La lluvia de misiles y drones iraníes sobre territorio israelí ocurrida este sábado ha sido más demostrativa que destructora. Es, sobre todo, una muestra anticipada de que la distancia considerable que existe entre los dos países no impide una confrontación militar, sino que la envía a las nuevas dimensiones modificadas por las tecnologías, que las guerras entre las naciones tienen hoy, y tendrán cada vez más en el futuro.
Las versiones sobre lo ocurrido varían sustancialmente. Algunos reportes de prensa han mencionado, citando fuentes israelíes, que el ataque aéreo solo tuvo como víctimas dos niños, sin mayores precisiones ni seguimientos, frente a una altísima eficiencia de su Cúpula de Hierro, o sistema antiaéreo de alta precisión.
Por su parte, el servicio noticioso libanés Al Mayadeen reproduce una declaración del Comandante en Jefe de la Guardia Revolucionaria de Irán, general Hossein Salami:
“Superar los sistemas de defensa sionistas y estadounidenses en la región y alcanzar los blancos designados no fue una cuestión fácil. Pudimos penetrar los sistemas de defensa sionistas y sus aliados. Nuestras operaciones fueron limitadas y se redujeron a responder al ataque de la entidad sionista a nuestro consulado en Damasco. La operación fue muy exitosa y superó nuestras expectativas.”
A su vez, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, general Mohammad Bagheri precisó, según la misma fuente, que fueron utilizados “misiles balísticos y de crucero en el ataque a la entidad sionista. Esta operación estaba planeada contra la base aérea desde donde despegaron los aviones israelíes que atacaron nuestro consulado. Se lograron impactos directos en el ataque, que intentamos fuera punitivo y solo tuvo como objetivo bases militares.
“Estados Unidos sabía que nuestro consulado en Damasco estaba siendo atacado y fue quien dio luz verde a la entidad ocupante. Si la entidad sionista responde a la operación de Irán, nuestra próxima respuesta será sin duda mucho más amplia que esta operación. Enviamos un mensaje a Estados Unidos de que, si coopera con Israel en sus futuras acciones, sus bases no gozarán de ninguna seguridad.”
Por su parte el ministro de Exteriores de Irán, Hosein Amir Abdolahian, advirtió durante un discurso a los embajadores en Teherán que “en caso de que el espacio aéreo o el territorio de los países sean utilizados por Estados Unidos para defender y apoyar al régimen de Tel Aviv, la base estadounidense en ese país será inevitablemente atacada”.
Abdolahian dio por terminada la respuesta de su país a la agresión israelí del 1 de abril contra el consulado iraní en Damasco, en que murieron seis sirios y siete miembros de la Guardia Revolucionaria iraní, entre ellos dos generales.
Es la primera vez que Irán ataca a Israel directamente desde territorio iraní. Según el boletín del Institute for the Study of War, de Washington, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), brigadier general Daniel Hagari había confirmado tempranamente que Irán lanzaba drones y luego misiles desde territorio iraní hacia Israel. Las fuerzas militares iraníes anunciaron el inicio de la operación “Promesa Verdadera”.
“Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Jordania comenzaron a interceptar drones y misiles fuera del espacio aéreo israelí entre las 17:00 y las 18:00 ET, según medios israelíes y varias fuentes no especificadas que hablaron con medios israelíes. El portavoz de las FDI, Hagari, dijo en una rueda de prensa que Irán lanzó más de 200 drones, misiles de crucero y misiles balísticos. La Misión Permanente de Irán ante las Naciones Unidas publicó en X (Twitter) que la operación se lanzó en respuesta al ataque aéreo israelí del 1 de abril contra funcionarios de la Guardia Republicana iraní en Damasco. La Misión Permanente de Irán escribió que la operación iraní “Promesa Verdadera” “puede considerarse concluida” a las 18:00 ET. aproximadamente a las 15:30 EST del 13 de abril.”
Al limitar los objetivos de su respuesta al ataque al consulado iraní en Damasco, la acción de Irán además de su evidente fin político, ha sido una exhibición masiva de sus posibilidades para alcanzar, desde su territorio, instalaciones militares israelíes, y para comprobar la eficiencia real de los sistemas antiaéreos de defensa israelíes. Al mismo tiempo, ha puesto a prueba el alcance del apoyo de Estados Unidos y del Reino Unido, en este momento, a Israel.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, abstenerse de un contraataque contra Irán —en realidad un contra-contra ataque—, el cual podría conducir a una guerra regional de consecuencias catastróficas.
El diálogo telefónico tomó 25 minutos, y ambos intercambiaron sus percepciones sobre las circunstancias actuales en Medio Oriente. En Washington se teme que Netanyahu intente arrastrar a Estados Unidos a un conflicto más amplio. Pero, en esta ocasión, el primer ministro israelí solo obtuvo una precavida declaración de solidaridad.
Estos son, hasta el momento, los hechos.
