Los delfines son seres extraordinarios. Inteligentes, sociables, ágiles, divertidos, estos animales siguen fascinando hoy a los seres humanos como lo han hecho a lo largo de los siglos.
Marineros y pescadores los han tenido como amigos y compañeros de sus travesías a través de la historia. Pero para quienes no viven o trabajan en las cercanías del mar, también resultan una indiscutible atracción.
Algunos los han estudiado por sus singulares cualidades, por sus comportamientos sociales y su complejo sistema de comunicación. Otros los han entrenado como formidables atletas e increíbles alumnos, capaces de asombrar tanto por sus espectaculares saltos como por su gran capacidad de aprendizaje.
Los shows de delfines son populares en todo el mundo y algunos de ellos llegan a convertirse en grandes estrellas y celebridades. Tanto niños como adultos disfrutan de sus sorprendentes piruetas, sus simpáticos juegos y hasta sus “cantos”.
En algunos lugares los emplean también como efectivos terapeutas para personas con autismo u otras enfermedades. O para interactuar directamente en el agua, una experiencia que muchos catalogan de inolvidable.
En Cuba existen distintos acuarios y delfinarios, donde se puede conocer de cerca estos mamíferos marinos y disfrutar de sus acrobáticos y graciosos espectáculos. Uno de estos lugares radica en Cayo Santa María, uno de los principales polos turísticos del archipiélago cubano, situado al norte de la provincia de Villa Clara.
Este delfinario es considerado uno de los más grandes del país. Cuenta con varias piscinas seminaturales, en las que es posible interactuar con los delfines y presenciar sus vistosos shows, aun cuando llegar hasta ahí no sea tan sencillo como visitar otros.
Por su ubicación y otros factores, el Delfinario de Cayo Santa María tiene como principal público a los huéspedes internacionales. Sin embargo, el sitio también está abierto a los visitantes cubanos, lo mismo residentes en la isla como en el exterior.
Hasta este delfinario llegó en un reciente recorrido nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez. Sus imágenes nos permiten conocer entonces la relación que allí se establece entre humanos y delfines, y también apreciar otras vistas e incluso otros animales marinos que también habitan la zona.