El estallido de la denominada Guerra de Castas en Yucatán, México, ocurrió en el mes de julio de 1847, cuando nativos mayas se enfrentaron a la población de “blancos” (criollos y mestizos), quienes tenían en sus manos el poder político y económico. Los mayas vivían en condiciones de extrema pobreza y explotación excesiva, además sufrían discriminación étnica.
Como consecuencia del conflicto creció desmesuradamente la cantidad de prisioneros y de campos de refugiados indígenas. Era insostenible para el Estado alimentar a aquella población y, por otro lado, existía una tendencia de blanquear la sociedad, a deshacerse de los habitantes originarios.
Cuando sucedió este levantamiento armado, en la vecina Cuba necesitaban los dueños de ingenios, cafetales y haciendas mano de obra, pues Inglaterra perseguía el comercio de esclavos y ellos eran fundamentales para sustentar la economía.
Así nació el macabro plan de llevar a la mayor de las Antillas a rebeldes hechos prisioneros o indios pacíficos en calidad de esclavos y no colonos, como decían los documentos de la época. El calvario comenzó en 1849.
Los vínculos históricos, culturales y comerciales entre Yucatán y Cuba datan desde el siglo XV:
“(…) el mar Caribe había funcionado como un espléndido anfitrión que daba cabida a las rutas comerciales entre los puertos de Veracruz, Sisal, Campeche y La Habana. Para los habitantes del Yucatán la isla de Cuba resultaba más cercana que la propia capital del virreinato, no sólo por el carácter que imprime compartir los vaivenes del mismo mar, sino también porque el viaje a México vía Veracruz significaba un esfuerzo ímprobo frente a la relativa facilidad de una travesía marítima al puerto habanero. Tras los primeros atisbos de rebelión fueron muchas las familias que eligieron a la vecina isla para guarecerse de los peligros del furioso levantamiento indígena” [1].
Yucatecos hubo en Cuba desde tiempos antiquísimos. José María de la Torre en su libro Lo que fuimos y lo que somos o La Habana antigua y moderna nos cuenta que “desde 1564 se conocía el barrio de Campeche que comprendía desde la Merced hasta Paula y se componía de chozas con miserables conucos y labranzas y era habitado por indios que venían de Campeche y fueron reducidos a policía en 1575 dándoseles un protector que lo fue Diego Díaz […]”.
También es conocida la presencia de yucatecos en Puerto Príncipe (Camagüey) en 1544 y como fuerza de trabajo esclava, en las obras de fortificación de La Habana, por solo mencionar algunos ejemplos.
“Porvenir risueño”
El término colonos era un eufemismo. Ya sabemos que fueron tratados como esclavos o semiesclavos. El síndico de la Junta de Fomento de La Habana promovió el nuevo comercio con México, escribió una carta al secretario de Estado español, fechada el 24 de febrero de 1848, donde expresaba: “En Yucatán existen muchos naturales que de notoriedad cultivan sus campos bajo ciertos beneficios; y ofreciéndoles nosotros mayores, esto solo podía hacerles abandonar la patria, a los hombres que están muy cerca de nosotros, en nuestra misma latitud; y que menos estúpidos que los africanos, podían conocer además las ventajas morales de nuestra civilización, de la paz y estabilidad de nuestro gobierno ultramarino, y del porvenir risueño con que les halagase nuestra riqueza” [2].
La antropóloga Victoria Novelo investigó en el Archivo General del Estado de Yucatán y halló datos importantes que nos develan la presencia de los mayas en las ciudades y poblados, pues viajaron con sus amos y en los pasaportes de estos aparecen como “chichiguas”, criada(o)s o “criaditos” [3].
En el caso de los prisioneros de guerra muchos se trasladaron con sus mujeres e hijos. Existió una casa de contratación en La Habana encargada del negocio desde 1848 hasta 1861.