El antecedente directo, el ataque contra el consulado iraní en Damasco, no es solo una acción criminal, sino al mismo tiempo una gigantesca irresponsabilidad.
El propósito es más que evidente. Atrapado en una de las encrucijadas más complicadas de su historia, para Israel una salida perfecta, o al menos lo más cercano a ella, sería involucrar directamente a Estados Unidos en una conflagración regional.
La huida hacia adelante de Netanyahu para impedir su defenestración, que se ha traducido en casi 35 mil muertes en Gaza, ha colocado a Israel en la situación más comprometida por lo menos desde la guerra de Yom Kippur en 1973. Una salida perfecta consistiría en hacer partícipe directo a Estados Unidos en su crisis.
Para ello, solo tiene una salida extrema, aunque parezca suicida: regionalizar el enfrentamiento militar de forma tal que haga inevitable que Estados Unidos tome parte junto a la entidad sionista. Y entre las varias maneras que tiene de hacerlo aparece como la más riesgosa, pero la más clara, implicar en ese enfrentamiento a Irán.
Una posibilidad es abrir el frente norte con un enfrentamiento con su némesis libanesa, Hezbollah. Puede ser. Es un enemigo conocido con el que ha cruzado armas en varias ocasiones. Pero con malos recuerdos. El último, en 2006, se tradujo en una penetración en el territorio libanés diferente a la de Ariel Sharon en 1982, que llegó hasta Beirut. No existía entonces una fuerza de resistencia como Hezbollah, pero aun así, poco tiempo después, en 1983, Estados Unidos perdió 241 marines en unos segundos, en la famosa voladura de sus cuarteles en la capital libanesa.
En 2006 solo pudieron entrar unos pocos kilómetros en el sur del Líbano y asesinar civiles en sus bombardeos al sur de la ciudad de Beirut.
Ya Hezbollah era en 2006 una fuerza desarrollada, pero hoy, según reconocen las propias fuentes estadounidenses, tienen un armamento superior y experiencia en el combate reciente, durante la guerra en Siria.
No parece la mejor opción. La otra posibilidad es que luego de una provocación como la de Damasco, Irán acepte el reto directo.
El análisis puede ser más amplio. Pero Israel puede tratar de aprovechar la torpeza, que conocen bien, de Estados Unidos.
Estados Unidos tiene varios de los grandes centros en el mundo de investigación y proposición de políticas sobre el Oriente Medio. Sin embargo, en sus decisiones deja con frecuencia que otros intereses, lobistas o económicos, conduzcan al país por donde no es.
Irán no es el que dibuja su propaganda. Irán es la mayor potencia de Oriente Medio. Es un país de casi cien millones de habitantes y un millón seiscientos mil kilómetros cuadrados. Es el principal reservorio mundial de gas y el cuarto de petróleo.
Tiene las mayores fuerzas armadas de Oriente Medio: unos 400 mil activos en las Fuerzas Regulares y unos 190 mil en la Guardia Revolucionaria Islámica. Posee una amplia influencia en los países con los que limita: Turquía, Irak, Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Afganistán y Pakistán.
Y no nos olvidemos: la diplomacia iraní tiene una historia de más de tres mil años, de lo que han dado muestras repetidamente, y que en los últimos años ha armado un arco chiita que iría desde Yemen hasta el Líbano, pasando por Irak y Siria. (Curiosamente, Estados Unidos han contribuido a ello decisivamente. Gracias a la guerra contra Irak y contra Afganistán, Irán se deshizo de dos verdaderas piedras en sus zapatos, Saddam Hussein y los talibanes).
Irán tiene muchos recursos para descontrolar, no solo la economía local, sino la del mundo. Pensemos nada más en el Golfo Pérsico, una de cuyas riberas es básicamente iraní. Allí tiene el control del punto más estrecho del Golfo, de entre menos de 60 y 100 kilómetros, cuya soberanía marítima comparte con Omán en la ribera contraria. Por allí pasa casi el 20 % del petróleo del mundo y aproximadamente el 35 % comercializado por mar.
Qué cierre Irán, o al menos enturbie, el tránsito por ese punto geográfico, y vaya usted al día siguiente al supermercado a comprar su comida, cuando el petróleo alcance los doscientos dólares o más. Ya me dirá.
Evidentemente, Estados Unidos, en pleno año electoral, no morderá el anzuelo de Netanyahu o, mejor, de Israel. Netanyahu es una figura política en caída libre, pero el sionismo israelí es el mismo.
Es cierto que una guerra de proporciones que pudieran ser colosales puede iniciarse, como la historia demuestra, por hechos al parecer de importancia insignificante. Pero mi consejo: evite las simplificaciones apresuradas. No será fácil arrastrar a Irán detrás de una provocación. No olvidemos lo que leí a un periodista muy conocedor de la región y de sus actores: cuando nuestros políticos juegan a las damas, en el Oriente Medio sus políticos están jugando ajedrez.
Oportuno y profundo análisis de un experto en política de la zona en conflicto.