Desde junio viene exhibiéndose en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV) La construcción del silencio, ambiciosa muestra de arte abstracto cubano debida a los esfuerzos ingentes de los curadores y artistas Meira Marrero y Alejandro Jurado. Ambos han recurrido a colecciones públicas y privadas para reunir piezas de treinta exponentes de varias generaciones, desde integrantes del mítico grupo Los Once hasta jóvenes que vienen buscando, con paso firme, su lugar en catálogos, colecciones, galerías y museos.
Los que quieran apreciar un rápido panorama del abstraccionismo cubano, pueden llegarse a la Plaza Vieja hasta finales de agosto. Allí podrán conocer o revisitar obras de figuras tan importantes como Sandú Darié, Antonio Vidal, Hugo Consuegra, Antonia Eiriz, Pedro de Oraá y Julio Girona, junto a las de maestros más recientes, entre los que se cuentan Flavio Garciandía, Carlos A. García, Eduardo Ponjuán, Julia Valdés, José Villa Soberón y Rigoberto Mena; además de las de los jóvenes Diana Fonseca, Arturo Wong y Ricardo Labarca.
No me parece arriesgado adelantar que La construcción del silencio es uno de los acontecimientos de este verano en el ámbito de las artes visuales. Destaca la vocación ecuménica de los curadores, su gusto depurado, la museografía que, aún aquejada por las carencias materiales que hemos normalizado, propone una aventura excitante, provocadora; un viaje más que en el tiempo, por los diversos modos de asumir y ejercer una expresión tan compleja como la abstracción, a la que aún hoy rodea toda suerte de tabúes.
Mi visita al CDAV estuvo asistida por Meira, que me condujo sala por sala, con paradas ante cada obra. Ella se emociona por el resultado alcanzado tras meses de trabajo. Su pasión por “lo abstracto” se la pasa al visitante; es una pasión razonada, claro, pero pasión al fin. Fue un placer y un honor compartir con la curadora esa mañana de sábado. Pero usted puede obtener los mismos beneficios si coordina su visita. También Alejandro está a la disposición de quienes quieran ir más allá de la apreciación superficial, del “ojo veloz, que pasa en finos sobresaltos”.
Paso la palabra a los curadores, en la inteligencia de que a través de este espacio se inicie un diálogo que usted, lector, puede continuar ante las obras que ellos han reunido. Ellos se explican al alimón.
¿Pueden enunciar el concepto curatorial de la muestra?
Meira Marrero (MM): Paul Masson dijo: “Con la palabra el hombre supera a los animales. Pero con el silencio se supera a sí mismo“. Desde ese silencio, vivir la experiencia de respirar entre las grietas del muro y refundar. Me fascina el silencio, es tan fértil y pródigo, tan subversivo y provocador como la partitura en blanco, el lienzo crudo, la piedra virgen, la seda limpia o el espacio vacío. La creación artística está directamente relacionada al pensamiento. En las investigaciones que han ocupado mi tiempo en el último año, ha estado un estudio de los diferentes estadios del pensamiento humano. Jean Piaget, psicólogo y biólogo suizo, padre de la epistemología genética, consideraba que el pensamiento abstracto es el gran logro de la mente libre, porque representa una evolución cognitiva, donde las operaciones mentales no dependen del pensamiento concreto. Analizar el pasado, pensar desde el hoy y hacer planes de futuro son ejemplos de pensamiento abstracto. La opinión de sicólogos, pedagogos, siquiatras, teóricos y antropólogos sobre este misterioso acápite evolutivo que nos define como homo sapiens, por razones personales, me han calado profundamente y, por ende, han fertilizado las bases estructurales de esta construcción curatorial.
Alejandro Jurado (AJ): El concepto de La construcción del silencio no es absoluto en ningún sentido. Está dividido por formas de hacer y pensar la abstracción desde diferentes puntos de vista, materiales y áreas del pensamiento. Tenemos una sala en la que están los clásicos (joyas), donde hay concretismo, geométrico, informal en el caso de Julio Girona, por ejemplo. La siguiente sala es más contemporánea, por así decirlo. En ella mostramos obras y artistas que, dentro de su proceso de investigación creativa, llegan a un poder de síntesis que visualmente termina siendo abstracción. Es decir, su primer impulso no parte de ahí, sino que su propio proceso los lleva a esa visualidad; aquí coexisten junto a otros artistas que sí trabajan partiendo de este camino.
Tenemos otra sala que va desde el gesto a la acción, donde también confluyen maestros y artistas jóvenes. Es un elemento muy importante dentro de la curaduría mostrar grandes maestros de la historia del arte cubano con artistas jóvenes que están dando pasos importantes dentro de su proceso creativo. Por último, y no menos interesante, tenemos un environment de Ricardo Labarca que recrea un hábitat con sonido y luces, las composiciones que van creando las sombras de los árboles en diferentes momentos del día. Reagrupamos a los artistas por puntos en común o líneas que tocan dentro de su obra, por eso decimos que la muestra es principalmente temática.
