de dos criadas, su fiel ayudante de cámara y sus dos tías asiduas a la casa, además de una amiga o amante, no queda claro. Ante una enfermedad de Louis-Georges, queda a cargo de sus moralistas tías, viéndose así su amante impedida de irlo a visitar con más regularidad y puesta a prueba la fidelidad de su ayudante. El foco de atención pudiera perderse de este personaje, pero sin dudas, en ese momento final en el que ella le pregunta al ayudante de cámara sobre todo lo sucedido, es cuando se pone sobre el mantel la importancia que tienen los empleados, y en este caso, la persona que se vuelve cómplice y mano derecha. Como la Quijotización de Sancho Panza, la compañía constante lleva a la transformación. También estamos en presencia de una historia que celebra, por qué no, el hecho de que nadie es imprescindible, y que un buen patrón es el que enseña a sus empleados a llevar las cosas con o sin su presencia. De igual modo, a través del personaje de la amiga, presunta amante, se condena al ridículo cotilleo conservador de los que no comprenden los afectos menos convencionales.
La pasión
Es el relato que cierra este libro, y nos describe el entorno y las posesiones de una princesa venida a menos por la avanzada edad y el ocaso de su fortuna. Recluida en su apartamento, recibe a menudo a Kurt Anders, “un oficial polaco de un ejército olvidado que casi nunca aparecía en uniforme”, un visitante que durante treinta años fue a verla una vez al mes, y esta vez recurre a una visita especial.
“Caminar directamente hacia lo espantoso—dijo—, eso es amor”. ¿Qué puede ser más espantoso que la vejez para quien ha gozado de belleza y vanidad de abundancia? El relato nos hace pensar en el amor verdadero, en la pasión que sobrevive al suspenso de la irrealización, como eterno asunto pendiente. Nos hace reflexionar sobre la importancia de la valentía a la hora de declarar amor, y desde mi lectura, de la torpeza de ciertas sutilezas cuando se alejan de las preguntas y propuestas directas. En fin, que si te gusta alguien, díselo, y si quieres o amas, mejor, dilo también.
Una agridulce defensa a la sinceridad, y aunque exalta a la elegancia y la pone en práctica desde su prosa y estilo, es también un alegato contra los remilgos, que como bien dice la sabiduría popular: que me quiten lo bailao.
¿Quién fue Djuna Barnes?
Djuna fue una escritora estadounidense, nacida en 1892 en una localidad de Nueva York, de familia acomodada. Vivió en el París en su pleno apogeo bohemio y artístico, y se codeó con varias de las lumbreras que hoy son los clásicos de varias representaciones del arte, como Ezra Pound, James Joyce, Gertrude Stein, Peddu Guggenheim, Elsa von Freytag-Loringhoven, —quien también fue su amante por un tiempo—, E. E. Cummings, entre otros.
Sus últimos cuarenta años los pasó recluida en su casa de Nueva York, y se autocatalogó como la escritora desconocida más famosa del mundo.
Según he gugleado, Djuna fue una “mujer rebelde, deseosa de probar cualquier experiencia nueva y transgresora de la moral burguesa, de la política y de las convenciones artísticas, plasmó su vida en sus obras, en las que aparecen el inconsciente, el onirismo, el lesbianismo, la transgresión y la fascinación”.
Sufrió abusos sexuales, se dice que por su padre y hasta por su abuela, lo cual no está del todo claro. Esto lo plasmó en algunas de sus obras, así como sus experiencias con mujeres. Trabajó como reportera e ilustradora durante una etapa de su vida para el Brooklyn Eagle.
La artista Thelma Wood fue el amor de su vida, según sus propias palabras; estuvo con ella durante ocho años y fruto de esta unión es la novela El bosque de la noche, publicada en 1936, en la que Barnes noveló sus intimidades.
Está considerada como una de las grandes personalidades genios de la literatura del siglo XX.