En las últimas semanas ha circulado la noticia sobre la propuesta del Instituto de la Economía de Crecimiento Stolypin de Rusia, para estudiar y hacer recomendaciones sobre el camino a futuro de la economía cubana. Se trata de algo curioso; ya que, a lo largo de estos años, se ha producido una profusa literatura sobre el estado de la economía cubana y las recomendaciones a realizar y, sin embargo, pocas veces se reconoce esa literatura académica. Hay que recordar los informes de la CEPAL, de diferentes Universidades de los Estados Unidos, como Harvard, Columbia, American University entre otras, de Diálogo Interamericano en Washington, sumado a las publicaciones de los centros e Institutos cubanos como el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE), la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, entre otros.
Pocos recuerdan que en el año 1993 bajo el Gobierno de Felipe González, visitó Cuba e hizo un informe sobre el estado de la economía cubana y las medidas para su relanzamiento el ex ministro español Carlos Solchaga Catalán, del Partido Socialista Obrero Español, quien fuera Ministro de Industria, y posteriormente Ministro de Economía y Hacienda. Solchaga realizó estudios en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y en 1968 obtuvo el doctorado en Ciencias Económicas.
¿Cuáles fueron las conclusiones del llamado Informe Solchaga sobre Cuba?
La primera de ellas planteaba que la situación de la economía cubana en 1993 era la más compleja desde 1959; ya que la desaparición de los países socialistas había provocado en ella una abrupta disminución de los flujos financieros, así como la virtual desaparición de la mayor parte de sus mercados de exportación. Además, que el deterioro de la relación real de intercambio supuso el forzoso abandono del sistema de precios que regía en las relaciones comerciales con el bloque socialista, y esa contracción de sus mercados tradicionales de exportación no pudo ser compensada por un paralelo aumento de relaciones comerciales con las economías de mercado.
Resulta llamativo que el informe, de hace treinta años, parece recién redactado. Parte de sus apreciaciones están vigentes hoy. Me pregunto si se necesitan nuevos diagnósticos o lo que se necesita es poner en marcha algunas de esas recomendaciones.
A continuación, citas textuales de ese informe:
…dos factores que parecen como muy relevantes a la hora de explicar este decepcionante comportamiento son, de una parte, que gran parte de la estructura industrial cubana ha sido desarrollada a fin de explotar unas ventajas comparativas que son inexistentes tan pronto como las relaciones comerciales se realizan a precios de mercado, y, de otro, que el paso del tiempo ha ido deteriorando la eficiencia productiva del sistema acortando exponencialmente su viabilidad.
La ausencia de financiación externa ha venido igualmente a comprometer la sostenibilidad del sistema.
Dado el relativamente elevado grado de dependencia externa de la economía cubana, esta abrupta contracción de la capacidad importadora ha debido plasmarse en una contracción acumulada de la producción.
Esta brutal caída del PIB se ha traducido en un no menos evidente empeoramiento del nivel de vida de la población, así como en un progresivo y concatenado deterioro de todos los equilibrios económicos: crecimiento exponencial del desequilibrio presupuestario, correlativo aumento de los excesos de liquidez del sistema, agravamiento de la inflación reprimida y signos evidentes de que los incentivos económicos al trabajo y a la eficiencia son actualmente muy tenues e inestables.
Tampoco hay ningún elemento en el contexto doméstico cubano que permita mantener la hipótesis de que, sin cambios y reformas profundas, la economía cubana puede volver a reencontrar la senda hacia la prosperidad. Desafortunadamente, más bien parece que la actual situación, en caso de no ser afrontada con coraje, tiene una dinámica explosiva que conduce a una rápida desintegración del sistema y a la pérdida de los logros obtenidos por la sociedad cubana en los últimas tres décadas y media.
La legítima aspiración de las autoridades cubanas a preservar lo que consideran las conquistas de la Revolución no está́ irremediablemente reñida con la necesidad de introducir urgentemente medidas que reestructuren el patrón productivo cubano y lo adecuen a la realidad internacional, aumenten la eficiencia y la competitividad de la economía cubana, y restauren los principios éticos e incentivos económicos sobre los que se asienta todo sistema productivo saneado.
