En los pasados Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador, el nombre de una joven cubana saltó a las noticias y se hizo viral, y no solo por su desempeño en el deporte. La matancera Laina Pérez Fagundo se dio a conocer por su gesto de devolver una medalla que consideraba inmerecida, lo que le valió el aplauso de personas de todo el mundo.
Pero, ¿quién es realmente esta campeona en tiro deportivo? A punto de cumplir 35 años, Laina conversa con OnCuba sobre su vida y su trayectoria deportiva.
De Jagüey Grande a la gloria olímpica
“Los entrenadores de tiro deportivo pasaban por las escuelas primarias en mi pueblo, Jagüey Grande, para hablarles a los muchachos. Una amiga se apuntó, y la acompañé. Me preguntaron si quería hacer las pruebas… y hasta el día de hoy sigo enamorada de ese deporte”, asegura.
“Tuve una infancia feliz, siempre he vivido con mis padres y mis dos hermanos menores, hasta que ellos se casaron”, cuenta sobre su familia, en la que reconoce un gran apoyo en la vida deportiva, incluidos tíos, primos y más.
“Cuando no salen las cosas como uno quiere es frustrante, te deprimes, te decepcionas, decae la motivación. Cuando he pensado que ya no podía más, ellos siempre han estado ahí impulsándome a continuar. Ellos, así como mis amigos y entrenadores, han sido un pilar importante en la vida para seguir adelante y llevar a cabo los sueños”, confiesa.
Como todo atleta, Pérez ha tenido altas y bajas, afirma, aunque su carrera ascendente parece desmentirla un poco. Su primer evento internacional fueron los Juegos Centroamericanos de 2006 en Cartagena, donde obtuvo oro y plata. Antes había participado en casi todos los eventos nacionales de su disciplina, y después no se ha perdido ninguno de los regionales, incluidos Panamericanos, excepto los Centroamericanos en Puerto Rico en 2010.
Al sueño olímpico llegó en 2020 en Tokio, pero la pandemia y las medidas anticovid aguaron la fiesta.
“Fueron unos Juegos sufridos. Para mí haber clasificado fue una alegría inmensa, estuve doce años buscando la clasificación y la conseguí en los Panamericanos de Lima en 2019 obteniendo medalla de oro individual en la pistola de aire, pero llegó la pandemia y no pude disfrutar el proceso con la incertidumbre de si iban a ser suspendidos, y la preocupación por las muertes, incluso en la propia familia”.
Lo que vas dejando en el camino
A más de un año de la vuelta a la “normalidad”, Laina cuenta cómo es su día a día: “Entrenamiento en las mañanas y descanso por la tarde. Trato de despejar un poco la mente, hacer cosas que me gusten, pero eres atleta las 24 horas y los 7 días de la semana, porque siempre estás pensando en el deporte, en los eventos que tienes por delante, en la preparación que te espera y en los sueños y metas que te quedan por cumplir”.
Y no es tan fácil como algunos piensan, asegura. “Mientras muchos están de vacaciones, nosotros estamos entrenando”.
“Estoy becada desde los 11 años y sigo becada [en La Habana] por los entrenamientos de alto rendimiento. Por la situación en el país es complicado moverse. Desde donde entreno, en el Campo de tiro Comandante Enrique Borbonet, cerca del Cotorro, hasta la residencia en el Cerro Pelado hay una distancia considerable. Ya es complicadísimo llegar al entrenamiento y si quieres hacer algo recreativo al terminar estás agotado y tienes que buscar cómo moverte por tus propios medios, porque el malecón, el Coppelia, un cine, están muy distantes”.
Le quedan como alternativas “leer libros, oír música, ver una serie, una película allí mismo en la beca. Es muy rutinaria y monótona la vida haciendo todos los días lo mismo: entrenamiento-albergue, entrenamiento-albergue… y así es sumamente difícil mantener la constancia y la motivación”, confiesa.
