Juana, glamour y escenario.
Juana, teatro y humor.
Juana, gracia y esplendor,
música y anecdotario.
Juana, traje estrafalario.
Una estrella negra y clara.
Una Diva un poco rara
que hizo su genio crecer
junto a Rita Montaner,
Rosita Fornés y Omara.
De “Excéntrica musical”
ella se autodefinía.
¡Qué huracán! ¡Cuánta energía!
¡Vaya artista natural!
¡Qué imagen!, siempre especial:
de oropeles y “orapelas”,
pelucas y lentejuelas,
bufandas y sobretodos,
guantes llegando a los codos.
gafas negras, finas telas.
Los cabarés de La Habana
la vieron siempre triunfal.
Parisien del Nacional,
Salón Rojo y Tropicana.
Siempre Juana la Cubana.
Siempre un show. Un (des)concierto.
Público de pecho abierto
y Juana, rara lumbrera.
En el Copa Room Riviera,
Monseñor y El Gato Tuerto.
Vestuarios extravagantes.
Dotes de improvisación.
Histrionismo. Y vocación.
Pelucas. Tacones. Guantes.
Juana después. Juana antes.
Juana al micro. Juana al piano.
Juana baila a lo cubano.
Juana logra lo imposible.
¡Vaya diva imprescindible
del vernáculo cubano!
Juana tenía un patrón,
una marca indiscutible
en sus frases. Imposible
el plagio o la imitación.
Ante cada situación
el ingenio era bandera.
Graciosa y farandulera.
Única y excepcional.
Excéntrica musical
de inigualable carrera.
Juana de las travesuras,
las parodias, los disfraces,
las ocurrencias, las frases,
los desplantes, las diabluras.
Juana de caricaturas.
Juana de apretada agenda.
Eres toda una leyenda,
patrimonio cultural
de Cuba. Un ser especial.
Una cubana tremenda.
Por todas estas razones
he creído necesario
hacer este anecdotario
en décimas. Son versiones
de distintas situaciones
en las que esta gran cubana
abrió una enorme ventana
a su mundo singular.
Mi ofrenda particular
para Juana La Cubana.
Juana y el teléfono
Mucho antes de que existiera
el móvil o celular,
llevaba un auricular
sin cables en la cartera.
Llegaba a un lugar cualquiera
sacaba el móvil, triunfal,
y de forma natural
con elegancia y con fuerzas
le daba órdenes diversas
a alguien de “su personal”.
—Ténganme lista la cena
que ya voy para la casa.
(Y el tono de fina guasa
aderezaba la escena).
Valía mucho la pena
verla con su voz de asere
dar órdenes con poderes
y elegancia el día entero:
—Díganle a mi peluquero
que esta tarde no me espere.
Y otro día con cautela
y mucha gente delante:
—Dile a mi representante
que aplace la pasarela.
—Di que no. —Ponle canela
al postre. —Fresas heladas.
—Collar de perlas no usadas.
—Cobro en yenes. —Marcha atrás.
Y otras ocurrencias más,
todas muy disparatadas.
Juana y Beyoncé
Cuentan que en el Gato Tuerto
se apareció Beyoncé
con Jay-Z y Juana fue
su anfitriona en el concierto.
Cuentan que con paso incierto
la diva quiso acercarse
y Juana, sin inmutarse,
con una mueca coqueta,
dijo: ¿Beyoncé y Jay-Z?
Bueno, tienen que esperarse.
Cuentan que con un derrame
de gracia Juana de Cuba
de pronto dijo: “Que suba
la ‘Yonse’ o como se llame”.
Juana: “Toma”. Y Yonse: “Dame”.
Bailando. Hablando. Cantando.
“Y ustedes, los ‘segurando’,
los que vigilando están,
no se vistan, que no van.
Así que vamos… ¡bajando!”.
Juana y las cervezas
Cuentan que estaba bebiendo
en un bar de mala muerte
unas cervezas (¡qué suerte!)
y otros dijeron riendo:
“Ey, Juana, ¿qué estás haciendo?”,
mirando hacia todos lados.
Y ella, a los interesados,
les respondió entre mohínes:
“Tomando unos copetines
con estos dos licenciados”.
Juana y Alicia Alonso
Dicen que fue a ver bailar
a la prima ballerina
Alicia Alonso y, genuina,
gozó el espectacular
baile. Y que la fue a buscar
y a ensalzar su poderío.
Dicen que sin mucho lío
le dijo: “Hagamos justicia.
Ya vine a tu show, Alicia,
a ver cuándo vas al mío”.
Juana y Celia Cruz
Cuentan que hasta Celia Cruz
la fue a ver en Nueva York.
