Israel, más exactamente sus gobernantes, representantes del pueblo judío, la comunidad humana más maltratada en toda la historia, sobreviviente del holocausto que, por fin, en 1948 logró el anhelo de contar con un estado propio. Es el Israel que luego de 30 años de rechazo por los países de la región y varias guerras, en 1978, con los acuerdos de Camp Davis, comenzó a ser reconocido por ellos. Es el Israel que se ha enredado en un conflicto armado con Irán, el único estado y la única población de la región que reconoció su derecho a existir y con el cual tuvo relaciones de todo tipo durante los primeros 30 años de su existencia.
En 1988, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Yasser Arafat, el más auténtico líder del pueblo palestino, reconoció el derecho de Israel a existir y renunció a la lucha armada que abrió un camino hacia la paz que condujo a los acuerdos de Oslo, un sólido avance hacia la solución permanente del conflicto con Palestina y la paz para árabes e israelíes.
Los gobiernos de Israel, especialmente los que durante casi 20 años ha encabezado el ultra conservador Benjamín Netanyahu, inconsecuentes con los objetivos estratégicos del pueblo judío, en lugar de consolidar los resultados alcanzados, han desplegado una desaforada expansión territorial e intentan una limpieza étnica y una nueva expulsión de los palestinos, comenzando por Gaza.
En lugar de aprovechar el acatamiento árabe y palestino, incluso sus concesiones, en Camp Davis y Oslo, consolidar lo alcanzado y dar oportunidades a la paz, Israel incrementó el acoso a los palestinos y el robo a mansalva de sus territorios para asentar en ellos a los invasores, eufemísticamente llamados “colonos” lo cual, como era de esperar, alimentó la reedición del radicalismo y el regreso a la lucha armada realizada por entidades como Hamás, Hezbollah, Ansarolá y otras.
A la vez, actuando como cliente o vasallo de los Estados Unidos, Israel convirtió en política de estado la hostilidad contra el Líbano, Siria y Yemen e hizo suya la causa de Washington contra Irán que no era su causa y que lo ha conducido a lo que puede ser una guerra grande que frustre las más caras aspiraciones del pueblo judío.
La guerra que se inicia y que, por ahora, se expresa en intercambios, más bien demostraciones, pueden ser el preludio de operaciones más letales y decisivas.
Si bien debido a la distancia, Israel no dispone de accesos por tierra a Irán para sus tropas, Irán cuenta con aliados con bases en Líbano y Siria a donde puede incluso trasladar tropas propias que pueden atacar por tierra a Israel. Según se afirma en Siria hay ya 40 mil efectivos listos para entrar en combate contra Israel en su territorio. De hecho, la inmunidad del territorio de Israel que ya se ha quebrado por aire, puede desaparecer también por tierra.
Los combatientes israelíes de hoy no son los curtidos e idealistas emigrantes que en 1948 con fiereza inaudita defendieron la conquista que los llevó a tener, por primera vez en dos mil años, un hogar nacional judío, sino reservistas jóvenes que miran atónitos como un gobierno irresponsable pone en peligro las históricas conquistas de sus mayores.
Tampoco los combatientes árabes son los gendarmes que, en 1948, mandados por incompetentes oficiales, fueron derrotados por las huestes judías.
No obstante, no puede pasarse por alto que Irán deberá contar con la aquiescencia de los gobiernos de Siria y Líbano. El primero que, envuelto todavía en una guerra contra el terrorismo, con presencia extrajera en su territorio, realiza un heroico esfuerzo por sanar las heridas de la guerra, reconstruir las infraestructuras y restablecer la economía; mientras en Líbano, debido a la propia estructura del estado, el gobierno puede carecer de capacidad para enfrentar un desafío semejante.
La pregunta del momento no es si Israel responderá al ataque coheteril realizado por Irán, sino cómo lo hará.
Es poco probable que se limite a un ejercicio análogo al de Irán, en cuyo caso estaríamos en presencia de un intercambio de demostraciones sin solución de salida.
El estado judío cuenta con medios militares no inferiores a los de Irán y con el apoyo de tres potencias, una de las cuales, Estados Unidos, tiene más de 40 mil efectivos en la región, dos portaviones y sus respectivos grupos de batalla formados por buques dotados de misiles avanzados.
Si fuera cierto que Israel cuenta con armas nucleares, pudiera ceder a la tentación de rebasar decisivamente a su rival, con lo cual, por primera vez, el conflicto en Oriente Medio adquirirá connotaciones globales. De momento, ambos adversarios están asomados a un punto de no retorno. Ojalá no lo crucen. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.
https://www.cuba-si.ch/es/cuba-y-la-particion-de-palestina-ano-1947-documento-de-archivo/