Un hecho de gran significación cultural está por ocurrir en La Habana. El próximo sábado 16 de noviembre se inaugurará la muestra Los vaivenes de la historia. Pintoras abstractas de los 50, exposición curada por Roberto Cobas y Yahíma Rodríguez, especialistas de las colecciones cubanas del Museo Nacional de Bellas Artes.
Para la ocasión se han reunido un conjunto de obras de Mirta Cerra, Caridad Ramírez, Carmen Herrera, Zilia Sánchez, Loló Soldevilla y Gina Pellón, artistas cubanas muy destacadas que ejercieron la abstracción, en sus diferentes variantes, en la Cuba de los años cincuenta del pasado siglo, y de las cuales el público y la crítica, si acaso, tienen un conocimiento muy fragmentado. De modo que Los vaivenes… cumple con el propósito de informar, pero, además, constituye una acción reivindicativa.
La década de los cincuenta del Siglo XX supone una puesta al día del arte cubano. El abstraccionismo es adoptado como lenguaje por un grupo importante de creadores, como un acto de rebeldía ante los cánones académicos. Fue en su momento arte herético, de difícil comprensión por público y crítica, que tuvo que enfrentar diversos avatares hasta ser reconocido y aceptado.
En medio de las intensas labores de montaje, abordamos a los curadores. Cobas (La Habana, 1957), vinculado al Museo Nacional de Bellas Artes desde 1982, en la actualidad es curador de la Colección de Arte Moderno Cubano (primera y segunda vanguardia, 1927-1950). Por su parte, Yahíma (Las Tunas, 1990) tiene a su cargo las colecciones Otras perspectivas del Arte Moderno (1951-1963) y Dibujo Humorístico, de esa misma institución.
Las seis pintoras incluidas en esta exposición, de uno u otro modo tuvieron reconocimiento en la década de los 50, no sólo por la calidad de sus obras respectivas, sino, además, porque fueron bastante activas en cuanto a mostrar su arte en los ámbitos nacional e internacional. Pienso que a su evidente invisibilización en las décadas siguientes contribuyó no sólo el hecho de ser mujeres —aspecto más que significativo si de exclusión se trata—, sino, además, la poca aceptación oficial, si no rechazo, que tuvo la abstracción en los primeros años posteriores al triunfo de la Revolución, y el hecho de que en su inmensa mayoría esas artistas se establecieran fuera de Cuba. En ese sentido, Los vaivenes de la historia. Mujeres abstractas de los cincuenta las recontextualiza en un ámbito tan fértil como fue la abstracción en la Cuba de esa década, y les retribuye la jerarquía que ellas tienen por el valor innegable de sus obras. ¿Tiene el Museo Nacional de Bellas Artes en sus fondos material suficiente como para ofrecer en el futuro muestras personales de algunas de ellas?
Yahíma: El Museo Nacional de Bellas Artes tiene entre sus misiones fundamentales la conservación y la exhibición del patrimonio bajo su custodia. Es por ello que constituye una prioridad para los curadores especializados en cada colección visibilizar en muestras temporales determinados fenómenos, periodos y artistas que aportaron valores medulares a nuestra cultura artística.
La colección “Otras perspectivas del Arte Moderno (1951-1963)” afronta múltiples limitaciones en cuanto a la representatividad de algunos creadores relevantes, y las razones son muy diversas. Si me circunscribo a la muestra, tenemos que lamentar la sensible carencia de lienzos de Carmen Herrera en nuestra colección, o una mayor representación de piezas de Zilia Sánchez, que nos permitirían desarrollar un proyecto de exposición personal capaz de colocarlas en su justa dimensión. Debemos mencionar, en el año 2004, a Mirta Cerra: entre lo clásico y lo moderno; y en 2007, Loló, un mundo imaginario, dos excelentes proyectos con curaduría de Roberto Cobas y Elsa Vega, respectivamente, y que asumieron el empeño de recolocar a estas figuras, porque nuestra colección así lo permitía.
La voluntad de redimensionar a estas figuras existe. Partiendo de la colección institucional, un curador puede apoyarse, ―siempre que sea preciso y viable― en colecciones públicas y privadas de comprobable legitimidad. Puede ejecutarse toda acción que favorezca la ejecución de una exposición y enriquezca las perspectivas de análisis planteadas.
¿Qué tiempo les llevó la preparación de esta muestra? ¿Cuál fue el principal obstáculo que enfrentaron? ¿Cómo piensan que será recibida por el público?
Cobas: Hemos trabajado esta exposición a partir de presupuestos de conocimientos ya establecidos, con una mayor intensidad los últimos seis meses. Yahíma Rodríguez tiene en su perfil como curadora el último período de la Modernidad, que coincide con la generación de artistas de los años cincuenta. Sin dudas, ella ha realizado un sólido trabajo investigativo en esta área.
