El 10 de junio de 1861, a los 12 años de edad, emprendía un viaje sin retorno, el asturiano que llegaría a ser uno de los hombres más acaudalados de la región central de Cuba, quien contribuyó al desarrollo económico de Ciego de Ávila y Cienfuegos.
Alejandro Suero Balbín, nacido en Lue, el 26 de febrero del año 1847, a diferencia de otros emigrantes viajó acompañado de su tío Juan Balbín, residente en la ciudad de Sancti Spíritus, donde era propietario de un negocio dedicado a la venta de ropa.
Aprendió rápido los pormenores del oficio y ahorró, como casi todos los de su estirpe, cada centavo que pudo. En 1870 se trasladó a Ciego de Ávila, con 700 pesos. Primero tuvo una tienda mixta y luego, en 1875, inauguró la famosa Casa Balbín, punto de partida de sus múltiples negocios.
Trabajaba intensamente desde el amanecer hasta altas horas de la noche. Era obsesivo con el control de todas las actividades económicas y lo ayudaba una intuición e inteligencia natural fuera de lo común.
Sus almacenes, de ropa y ferretería, estaban ubicados en calle Libertad, entre Honorato del Castillo y Maceo. Allí estableció una panadería-dulcería muy conocida por las galletas marca Balbín.
Fue adquiriendo numerosas fincas para los cultivos varios, la ganadería, la tala y comercialización de maderas. Poseía, además, carnicerías, vaquerías, una valla para peleas de gallos. También creó una oficina bancaria y contribuyó a la construcción de la sede del Casino Español, hoy Museo Provincial Coronel Simón Reyes.
El alcalde
Apenas habían transcurrido siete años de la fundación del Ayuntamiento de Ciego de Ávila, cuando Balbín fue elegido para presidirlo. Asumió este cargo el 20 de julio de 1885 y según la prensa de la época no aceptó cobrar salario por tal desempeño.
Durante su mandato un hecho lo distinguió. Al pasar un ciclón devastador que destruyó más de cien casas, el Hospital Militar, el Cuartel, entre otras edificaciones, los días 21 y 22 de agosto de 1886, Balbín acudió a salvar vidas:
A las cuatro, el viento y la inundación eran terribles, las casas se desplomaban estrepitosamente; los ayes y los lamentos partían el alma a las personas más serenas. Fuerzas de la Guardia Civil, alcalde municipal, ingenieros y paisanos, se lanzaron a las calles en socorro de los desgraciados que iban a sucumbir bajos los escombros o arrastrados por la vertiginosa corriente de las aguas (…) las tejas volaban a gran distancia, las planchas de cinc eran arrojadas de una manera espantosa; los árboles más corpulentos se arrancaban de raíz, los edificios con un ruido horrible y espantoso se venían al suelo y todo era lágrimas, dolor y desolación.
Así lo narraba La Correspondencia de España, en su edición del 27 de septiembre de 1886.
Por sus méritos en la rehabilitación del poblado, el Ayuntamiento declaró el 8 de diciembre de 1886 “Hijo Adoptivo de Ciego de Ávila” a Alejandro Suero Balbín y recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica, por Real Orden. Después de cumplir durante dos años como alcalde, renunció para concentrarse en sus negocios y en la familia.
Estaba casado con la avileña María de la Concepción Rodríguez de la Paz, integrante de una familia acaudalada. De esta unión nacieron Álvaro Canuto, Leopoldo Quirino, David Odón y Amparo Teresa.
Las simpatías de los cubanos hacia el asturiano iban más allá de las contribuciones que hizo al desarrollo socioeconómico de la localidad, pues colaboró con los insurrectos durante las guerras independentistas; en la última de ellas, al ser descubierto por las autoridades colonialistas, lo expulsaron del país.
Vida y obra en Cienfuegos
Al regresar a Cuba, valoró las cuantiosas pérdidas que tuvo en sus fincas debido a la guerra. Sin abandonar estas propiedades ni la Casa Balbín, decidió trasladar la mayor parte de sus inversiones a Cienfuegos, donde estableció alianzas con los más notables integrantes de los grupos de poder. Ya tenía allí negocios, pues en 1895 ingresó como socio de la empresa comercial Cacicedo y Cía.