Respaldo político
Hay un personaje clave en los inicios de esta historia: el acaudalado Simón Peón Cano, propietario de haciendas en Uxmal y Chetulix, fundador del puerto de Progreso y diputado.
En 1848 Peón Cano propuso a la Junta de Fomento de La Habana la introducción de 300 o 400 indios mayas para trabajar en labores agrícolas, las autoridades consulares aceptaron: “Se ocupará la corporación de traer naturales de Yucatán del modo más ventajoso… sin desechar para lo sucesivo la introducción de negros libres” [4].
El respaldo político en México resultó decisivo. Los gobernadores Miguel Barbachano, Rómulo Díaz de la Vega y el general Antonio López de Santa Ana, apoyaron la trata. Cuando este último fue presidente de la República, “desde Ciudad de México, él mismo hacía los arreglos con los contratistas españoles asentados en Cuba”, asegura el académico Freddy Cabrera Ku [5].
Favoreció el negocio, además, un decreto del gobernador Barbachano, firmado el 6 de noviembre de 1848, en el que se establecía que “(…) todo indio que sea hecho prisionero con las armas en la mano, podrá el gobierno ALEJARLO de su respectivo domicilio y aún expulsarlo del Estado por diez años” [6].
Traficantes
No demoraron mucho tiempo los traficantes para involucrarse. Carlos Tomé, comerciante cubano, llegó al puerto de Sisal en el vapor Cetro para contratar indígenas. Juan Anduce envió al esclavista catalán Francisco Marty y Torrens 36 indios secuestrados en la Isla del Carmen, vendidos a 25 y 8 pesos de acuerdo con la edad. Agustín Bolívar, en La Habana, tramitó el ingreso de tres a cuatro mil yucatecos en 1855. Las compañías Zangróniz y Hermanos y Goicouría y Hermanos destacaron en el negocio.
Según el historiador francés Paul Estrade, cada yucateco era comprado en Sisal por 20 o 25 pesos y en el puerto habanero podían venderse los hombres a 160 y las mujeres a 120. [7]
El viaje transcurría en navieras españolas, sin embargo, diversas fuentes afirman que también hubo traslados clandestinos, en naves de pesca. En octubre de 1860, las autoridades sorprendieron a tripulantes del barco La Unión, en Campeche, con 29 mayas, que habían vendido a empresarios cubanos.
Ojo con ellos
Con cierto temor por parte de las autoridades, fueron insertándose los indios en la sociedad.
El 25 abril de 1849, escribían a la Reina:
“En guerra en su país desde el año 1840, y en guerra que mucho tiene de salvaje, viven en los montes y en los despoblados en sus correrías y solo los sometidos que se hallan ya en los puntos residencia del gobierno, o los de las poblaciones nunca alzadas pueden llegar entre estos colonos. Necesitan por lo mismo al diseminarse por nuestras fincas y en ellas encuentren superiores que los dirijan y aun les impongan en caso necesario castigos moderados, porque de otra manera lejos de ser útiles se convertirán en perjudiciales por causas parecidas a las que militan en los asiáticos. Es el indio yucateco indolente y desidioso por carácter; humilde y subordinado cuando tiene superior que le domine; pero insubordinado y aun cruel cuando el que le dirige da muestras de impotencia y es a sus ojos de poco valor“ [8].
Aunque la mayor parte, al parecer, tuvo como destino Matanzas y La Habana, también hay información sobre su presencia en Pinar del Río y Las Tunas. Alejandro García Álvarez en el estudio “Traficantes en el Golfo”, publicado en Revista de Historia Social, refiere que en 1860, el “40.6 por ciento de los yucatecos residía en zonas urbanas de La Habana y en especial en el centro mismo de la ciudad intramuros. Para el mismo año los yucatecos viviendo en Cárdenas lo hacían sobre todo en ingenios (centrales) y para el año 1899, la mayoría de los mexicanos, comprendidos los yucatecos que no los distingue la fuente, seguían viviendo sobre todo en La Habana (846 de 1108)”[9].
