Desde hacía más de un año esperaban en la capital cubana al italiano Enrico Caruso, “El rey de los tenores”. Pero la noticia no pasó de ser un anuncio periodístico, hasta que se convirtió en una certeza en abril de 1920. Un telegrama enviado por el divo al Diario de La Marina, fechado en Nueva York el día primero de ese mes, confirmaba el viaje:
“Anticipo mis saludos a autoridades cubanas, prensa y público de La Habana, donde cantaré el próximo mayo. Afectuosas expresiones al caricaturista Massaguer”.
Tal vez a muchos lectores llamaría la atención que en el escueto texto Caruso mencionara a Conrado Massaguer, entonces director de la revista Social y del Instituto de Artes Gráficas de La Habana. En realidad nada tenía de extraño; eran viejos conocidos y se admiraban mutuamente.
Al parecer el primer encuentro ocurrió en Nueva York, donde el artista de la plástica, asiduo espectador en los conciertos de Caruso, departió con él varias veces. Tenían en común la pasión por las caricaturas, pues Caruso también dibujaba.
Massaguer, por su solvencia económica y actividades empresariales y artísticas, viajaba con frecuencia a Estados Unidos. Al igual que otros cubanos aprovechaba las visitas para disfrutar de la ópera y de su gran estrella. El periodista José Manuel Valdés, en una crónica publicada en El Mundo, testimoniaba:
“Muchos eran los cubanos que veían a Caruso cada año en el Metropolitan. De ellos, un buen número se gastaba el lujo de oírlo un par de veces a fin de poder opinar cuando se hablara del tema. No pocos asistían con regularidad a las temporadas del Met, centro de elegancia y exclusividad. Haber oído a Caruso era, entre la gente de rango y dinero, un certificado de cultura y buen gusto, ocasión de frecuentar la platea y el famoso ‘diamond ring’ del Metropolitan, de figurar algunas veces al año entre los famosos ‘cuatrocientos’”.
Mi colega Caruso
El cantante fue contratado por el empresario Adolfo Bracale para nueve presentaciones en el Teatro Nacional; recibiría como pago 90 mil dólares. Con él vino un elenco integrado por María Barrientos, Ricardo Strachiari, Carmen Melis, Gabriela Besanzoni, María Luisa Escobar y el director musical Salvatore Bucito.
La revista Social, en el mes de abril, cuando anunció el acontecimiento en el artículo “Mi colega Caruso”, de la autoría de Massaguer, destacaba la faceta de caricaturista del italiano:
“Olvidando un aspecto del caballeroso commendatore: su habilidad en la caricatura. Pues Enrico, sépanlo ustedes, es un estupendo caricaturista, que podía agobiarse con Golia, su paisano, con el catalán Bagaria o con el galo Sem. Sus chargés son solicitadas por los editores y sus álbumes han producido miles de liras, que han ido a aumentar los dólares, que ha acuñado su garganta de privilegiado. Una noche en Nueva York, en plena guerra, hizo más de veinte y cuatro mil pesos de caricaturas en un bazar ítalo-yanqui de aquella ciudad (…)” [sic].
El texto fue ilustrado con retratos que ambos se habían hecho, en el hotel Knickerbocker, de Nueva York, en 1916. Massaguer quería demostrar así la habilidad del tenor y se ofrecía “como la primera víctima”. Anunciaba, además, que la revista lo nombraría redactor artístico y concluía con un toque humorístico:“¡Caruso llega! Los maridos se aprietan los bolsillos; las casas de moda terminan presurosas regias toilettes; algunos elegantes renuncian al postre por un mes; los pobres hacen sus ahorros; y algún padre de familia recuerda a Zorrilla diciendo: ¡Comendador, que me pierdes!”.
No escapó nadie
Caruso arribó a La Habana el 5 de mayo de 1920 en el vapor Mascotte, proveniente de Estados Unidos, que había zarpado en Key West. Se hospedó en el hotel Sevilla. Trajo entre sus asistentes a un chef, pues prefería comer allí. Según una crónica publicada en el Diario de La Marina, el 15 de mayo, solo había salido una vez a cenar en el Gran Casino de Marianao.
Recibía pocas visitas, a veces departía con el Marqués de la Penne, Ministro de Italia, Tulio Cestero, Andrés de Segurola, el Conde de Tamburini, Buffardi y Pieretto Bianco, sus paisanos. Y entre los cubanos privilegiados estuvo Conrado Massaguer. No perdieron la oportunidad para competir amigablemente, de acuerdo con un reporte del Diario de La Marina:
“Entre plato y plato dibuja. De sus almuerzos, prolongados por el placer de una entretenida sobremesa, saca siempre un número de caricaturas. A veces ni las enseña. Las rompe. Entre él y Massaguer se entabló hace algunos días una competencia de caricaturas. No escapó nadie”.