En 1902, con su paisano Acisclo del Valle, constituyó la Compañía Suero Balbín y Valle, dedicada “a la compraventa de víveres al por mayor y menor, su importación y exportación, comisiones de todo género, refracciones de fincas y operaciones de banca”.
Eran dueños “de inmensos almacenes y muelles marítimos, fincas destinadas al depósito de mercancías, líneas férreas, propietarios del central San Lino, uno de los de mayor productividad en la antigua provincia de Santa Clara”, nos dice el historiador Alejandro García Rodríguez.
Balbín, además de los negocios citados, poseía terrenos urbanos, fincas ganaderas dedicadas a la producción de leche, queso y tasajo. Además, algunas de sus propiedades tenían como objeto el cultivo de la caña de azúcar.
En el caso de la banca, se precisa en el estudio “Las entidades de crédito en Cienfuegos (1901-1920): ¿dualidad estructural de la banca?”:
El manejo de un capital de 150 mil pesos en oro español le permitió ofrecer los servicios de pagos por cable, el giro de letras a corta y larga distancia. Así como la concesión de cartas de crédito sobre New York, Nueva Orleans, Filadelfia, Londres, París, Lisboa, Oporto, Madrid, Barcelona y demás capitales provinciales de la península ibérica, Islas Canarias y Baleares.
En 1919, al morir Acisclo, se modificó la razón social para denominarse Alejandro Suero Balbín y Cía. S en C. En julio de 1920 se liquidó la misma, resultado de las pérdidas por la especulación azucarera, las cuales ascendieron a una deuda de 5 millones; con un activo de 5 328 157 pesos y unos 923 157 en caja, la firma satisfizo a los acreedores y le quedó un efectivo de 70 736.
El cronista Francisco José Rozada, biógrafo de Acisclo del Valle Blanco, aporta más información. En 1909 “la firma de Suero Balbín y Valle era consignataria en Cienfuegos de varias líneas de vapores que se encargaban de conformar las vías comerciales y el traslado de pasajeros entre Cuba y el resto del mundo. Esta firma comercial fue la que más buques despachó en el puerto cienfueguero en 1909 con un total de 55 vapores, lo que representaba un 29 % de todos los barcos en servicio”.
Eran habituales, en aquel tiempo, las alianzas familiares para multiplicar capitales y ampliar oportunidades de negocios. En la historia de vida de Balbín también esto sucedió. En 1906 su socio Acisclo del Valle Blanco contrajo matrimonio con Amparo Suero Rodríguez. Ese mismo año, Álvaro Suero Rodríguez, médico de profesión, contrajo nupcias con Concepción Berrayarza Flores, de una familia de origen vasco con sólida economía. Por su parte, David Suero Rodríguez se casó en 1911 con Isabel Falla, hija de Dolores Bonet y del multimillonario Laureano Falla Gutiérrez.
El prestigio de nuestro biografiado era tal que lo recibieron en su despacho los presidentes de la República Tomás Estrada Palma, José Miguel Gómez, Mario García Menocal y Gerardo Machado. A veces iba por asuntos particulares, otras para solucionar problemas que afectaban a la población como la necesidad de construir la carretera de Cumanayagua a Manicaragua, la reparación de las calles de la ciudad de Cienfuegos o el edificio para Correos y Telégrafos.
Muy activa fue su participación en las asociaciones hispanas. Presidió el Casino Español y la Colonia Española e integró la Junta Directiva del Club Astur, de Cienfuegos, fue Presidente de honor del Casino Español de Palmira y también durante mucho tiempo lo eligieron presidente de honor de la Colonia Española de Ciego de Ávila.
No podemos cerrar este breve recorrido por la trayectoria cienfueguera de Balbín, sin recordar que en Punta Gorda poseyó una hermosa vivienda, conocida como la Quinta Morisca, que regaló a su hija Amparo y luego sería transformada en el Palacio de Valle, joya arquitectónica.
El regreso
Algunas biografías de Alejandro Suero Balbín apuntan que vivió en Cienfuegos sus últimos años; otras dicen que no volvió más a Ciego de Ávila. Sin embargo, la consulta de la prensa de las primeras décadas del siglo XX y de otros materiales bibliográficos, nos ha demostrado lo contrario.