Rebasadas las incomprensiones iniciales entre el Estado y los abstraccionistas (Conversación con nuestros pintores abstractos, el opúsculo de Marinello, entre otros episodios), en las últimas décadas ha vuelto a florecer en Cuba la práctica de este género, con nombres muy notables. ¿La crítica atiende consecuentemente este nuevo brote de abstraccionismo?
AJ: Si revisamos la historia del arte; comprenderemos que la abstracción surge en momentos de grandes crisis. Kandinsky, al borde de la Primera Guerra Mundial; y el suprematismo de Malevich, ya en ella. La abstracción lírica europea, el informalismo español, el tachismo y expresionismo abstracto (escuela americana), todos son movimientos de postguerra (Segunda Guerra Mundial). En Cuba sucede lo mismo con el Grupo de los Once y los Diez pintores concretos, pero basado en nuestra realidad.
Además de tener un arte cubano contemporáneo viciado por la misma forma de hacer y pensar desde los 80, es lógico que venga una generación más joven que defienda la abstracción. Los grandes momentos de angustia e inestabilidad que han empujado al hombre a lo que considera su límite vital, sea de manera privada o social, y en todos los órdenes, han traído consigo el replanteo y reinterpretación de su contexto. Es en ese punto donde se desarrolla el pensamiento y se hace que varios artistas importantes asuman la abstracción desde sus conceptos y presupuestos, ciertamente de una forma más fresca y renovada, pero siempre estudiando a los maestros. De hecho, si revisamos las más importantes ferias internacionales ahora mismo, veremos que está surgiendo una generación que va llevando la abstracción a otro nivel. Creo que el factor determinante es la crisis.
Por su carácter no representacional, por ese “ser” y no “parecer”, cuando se comentan exposiciones de abstractos, por lo regular los críticos terminan resumiendo la historia del género, más allá del análisis de las obras en cuestión. ¿Será que para ellos el abstraccionismo resulta demasiado abstracto?
AJ: Voy a citar a Philip Guston, un importante artista del expresionismo abstracto americano, que decía, en su etapa más lírica, que “la abstracción no habita en un mundo desconocido fuera del pensamiento; la abstracción está en la calle, en el movimiento de la gente, en todo lo que te rodea”. Creo que tenemos en Cuba un concepto bastante pobre al entender o ver una obra abstracta. Hay un vacío muy grande, que muchas veces parte de los propios artistas y, por supuesto, de la formación de esos críticos, que asumen una etiqueta y una visualidad predeterminada de lo que es y debe ser el arte cubano, y esto es un tema aún más grande y complejo.
MM: La crítica es pálida y frágil desde hace algunos años, y no solamente para el abstraccionismo. Salvo algunas escrituras verdaderamente membrudas, asistimos a raptos apasionados de histrionismo voraz y a reseñas que se agradecen, pero que no pueden considerarse críticas propiamente dichas. Se agradecería muchísimo una crítica de alto nivel para reavivar, robustecer y depurar el incesante hacer de artistas y curadores cubanos. Lamentablemente, el fatalismo geográfico influye hasta en ello; el trópico insular corrompe todo muy rápidamente. Ya lo apuntaba Antonio Benítez Rojo en su fascinante ensayo La isla que se repite: para una reinterpretación de la cultura caribeña.
Comprendo que una exposición no puede agotar un tema tan complejo y rico como la abstracción cubana. Echo en falta algunos nombres importantes, como Raúl Martínez, Guido Llinás y Martínez Pedro, y percibo poca representación de modalidades como el concretismo. ¿Habrá nuevas ediciones de La construcción de silencio?
MM: En estos tiempos, cualquier intento significa un esfuerzo gigante. Pero el éxtasis cuando se abren las puertas lo amerita, si has logrado sentirte cumplido y satisfecho con la osadía realizada. Esta es una exposición hija casi del azar, como cuando llegan los hijos que no esperas; desde el minuto cero maravillosa, bendecida, y surgió de un “reto” feliz de mis colegas. Digo un reto porque fue una invitación a sembrar “algo” que fue creciendo y se hizo ambicioso, en el mejor sentido de la palabra, perfectible, como toda obra humana, e imposible sin las manos y el ingenio de mi co-curador, las buenas vibras de todos los artistas, dondequiera que estuvieron, los colaboradores con nombre y rostro sumados a los vitales y anónimos que dedicaron tiempo y arrojo a este empeño feliz.
Efectivamente, nos faltan muchos artistas de primera línea, no sólo Raúl Martínez, Llinás y Martínez Pedro. Se nota, además, la ausencia de Pedro Carmelo Álvarez, Loló Soldevilla, Wifredo Lam, Salvador Corratgé, Lidia Esther Aguilera, Rafael Soriano, Carmen Herrera, Raúl Milián, Wifredo Arcay, Juan T. Vázquez Martin, Alberto Menocal y José Mijares, entre otros que llenarían una nómina historiográfica impresionante.