En el libro Masaguer, su vida y su obra, de Jorge R. Bermúdez, el caricaturista rememoraba: “El más destacado de los tenores de este siglo y admirador, me declaró cierta vez: ‘si yo no hubiera nacido con esta voz me hubiera dedicado al arte de la caricatura, que es arte y entretenimiento’”.
Por las tardes, discretamente, Caruso paseaba en automóvil. Disfrutaba la puesta del sol, la vista del mar. En cartas a su esposa le contó: “La Habana se parece a Nápoles; vieja, pero con un carácter especial porque las construcciones tienen portal como protección del sol (…) parezco caerle en gracia al público (…) Los periódicos están llenos de noticias sobre mí (…) Las gentes que me encuentran, en mis breves incursiones por las calles, me saludan y sonríen sin conocerme (…) Y todos son cordiales y amistosos conmigo, haciéndome objeto de incontables invitaciones”.
Riguroso con su trabajo, pasaba el tiempo en ensayos o reposaba, pero no pudo rechazar todas las invitaciones. Disfrutó una velada en Villa Lita, la majestuosa residencia de José Pennino y Emmanuela Salmoiraghi Pandini, en la actualidad sede del Museo Servando Cabrera Moreno.
El presidente de la República Mario García Menocal lo recibió en Palacio, ocasión en que Caruso le hizo un retrato que luego Massaguer publicaría en Social.
Massaguer, muy cercano al mandatario, pues se desempeñó como jefe de propaganda de la denominada Conjunción Patriótica, que llevó al General a ganar las elecciones, acompañó a Caruso a un almuerzo en la finca de recreo El Chico, situada en el Wajay, propiedad de Menocal. También asistió a un homenaje que le hizo al tenor el Club Rotario de La Habana, dirigido por el magnate de la industria cervecera Cosme Blanco Herrera.
El divo de los fumadores
Después que Caruso regresó en junio a Estados Unidos, Massaguer continuaría homenajeándolo en la revista Social. En ese mismo mes publicó un retrato del artista, pintado en Cuba por el italiano Conde de Tamburini.
En octubre de 1920 se rumoraba que Caruso regresaría a La Habana. Social divulgó una foto del cantante mientras tocaba piano, con esta nota al pie de la imagen: “A Enrico Caruso, por ser el mejor tenor del mundo; por ser un hábil caricaturista y, finalmente, porque a pesar de haber tenido que ensayar en chaleco en su hotel de La Habana, piensa visitarnos otra vez el próximo mayo. ¡Bracale nos oiga!”.
En febrero de 1921, Massaguer divulgaba en Social una caricatura de Caruso que tituló ‘El divo de los fumadores’ con el fin de hacerle publicidad a la marca de tabacos Larrañaga. También utilizaba anécdotas relacionadas con el tenor para promocionar las vitrolas. En esta edición, además, informaba a los lectores acerca de la salud del cantante, entonces muy delicada, e insertaba una galería de fotos del italiano:
“El cable nos trae, en momentos de cerrar la demorada edición de Social, noticias muy tristes sobre la salud del egregio Caruso. Yace muy grave, preagónico, en el lecho del dolor, donde velan inquietos su esposa e hijos. La desaparición del insigne cantante del Metropolitan será una baja inconmensurable para el mundo del arte, difícil de reemplazar. Como homenaje al amigo y artista, reproducimos algunas poses en esta página que preparamos hace pocos días para celebrar su vuelta a la escena neoyorkina”.
Post mortem
Caruso estaba en Nápoles, su ciudad natal, cuando falleció, el 2 de agosto de 1921. En septiembre de ese año, Social publicó un artículo del coronel del Ejército Libertador, el político y escritor Orestes Ferrara, natural de Italia. El texto titulado “Enrico Caruso” rememoraba su amistad con el ilustre compatriota, con quien departió varias veces en Nueva York. En esa edición Massaguer incluyó uno de sus retratos al tenor, donde aparece con un tabaco en su mano derecha.
Una ojeada a la revista Carteles, perteneciente a la empresa que dirigía Massaguer, nos ilustra también la recepción, mediante caricaturas, anuncios publicitarios, artículos y fotografías, que tuvo en este medio de información la vida y obra de Enrico Caruso.
Asimismo, en su libro Guignol, editado en 1923, en inglés y español, entre las 40 imágenes incluiría su tributo al tenor. Fue una admiración mutua, lo confesó el propio Caruso en 1916: “Massaguer es un maestro. Lo digo como caricaturista”.
Fuentes consultadas:
Jorge R. Bermúdez: Massaguer. República y Vanguardia, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2011.
Masaguer, su vida y su obra, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2017.
Carteles
Diario de la Marina
Social
Archivos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Hay caricaturas de Caruso publicadas en Cuba desde mucho antes. Recuerdo un autorretrato en El Fígaro, en 1906.