El 16 noviembre de 1911 el corresponsal en Ciego de Ávila del Diario de la Marina publicaba: “Después de haber permanecido seis días en esta localidad el señor Suero Balbín recorriendo sus extensas fincas azucareras y ganaderas en unión de su amigo el señor Villapol, salió hoy para Cienfuegos”.
El 12 junio de 1913, divulgaba una nota que decía: “Esta tarde han llegado a este pueblo donde Alejandro Suero Balbín y don Laureano Falla Gutiérrez, ricos, comerciantes, banqueros y hacendados de Cienfuegos que vienen de Chucho Colorado donde fueron ayer a adquirir cuatrocientas caballerías de terreno”.
Queda pendiente a los historiadores develar la magnitud de sus inversiones con Falla Gutiérrez y otros capitalistas de la Perla del Sur en la región avileña. Sabemos que tenía acciones en la empresa azucarera propietaria de los centrales Adelaida y Patria. En 1915 la sede de la Casa Balbín fue reconstruida y convertida en un edificio moderno.
Cuando se crea la Compañía Jai Alai en la ciudad de Ciego de Ávila, el 12 de febrero de 1919, con un capital de 250 mil pesos, lo eligieron presidente de la entidad.
Para atender sus negocios en la región avileña tenía como apoderado a su sobrino Casimiro Balbín, a quien nombró socio de la empresa que casi va a la quiebra debido a la desacertada dirección del familiar. En 1924 disolvió esta asociación.
En esa época, como consecuencia de la debacle bancaria ocurrida en 1920, luego de terminar la llamada “Danza de los millones”, cuando el precio del azúcar cayó estrepitosamente en el mercado mundial, Balbín había sufrido duras pérdidas y por eso decidió pasar más tiempo en el territorio avileño para ocuparse personalmente de sus propiedades.
Filántropo
Del Balbín caritativo se cuentan varios episodios. Dio de comer a familias reconcentradas durante la cruel orden decretada por Valeriano Weyler; más de una vez socorrió a los damnificados por los ciclones; contribuyó a la Cocina Económica establecida en Ciego de Ávila para alimentar a los pobres, a principios de la década de 1920.
Donó 40 mil metros cuadrados de su hacienda El Bagá para que se estableciera el cementerio en la cabecera municipal avileña, en 1911. Financió la creación de una escuela primaria en Lue, su pueblo natal, y aportó dinero para la reedificación del asilo de ancianos desamparados de Oviedo, de una iglesia en Carda, Asturias, y para la construcción de un monumento al escritor Manuel Curros Enríquez, en Galicia.
La salud de Alejandro Suero Balbín fue deteriorándose en el verano de 1930. Tuvo que ser trasladado a La Habana, donde falleció el 31 de julio de ese año. Se había forjado en la fragua dura de la vida, más de una vez sobrevivió a los infortunios que parecían insuperables en la otra orilla del Atlántico y contribuyó al progreso económico y social. Su obra, a pesar de los años transcurridos, todavía pervive en el patrimonio tangible de dos ciudades y en la memoria popular.
Fuentes:
Archivo Histórico Provincial de Asturias
Adalberto Afonso: Mis investigaciones y algo más, Palibrio, 2011, t.1.
Alejandro García Rodríguez: “Los grandes comerciantes asturianos dentro de la dinámica comercial de la región cienfueguera. (1880–1920). Apuntes para su estudio”.
Alejandro García Rodríguez y Yoan Samir Hernández Martínez: “Asturianos en Cienfuegos: inmigración, demografía y relaciones etnomatrimoniales. 1860-1930”.
Francisco José Rozada: “Acisclo del Valle Alvarez, el intrépido indiano parragués”,
Invasor
La Correspondencia de España
La Montaña
Suset García Sánchez, et al: “Las entidades de crédito en Cienfuegos (1901-1920): ¿dualidad estructural de la banca?”
Increíble historia. Gracias José Antonio Quintana García, por su esfuerzo para investigar tan profundamente sobre sucesos transcendentes de la Cuba del siglo XIX y gracias por darnos la oportunidad de conocerlos.
Excelente viaje a el siglo XIX. Gracias por tu aporte a la historiografía cubana.