Por tanto, en nuestra opinión, si existiese voluntad política para emprender el camino de las reformas, la restructuración de la economía cubana puede ser razonablemente rápida y capaz de conciliar los objetivos de equidad y solidaridad con los requerimientos de eficacia productiva y competitividad que le exige su inserción en la economía mundial. De lo que se trata es de asegurar los mismos objetivos, pero utilizando otros instrumentos y políticas. En particular, lo que parece absolutamente imprescindible es reformar en profundidad el actual sistema productivo de economía planificada y el inconsistente conjunto de reglas de juego que aquel conlleva.
Una de las explicaciones (que además vienen planteándose desde hace tiempo por economistas cubanos e inclusive por las autoridades) es que una causa fundamental de las dificultades cubanas es la poca oferta de productos. En ese sentido el analista español se refería a lo siguiente:
Para estimular la oferta nacional parece ineludible aceptar que:
(1) Se debe corregir la espectacular distorsión que hoy existe en la estructura de precios relativos de la economía cubana.
(2) Se debe legalizar la aparición de la iniciativa privada en áreas determinadas del aparato productivo. En especial, en el ámbito de las labores auxiliares de la construcción y la reparación de viviendas, en la esfera de la distribución minorista, en la producción de alimentos, y en el campo de los servicios personales, el potencial para la aparición de una variada oferta de bienes y servicios que absorbiese los saldos monetarios hoy ociosos parece muy evidente.
Otras de las ideas esbozadas en el informe planteaban:
Dado que la oferta exportadora cubana tiene muy poco margen de aumento a corto plazo —debido precisamente a la interrupción en el suministro de inputs intermedios y la escasa capacidad que habría de reconocerse a la economía cubana para ganar de inmediato cuotas de mercado— la anteriormente descrita necesidad importadora exige tomar medidas de política económica que afecten a la cuenta de capital de la balanza de pagos cubana, y completen la capacidad de generación de divisas de su balanza corriente.
La razón de ello es que, si bien es cierto que existe un auténtico potencial exportador en el Sector Turístico, no debería sobrevalorarse la capacidad de generación neta de divisas de esta actividad a la vista del alto contenido de importaciones a la que le fuerza la ineficiencia generalizada del resto de la economía.
Enfrentados a esta situación parece irremediable que el grueso de la financiación externa tenga que venir:
(1) De una reanudación de los créditos financieros a Cuba, para lo que sería imprescindible que las autoridades cubanas, dentro del marco del Plan de Reformas, consiguiesen desatascar su actual situación en el Club de París y en el Club de Londres.
(2) De una mayor captación de inversión extranjera, lo que, en todo caso, requerirá un tiempo del que Cuba no dispone.
(3) De una privatización parcial de alguno de los activos sólidos de la economía cubana. La venta internacional de una parte de las acciones de una compañía holding que agrupe intereses del sector azucarero o turístico sería una clara y prometedora opción.
(4) De créditos de organismos internacionales (FMI, Banco Mundial o Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo), tras ingresar en dichas instituciones y satisfacer los criterios de condicionalidad económica y política que en ellos rigen.
Planteaba el informe que debía realizarse una profunda revisión del tamaño, composición y financiación del Presupuesto Estatal. Para defender los logros de la Revolución en el campo de la sanidad y la educación era necesario que se produjera una sustancial rebaja en las subvenciones que ahora perciben las empresas no rentables.
Hay que recordar que al cierre del año 2022 existían cerca de 500 empresas irrentables en la economía cubana.
El Informe distinguía tres grandes tipos de empresas en la estructura productiva cubana en 1993:
(1) Empresas que nunca podrán ser rentables a precios internacionales.
(2) Empresas que podrían ser razonablemente competitivas si no estuviesen forzadas a soportar plantillas sobredimensionadas.
(3) Empresas que están en el umbral de rentabilidad o que incluso ya son rentables, pero que podían serlo más si no tuviesen que estar pagando un sobrecosto por las ineficiencias del resto del sistema productivo.