Celia entre el público: honor.
Juana sobre escena: luz.
Celia y Juana a contraluz.
Juana y Celia mano a mano.
Era un “encuentro cercano”
en una galaxia ingente.
Dos estrellas frente a frente
del firmamento cubano.
Flores de varios colores,
(dicen) Celia le llevó
y Juana las aceptó
y dijo, sin resquemores:
“Ey, Celia, dame las flores
que están lindas de verdad,
dámelas sin ansiedad
y piérdete ya, por Dios,
que aquí, una de las dos
es de la Seguridad”.
Juana y Angela Davis
A inicios de los 70
con la Davis detenida
y la sociedad unida
en su defensa se cuenta
que de forma no violenta
la gente salió a marchar
y queriendo protestar
Juana soltó un solo grito:
“¡Nixon, suéltala, mijito,
y déjala vacilar!”.
Juana y un alto dirigente
Dicen que en El Presidente
estaba Juana cantando
haciendo chistes, bailando,
con mucho público enfrente
y que llegó un dirigente
y entre aplausos y compases
soltó una de sus frases
más famosas y sabidas:
“Les damos la bienvenida
a Fulano y sus secuaces”.
Juana y el embajador de Japón
Cuentan que visitó un día
la embajada de Japón
y el embajador nipón
la recibió. ¡Qué alegría!
Dicen que la compañía
no se esperaba un estrago
y Juana, con gesto vago,
sin filtro y sin protocolo,
le dijo al hallarlo solo:
“Oye, narra, dame un trago”.
Juana y los signos zodiacales
Dicen que le preguntaron
por su signo zodiacal.
Que Juana lo entendió mal
y otra vez se lo explicaron:
“Signo, Zodiaco”, aclararon.
“Géminis. Leo. Escorpión”.
Y ella, tras la confusión,
respondió con voz profunda
y seguridad rotunda:
“Ah, sí, ¡mi signo es Ostión!”.
Juana y Paco Rabal
Paco Rabal, el genial
actor visitó La Habana,
quiso conocer a Juana
y lo llevaron, normal.
Y Juana, tan natural,
Juana que nunca presume,
Juana que es Juana y asume
cuál es es su rango y su rol
dijo al actor español:
“¡Ay, me encanta su perfume!”.
Porque a ella le daba igual
echar en el mismo saco
a un Paco y al otro Paco,
al Rabanne junto al Rabal.
Juana y los políticos italianos
Cuentan que por ver a Juana,
tras solemne invitación,
llegó una delegación
italiana a Tropicana.
La contraparte cubana
conocía el histrionismo
de Juana y por eso mismo
para evitar “un error”
se le acercó el director,
no sin cierto nerviosismo.
“Juana, hay unos italianos
invitados del Gobierno.
Esto es un ‘control interno’,
los tipos no son cubanos.
Son políticos romanos.
Gente seria. Un gran honor.
Un público espectador
sinceramente especial.
No nos hagas quedar mal.
Contrólate, por favor”.
Cuentan que Juana escuchó
al jefe de Tropicana;
pero como Juana es Juana
el director insistió:
“No formes el titingó,
no los tires a relajo”.
Y ella con su desparpajo
natural dijo: “¡Candela!
¡Ay, chico, deja la muela
que yo sé hacer mi trabajo”.
Entre bombos y platillos,
Juana salió al escenario
con su elegante vestuario,
toda glamour, toda brillos.
Se los metió en los bolsillos.
Aplausos. Gritos. Te-quieros.
Erizamientos sinceros.
Y con tono popular
comenzó así a saludar
a todos los extranjeros.
“¿Qué dicen los mexicanos?
¿Qué dicen los españoles?
¿Que dicen los konsomoles?
¿Qué dicen los colombianos?”.
Cuentan que alzaron las manos
todos, felices, gozosos.
Y que tras giros graciosos
gritó a la delegación
azurra, de sopetón:
“¿Y qué dicen los mafiosos?”.
Juana y Los Cinco
Tribuna Antiimperialista.
Septiembre de 2013.
Juana en escena aparece.
Los Cinco, presos. La artista
y los demás activistas
piden libertad. Durísimos
momentos. Gritos altísimos.
Y Juana grita también:
“Yanquis, escúchenme bien:
¡suéltenlos, que están buenísimos!”.
Cuentan que alguien gestionó
(con ceremonioso ahínco)
un encuentro con Los Cinco
y que Juana lo aceptó.
Cuentan que Juana llegó,
vio a Los Cinco (todo un mito)
y Julio Acanda, bajito
le dijo: “Los Cinco, Juana”
Y ella, toda campechana,
gritó: “¡Chócala, Julito!”.