En relación con el contrato, tenían que trabajar para el patrón o amo por un período de diez años, terminado este tiempo podían regresar a México o renovar el convenio. Cobrarían un salario mensual de dos pesos, más comida, dos mudas de ropa al año, alpargatas y sombrero.
Las desobediencias eran castigadas con 12 latigazos, en caso de ser reiteradas les daban 18 más o sometían al cepo y a llevar grilletes. Esta cláusula demuestra el estado de inseguridad social que padecían:
“Si llegase yo a inutilizarme en el servicio, quedará a mi arbitrio y voluntad retirarme a mi país o a donde mejor me convenga, o bien seguir trabajando en lo que pueda; debiendo entender por inútil, quedar ciego, baldado o en cualquier otro estado que imposibilite un trabajo regular”.
Ante las condiciones infrahumanas en que vivían, algunos optaron por convertirse en cimarrones. En el año 1849 capturaron a un yucateco nombrado Faustino Lanz, de 12 años, entregado el 9 de agosto al Depósito del Cerro.
El historiador Gabino La Rosa expone que cinco de ellos, fugitivos en Cárdenas, cayeron en poder de las autoridades en 1855 y el 8 de julio de 1859 el gobernador de la villa de Güines informaba que habían encontrado en una cueva a tres hombres, dos mujeres y dos niños yucatecos. [10]
Otros, al terminar el contrato, quizás volvieron a México: “No se sabe con exactitud qué pasó con los miles de yucatecos vendidos a Cuba. Se cree que algunos regresaron a Yucatán para participar en el nuevo cultivo del henequén, pero otros miles se habrían quedado en la isla”, refiere Freddy Cabrera Ku, Maestro en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) [11].
Muy difícil ha sido para los estudiosos del tema precisar la cifra de yucatecos vendidos. Coinciden en que fueron más de dos mil. Como muchos salieron de forma clandestina, el cálculo nunca será exacto.
La Guerra de las Castas duró, en tres etapas, hasta 1901, pero la pesadilla del tráfico de esclavos había concluido en 1861, cuando el presidente Benito Juárez prohibió la venta de personas.
Notas:
[1] Izaskun Álvarez Cuartero: “De Tihosuco a La Habana: la venta de indios yucatecos a Cuba durante la guerra de castas”, Ediciones Universidad de Salamanca, 2007, p. 569.
[2] Ídem, pp. 570 y 571
[3] Victoria Novelo: “Yucatecos en Cuba, en Mirando… Hacia afuera, Experiencias de investigación”, coord. Gabriela Vargas Cetina, México CIESAS, 1999, p. 50.
[4] Izaskun Álvarez Cuartero: Ídem, p. 571.
[5] Valentina Boeta Madera: “Hacendados y políticos de Yucatán vendían miles de indígenas mayas a Cuba”, www.yucatan.com.mx.
[6] Luis A. Ramírez Aznar: “Producto de la rebelión indígena de 1847 fue el brutal comercio de yucatecos a Cuba”, https://www.poresto.net.
[7] Izaskun Álvarez Cuartero: “Indios mayas en Cuba. Algunas reflexiones sobre su comercio”, https://rodin.uca.es
[8] Victoria Novelo: “Yucatecos en Cuba, en Mirando… Hacia afuera, Experiencias de investigación”, coord. Gabriela Vargas Cetina, México CIESAS, 1999, p. p. 573.
[9] Victoria Novelo: “Migraciones mayas y yucatecas a Cuba”, en Dimensión Antropológica, vol. 59, septiembre-diciembre, 2013, pp.127-146. Disponible en: http://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=1146
[10] Luis A. Ramírez Aznar: “Producto de la rebelión indígena de 1847 fue el brutal comercio de yucatecos a Cuba”, https://www.poresto.net
[11] Valentina Boeta Madera: “Hacendados y políticos de Yucatán vendían miles de indígenas mayas a Cuba”, www.yucatan.com.mx