Nos faltaría nombrar otros muchos que en la escena artística contemporánea han apostado por la abstracción, sin importarles los ventarrones; pero, para no pecar por las omisiones que generan mala vibra, complicaciones relacionales e hipersensibilidad, lo dejo abierto a ese hacer que sería una nueva investigación para una nueva arquitectura museográfica. Ya ves, esto sería un nuevo reto, una nueva construcción. Para ello harían falta muchos más colaboradores con deseos reales de construir.
Pienso que la muestra constituye un intento notable y eficiente para divulgar una manifestación artística que se piensa, por su carácter, alejada del gusto popular, que la halla incomprensible, cuando no “algo que cualquiera puede hacer”. ¿Cómo lograr que, pasada la inauguración, el público siga asistiendo a las salas?
MM: Es una tarea titánica la de alongar la muestra más allá de sus días iniciales. Convocamos por las diferentes redes del CDAV y las personales de los curadores y artistas, la vamos repasando diariamente por sus obras y creadores. Tanto los curadores como la institución que nos acoge, sentimos la responsabilidad social de expandir el saber y la creación. Hemos preparado en el verano talleres para niños y adolescentes todos los martes y jueves a las 11 de la mañana durante julio y agosto. Las visitas dirigidas pueden solicitarse al CDAV o a los curadores directamente, y se ofrecen con muchísimo rigor y placer.
La abstracción es una línea complejísima del hacer cultural. Como bien dices, generalmente ha sido minimizada, pero claro está que no es “algo que cualquiera puede hacer”. La museografía de esta exposición está elaborada en completa apoyatura a sus tres líneas curatoriales básicas: las joyas, el pensamiento y el gesto, que guían el discurso y sobre ellas la museografía.
En este punto de nuestra conversación quiero destacar la congruencia del diseño para la muestra, con la cual el joven y laureado diseñador cubano Claudio Sotolongo integra nómina. Hemos dedicado un pequeño espacio, cual cofre, a las joyas, obras de los abstractos cubanos de la Vanguardia que estuvieron a nuestro alcance: Sandú Darié, Antonia Eiriz, Hugo Consuegra, Pedro de Oraá y Antonio Vidal.
A ellas les sigue El pensamiento, espacio donde coexisten artistas abstractos puros con otros que no son exclusivamente abstractos, pero hemos elegido obras que han llegado a la abstracción por el proceso lógico del análisis, decantación, conceptos y la creación misma.
En esta línea curatorial tenemos a Flavio Garciandía, Eduardo Ponjuán, Diana Fonseca, Aluan Argüelles, José Ángel Vincench, Yeny Casanueva, Daniel Rodríguez Collazo, Enrique “Kike” Cabrera, Mario “Mallo” González, Alejandro Jurado, Evelyn Aguilar, Oslendy Hernández y Frank González Martínez. Es precisamente aquí donde hemos incluido el environment de Ricardo Labarca, su propuesta de hábitat como oasis sensorial del pensamiento.
Como tercer planteo, la línea de El gesto, entendido como evolución del pensamiento y apropiación del lenguaje gestual encapsulado en una obra; aquí vamos con Carlos Alberto García, José Villa Soberón, Julia Valdés, Rigoberto Mena, Enrique Báster, René Rodríguez, Alberto Herrera y Arturo Wong. Grandes nombres nos acompañan en las tres líneas. Honrarlos todos y a todos ha sido nuestra Osa Mayor.
Siempre nos quedaron “asuntos pendientes”. No está la fotografía, el grabado, los nuevos medios, pero “Las cosas no pasan, vuelven”, como hace casi treinta años me dijo alguien, y la vida me lo ha demostrado con creces.
¿Qué hacer para romper las barreras de la incomunicación entre el público cubano y el abstraccionismo? ¿Se les ocurre una estrategia?
MM: El sentido común indica que nunca tenemos una segunda oportunidad para ofrecer una primera buena impresión. Es por ello que queda prohibido rendirse. No debemos cansarnos; crear, depurar, trabajar y curar concienzudamente. Reformular las propuestas expositivas, reconocer los esfuerzos de aquellos que en pos de la abstracción tienen un camino andado. Apoyar más que competir, escuchar más que gritar, y aprender a entender hasta del silencio. La estrategia es andar el camino como dice el saber peregrino: sin prisa, pero sin pausa.
Qué: La construcción del silencio, exposición de arte abstracto cubano.
Dónde: Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. San Ignacio No. 352 e/ Teniente Rey y Muralla, Plaza Vieja, La Habana.
Cuándo: Desde junio hasta finales de agosto. De martes a domingo, 10:00 a.m.-5:00 pm.