En su opinión, si Cuba quería prosperar, debía prescindir de las primeras, reducir las plantillas en los segundos y liberar a las terceras de sus actuales lastres.
El informe concluía con el siguiente subtítulo:
Los riesgos de la tibieza o parcialidad de las reformas
La dificilísima situación de la economía cubana no permite, en nuestra opinión, ni diferir en el tiempo las reformas necesarias, ni adoptar un enfoque excesivamente gradualista, ni concentrar las reformas en un puñado de sectores económicos.
Estamos persuadidos de que sería un error que habría de tener altísimos costes para el bienestar de la sociedad cubana, pensar que los actuales problemas se resuelven tan solo fomentando la actividad de aquellos sectores con mayor y más rápida capacidad de generación de divisas, dejando inalterado el resto de la economía. Si esa fuese la estrategia que se adoptara, las ineficiencias del resto del aparato productivo acabarían estrangulando el desarrollo de los sectores elegidos, ya que el irremediable proceso de integración vertical de actividades que ese escenario conllevaría, con toda certeza, conduciría a ineficiencias que arruinarían sus ventajas comparativas.
La economía cubana es lo suficientemente compleja y sofisticada como para que su sostenimiento exija algo más que algunos sectores de enclave. Aunque el turismo, el sector azucarero y otros sectores pueden inicialmente liderar el proceso de restructuración, es imprescindible que ese desarrollo cuente con el apoyo de nuevas actividades e iniciativas que vengan impulsadas por la totalidad de la sociedad cubana, y no solo por el Estado o sus empresas. En cierto sentido cabría decir que si la Revolución consiguió́ erradicar el analfabetismo, elevar el nivel cultural de los cubanos y eliminar la corrupción, ahora es el momento de que la nueva y más avanzada sociedad cubana, desembarazada de restricciones legales, defienda con sus iniciativas y esfuerzos los logros cosechados en tres décadas y media de Revolución. Que, en definitiva, las conquistas del Socialismo hagan posible preservar los ideales de la Revolución.
La globalidad de la reforma es, en nuestra opinión, un ingrediente esencial del éxito. Pero no es el único requisito. También hace falta que las medidas se adopten con la máxima urgencia. Que se hagan antes de que el deterioro económico desemboque en una irreversible degradación y caos que comprometa la confianza de la nación en sí misma y erosione el liderazgo de sus dirigentes.
En la actual situación económica la pasividad o el empeño en reformas parciales equivale, con toda probabilidad, a confiar en que sea el exterior quien imponga la filosofía, ritmo e intensidad de las reformas.
En conclusión, hace treinta años se hizo un diagnóstico y se esbozaron algunas líneas de funcionamiento: muchas se pusieron en práctica; pero otras se aplazaron durante demasiado tiempo. Todavía se sigue pensando en la llamada empresa socialista estatal, sin comprender que el Estado debe concentrarse solo en las actividades estratégicas del país; que es mejor pensar en empresas públicas; que las empresas irrentables estatales dejen de funcionar, y pasarlas a otras formas de propiedad; que no debe mantenerse el monopolio estatal del comercio exterior. Además, que no puede concebirse el desarrollo sin pagar deudas del pasado, lo cual provoca reticencias para invertir por parte del capital externo, por más que se haga un esfuerzo publicitario. La lista es inmensa.
Más que buscar instituciones que ayuden a trazar la ruta a futuro; el camino no es sino el mismo recorrido por los países que han avanzado en los últimos treinta o cuarenta años; es decir, un mayor papel de las relaciones de mercado, sin renunciar al proyecto que se ha intentado construir. Vietnam logró avanzar hacia el desarrollo y el punto de partida era más bajo que el cubano. Cuba puede intentarlo; aunque no seamos asiáticos.
Solchaga decia que era socialista. En realidad era un socilialisto. Hoy es multimillonario. De trabajar? No. Hijo del neoliberalismo más salvaje. Saquen conclusiones
la “receta” de solchaga fue privatizar empresas públicas estratégicas. El gobierno ingresó por la venta. Pero ahora esos sectores estratégicos están en manos privadas. Sois unos lacayos al servicio del imperialismo norteamericano. Dais pena