En medio de tantas vicisitudes y daños, este jueves los habaneros intentaban seguir con sus vidas. Pero las heridas del durísimo golpe del huracán no se olvidarán pronto.
El 6 de noviembre quedará tristemente grabado en la memoria los habaneros. Aunque el huracán Rafael golpeó con especial saña a la vecina provincia de Artemisa, su impacto en La Habana fue también violento.
Aunque todavía no se han compilado completamente los daños, las imágenes del día después son reveladoras, dolorosas: paredes y techos derrumbados, árboles derribados por los vientos, postes y cables en el suelo, escombros y basura dispersos por las calles…
Según lo informado este jueves por las autoridades habaneras, las primeras cuentas hablan de 461 derrumbes totales y parciales, cerca de 500 postes caídos con más de 100 transformadores afectados, y daños en la infraestructura del gas, entre otras sensibles afectaciones.
Hasta el momento no se han reportado fallecidos —como sí ocurrió cuando el huracán Irma, siete años atrás—, ni tampoco hubo esta vez inundaciones severas en las zonas próximas al litoral, pero las pérdidas son grandes, tanto para la infraestructura estatal como para las familias.
El huracán trajo, además, otro apagón general en Cuba por una nueva desconexión del Sistema Electroenergético y, con ello, más horas de oscuridad para la capital y todo el país, con las consecuencias que ello implica para las personas, para la vida.
Aunque ya este jueves algunas zonas de la ciudad comenzaban a tener electricidad, los estragos que causó el huracán en la infraestructura eléctrica habanera harán sin dudas muy complejas las labores de recuperación. Las mismas autoridades han advertido que los trabajos podrían ser demorados, aún con el apoyo de brigadas de otras provincias.
En medio de tantas vicisitudes, este jueves los habaneros intentaban seguir con sus vidas. Mientras unos regresaban a sus casas —miles debieron evacuarse— y calibraban los daños, otros volvían a las calles como parte de la impostergable supervivencia.
Proveerse de alimentos, rescatar o arreglar pertenencias, saber de los suyos, recargar teléfonos y otros equipos donde hubiera electricidad, e incluso socializar y desconectar de la tragedia, eran los motivos de muchos. También contribuir de alguna forma con la recuperación, en particular en su entorno, en sus barrios, ante el desborde que supone lo ocurrido para las fuerzas estatales.
Desde personas cargando sus pertenencias en silencio, o sacando escombros de sus casas, o cortando, machete en mano, los gruesos troncos y ramas de árboles caídos en sus cuadras, a otras cocinando en plena calle, o jugando dominó con amigos, o dando carga a sus celulares junto a un grupo de desconocidos, eran parte del paisaje este jueves en la ciudad.
Así las encontró OnCuba en un recorrido por algunas zonas de La Habana y así las mostramos ahora junto a otras imágenes de los daños causados por Rafael, como testimonio del azote de un huracán que no se olvidará pronto.