Es difícil, además, compaginar la vida deportiva con la personal, dice, “porque tienes que ir dejando muchas cosas en el camino”.
“Formar una familia es complicado. No tengo hijos, no quisiera tener uno y dejarlo con mi mamá por estar entrenando. Vivo a dos horas de distancia en automóvil, pero solo puedo ir a la casa los fines de semana porque no tengo medio de transporte propio. En el albergue las habitaciones son compartidas, así que tampoco puedes tener una vida de pareja”.
“La gente piensa que ser atleta es sencillo, que tienes beneficios, que viajas y ganas medallas; pero no saben todo lo que dejas en el camino para conseguir tus sueños. Un compañero de equipo me dice siempre: ‘Si no te divierte no vale la pena’. Aunque me saque muchas lágrimas, siempre que haya un granito de alegría vale la pena”.
El valor de una medalla
Cualquier medalla tiene un valor inimaginable para un atleta, considera Laina. “Representar a Cuba en un evento internacional es un gran logro y de por sí un premio”.
Pero al llegar a la competencia “encuentras que el mundo se ha preparado, le ha puesto dinero al deporte y ha aumentado sus resultados. Compiten y entrenan con las condiciones que necesitan, y nosotros no tenemos acceso a eso”, explica.
“Practico un deporte muy costoso, requiere muchos recursos, y es difícil en Cuba mantenerse al día con las tecnologías y los implementos, el polígono de última generación, las municiones y las competencias que necesitamos. En el mundo entero se usan los blancos electrónicos y nosotros usamos de papel”.
De cualquier manera, Laina no lo cambiaría por otro. “Lo que más me atrae es que no tienes que enfrentarte a ningún contrario directamente; eres tú y el blanco de tiro. No es por apreciación de un juez; es lo que disparaste y lo que plasma el blanco electrónico”.
Durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador en 2023, Laina Pérez Fagundo obtuvo tres merecidísimas medallas; entre ellas de oro; pero trascendió aún más su renuncia a la medalla de bronce en la pistola de 10 metros aire, que le correspondía por reglamento porque el podio completo era de un mismo país, México. Pero ella no tuvo que pensarlo mucho para devolverla.
“No era una medalla mía, lo más correcto era devolvérsela a su legítima dueña”, reflexiona ahora.
“Lo que me motivó a hacerlo fue el hecho de ser atleta, saber lo que se siente en la línea de tiro, lo que se sufre para llegar al alto rendimiento y mantenerse ahí, lo sacrificada que es la vida de un deportista. Me parecía injusto y frustrante que alguien que se llevó ese premio con su esfuerzo no lo viera recompensado por un reglamento”.
Reconoce que antes de devolver la medalla, tuvo “una ansiedad muy significativa. Me sentía incómoda, no podía estar tranquila conmigo misma y fue un caos interno hasta que llegó el día”.
Pero tal vez lo que menos se esperaba fue la repercusión de su gesto. “Después de eso, ufff, por suerte yo no soy muy de redes sociales, y en competencia entro menos aún; pero todos me comentaban el boom que se formó en Internet. Yo traté de estar alejada el mayor tiempo posible porque no soy muy fan de estar en el ojo público, soy más de bajo perfil; pero se siente bonito cuando se habla bien de ti. Tuve muchas muestras de cariño en todos lados de personas que ni me conocen”, afirma.
Su actitud le valió no solo el reconocimiento del público sino de autoridades deportivas internacionales, que incluso sugirieron nominarla para al trofeo Pierre de Coubertain, que otorga el Comité Olímpico Internacional para el Juego Limpio.
De momento, aunque la vida deportiva siempre es limitada, Laina prefiere no pensar mucho en el futuro. “Mi deporte es longevo, se puede estar por muchos años, no importa la edad que tengas sino las condiciones que te permitan disparar y hacerlo bien. Espero poder estar aquí disfrutando de lo que me gusta un buen tiempo”.