Probablemente la mejor y más sintética definición de un caucus la den diccionarios como el Webster: “Una reunión cerrada de un grupo de personas pertenecientes a un mismo partido o facción política, generalmente para seleccionar candidatos o decidir una política”.
En el caso de Iowa los votantes de esta asamblea partidista, republicanos registrados, se inscriben y luego comienzan a discutir temas que van desde sus candidatos predilectos hasta los problemas más nimios con sus vecinos.
Al cabo de aproximadamente una hora escriben el nombre del candidato de su elección en una hoja y se la entregan al presidente del Partido Republicano en el estado, quien luego cuenta los votos y los presenta oficialmente.
El estado en ese momento cuenta y publica los resultados, normalmente pocas horas después de finalizada la reunión. Luego, a cada distrito se le asigna un número de delegados en función de los resultados. Al final, de aquí saldrán los 40 delegados de Iowa que acudirán a la Convención Nacional Republicana, donde se elige al candidato presidencial del partido.
El caucus de Iowa es una de las prácticas sobre las que los republicanos muestran reticencia al cambio. De un tiempo a esta parte su estatus como el primer caucus a celebrarse en el país ha sido cuestionado, toda vez que tiene lugar en un estado predominantemente rural y blanco en un Estados Unidos que, sin embargo, tiende a ser cada vez más urbano y diverso.
Pero es, por definición, una de las minas de oro de los elefantes. Un nido de votantes muy conservadores y, en particular, seguidores de Donald Trump. Es un estado pletórico de pueblos pequeños y comunidades rurales en el que aproximadamente viven 6 de cada 10 de las personas que fueron al evento. Y hay abundancia de cristianos evangélicos blancos (casi la mitad de todos los asistentes): pastores y fieles sobremanera enfáticos a la hora de apoyar a un candidato, sobre todo en lo relacionado con la posición frente al aborto.
Temperaturas árticas sobre Iowa, sede de la primera actividad por la nominación presidencial de EEUU
En un momento determinado, los líderes republicanos predijeron que la participación podría superar el récord de asistentes al evento homólogo de 2016 (unas 187 mil personas). Pero el clima en extremo frío y los casi 2 pies de nieve que llegaron a caer desafiaron ese optimismo y trajeron incertidumbre. Para aminorarla, los candidatos instaron a sus seguidores a enfrentar el clima y expresar su apoyo. La campaña de Trump envió un enlace para que los asistentes solicitaran transporte a sus distritos electorales locales. Y la de DeSantis ofreció transporte a los sitios de las asambleas electorales e incluso algo inédito: enviar hombres a palear las entradas de las casas a fin de garantizar que asistiera la mayor cantidad posible de sus partidarios.
Pero, temperaturas y mal tiempo aparte, en Iowa no hubo sorpresas. Todo lo contrario. Antes del evento el expresidente Trump estuvo todo el tiempo al frente de las encuestas y solidificó su estatus como favorito al mantener una ventaja de casi 30 puntos en la medición final de NBC News/Des Moines Register/Mediacom Iowa, publicada el sábado 13 de enero. De acuerdo con esa instantánea, el 48 % de los encuestados lo había seleccionado como primera opción con una ventaja de 28 puntos sobre Haley, quien redujo ligeramente la diferencia más o menos tradicional hasta entonces. DeSantis obtuvo el 16 %; y Ramaswamy, el 8 %
Al final de la jornada de ayer, Donald Trump obtuvo el 51,1 % de los votos, 3 puntos porcentuales más de los que marcaba la última encuesta, en números redondos. Y es un dato que debe valorarse en su hondura. No se está en presencia de un candidato “normal”, sino ante un individuo que fue llevado dos veces a procesos de impeachment mientras estuvo en la Casa Blanca y que ahora mismo enfrenta 91 cargos por delitos graves, tanto federales como estatales. Semejante expediente se volvería como un boomerang contra cualquier otro candidato, pero esto no es válido en su caso, al menos para la mayor parte de los republicanos.
Para tales actores, ese expediente es una minucia irrelevante, una manipulación de sus enemigos, una intrascendente gota de saliva en el hombro, una maniobra política para tratar de cortarle el paso al Gran Líder de MAGA. Después de todo, allí mismo en Iowa Trump lanzó, en 2016, una afirmación que a buena parte del país le puso los pelos de punta: que “podría pararse en medio de la Quinta Avenida [de Nueva York] y dispararle a alguien, y no perdería ningún votante”. Las palabras no caen en el vacío. El evento de ayer por la noche no ha hecho otra cosa que ratificarlo. Y Iowa establece la narrativa. De ahí su importancia simbólica.
Lo anterior, sin embargo, no quita que esta vez uno de los rasgos distintivos de Iowa sea haber tenido lugar en medio de una de las mayores crisis constitucionales que haya enfrentado Estados Unidos en su historia, después de que la Corte Suprema de Colorado acudiera la Cláusula de la Insurrección (Enmienda 14, Sección 3) para descalificar a Trump de figurar en la boleta de ese estado.
Después de Colorado, al menos trece estados vieron aparecer demandas de distintos actores de la sociedad civil que intentaban prohibirle figurar en sus elecciones primarias: Arizona, Alaska, Nevada, Nueva Jersey, Nuevo México, Nueva York, Oregón, Carolina del Sur, Texas, Virginia, Virginia Occidental, Wisconsin y Wyoming. Una verdadera anomalía.
El 3 de enero Trump pidió a la Corte Suprema de Estados Unidos revocar el fallo de la Corte de Colorado. Hace apenas unos días, el 5 de enero, el máximo tribunal acordó considerar el caso. Estos procesos marcarán inevitablemente, en un sentido u otro, las elecciones presidenciales de 2024.
Pero no todo fue epifanía en Iowa, donde también el ganador ha visto bailar a sus propios demonios. Y esos demonios se llaman, en este caso, los suburbios. Datos preliminares arrojan que solo 4 de cada 10 republicanos de Iowa que viven en esas áreas lo apoyaron, y que alrededor de una cuarta parte de los asistentes de los suburbios se fueron con Haley. Estas serán, sin duda, estadísticas recurrentes en los procesos por venir, en los que no todo podría ser tan claro y predecible como Iowa.
Consideraciones a un lado, lo cierto es que se rompió el corojo. La primera gran contienda multiestatal será el Súper Martes del 5 de marzo, cuando votarán 16 estados y un territorio.
Los últimos estados que celebrarán elecciones primarias presidenciales republicanas votarán en junio; hasta llegar a la Convención Nacional del partido, que tendrá lugar en Milwaukee del 15 al 18 de julio.
Mientras la fecha llega, la próxima parada republicana en la carrera hacia la Casa Blanca tendrá lugar en New Hampshire el 23 de enero.