Concebí el guión de las salas correspondientes a los años cincuenta, proyecto realizado en la última instalación de las Salas Cubanas, en 2001. Por lo tanto, este proyecto no nos tomó por sorpresa; por el contrario, lo asumimos con agrado. En mi caso particular, soy un feminista convencido, estoy a favor de la igualdad de género, y en contra de la discriminación que padecieron algunas de las artistas de esta exposición. En el caso de Yahíma, hay un doble interés, investigar a figuras relevantes de la abstracción de los años cincuenta y hacerles justicia a esas notables mujeres que sufrieron la marginación de su género.
No tuvimos que sobrepasar grandes obstáculos, excepto los normales, de selección y restauración de las obras. Todas, menos una escultura de Loló Soldevilla, pertenecen a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. En cuanto a la recepción del público, estamos seguros que la exposición despertará un notable interés, porque algunas de estas figuras constituirán un descubrimiento. Han sido poco o nada visualizadas hasta el momento por la academia y la historia del arte cubano.
Obvio que estas seis artistas no necesitan que las legitimen, pues su trabajo importante ya se ha encargado de ello. El tema fundamental, para mí, es su colocación dentro del corpus de la cultura nacional, acción que no es de responsabilidad exclusiva de las instituciones que deberían encargarse de ello. Docentes, críticos, curadores y coleccionistas pueden hacer mucho para situar sus nombres en el rico panorama del arte cubano de los cincuenta e, incluso, más acá. ¿Alrededor de esta exposición habrá charlas, debates, encuentros con el público?
Yahíma: En torno a las exposiciones que se desarrollan en el Museo se genera siempre un conjunto de acciones que propician el acercamiento del mensaje a públicos diversos. En este caso, hemos concebido una campaña de comunicación en redes sociales que aporta información específica sobre estas artistas, y sucederán, intencionadamente, los necesarios encuentros en la sala, con segmentos de público interesados en el tema.
¿Creen que el extraordinario boom de Carmen Herrera, ya nonagenaria, de algún modo beneficiará a las artistas cubanas de la década de los cincuenta hasta hoy?
Cobas: El arte cubano perdió una gran oportunidad de adquirir obras de envergadura de Carmen Herrera en 1950, cuando ella realizó una importante exposición en el Lyceum, donde exhibió una serie de cuadros abstractos de gran gestualidad. Ninguna institución cultural nacional adquirió sus obras. Herrera ya era una innovadora de la pintura abstracta en el contexto insular. Es doloroso admitirlo, pero la miopía cultural de aquellos años y la subestimación hacia la mujer lanzó hacia Nueva York a la exponente mayor de la abstracción que poseía Cuba. Su éxito tardío corresponde a su período norteamericano; no tiene ninguna relación creativa con las pintoras cubanas de los años cincuenta.
Son curadores de generaciones muy distantes entre sí. ¿Fue esto un elemento positivo o negativo a la hora de consensuar las decisiones? ¿Pueden comentar brevemente el método de trabajo que emplearon?
Cobas: Me entusiasma trabajar con curadoras jóvenes, y las experiencias han sido muy positivas. Siempre aprendo con ellas. Con Yahíma ya había trabajado en una curaduría compartida, la exposición Un paseante solitario, homenaje a Antonio Vidal, una figura cimera del arte cubano de los años cincuenta y sesenta. Colaboramos estrechamente en la selección de las obras y todas las decisiones fueron compartidas. La exposición resultó exitosa gracias al empeño de los dos. Las jóvenes curadoras tienen una mirada fértil y aprecian elementos que nos sorprenden a los que tenemos una mayor experiencia. La juventud siempre se impone y hay que respetarla cuando pone su voluntad y corazón en un proyecto cultural.
¿Cómo se forma un curador en Cuba hoy? La curaduría es, ya sé, una actividad profesional que se nutre de diversos saberes. ¿La Academia en nuestro país tiene dentro de sus programas de estudios asignaturas que se refieran específicamente al trabajo curatorial?
Yahíma: Lo más frecuente y natural es que un curador provenga de la carrera de Historia del Arte. Dentro del amplio programa de estudios de la academia se inserta la asignatura Museografía, Curaduría y Museología, una integración de saberes que ofrece los recursos esenciales para la práctica curatorial. Además, las prácticas preprofesionales, anuales, vinculan a los estudiantes a varias instituciones, entre ellas la red de galerías de la ciudad y el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Si bien los discentes no ejercen esta función a plenitud, pueden colaborar como asistentes curatoriales.
Externos a la carrera se han desarrollado excelentes cursos de curaduría. Entre los recientes debo mencionar los cursos de verano que imparte la Dra. Hortensia Peramo, que aportan una visión muy completa, tanto de la teoría como de la práctica en sí. Luego de todo lo que uno pueda absorber en la academia, pienso que finalmente un curador se forma curando, no hay escuela más eficaz.
¿Alguna próxima colaboración de curaduría entre ustedes?
Cobas: Después de Los vaivenes de la historia, no hay nada previsto. Tenemos áreas de trabajo muy especializadas. Me dedico a la vanguardia histórica cubana de los años 30 y 40. Y Yahíma, por su parte, se dedica a la investigación y exhibición de los artistas de los cincuenta, una época que todavía nos depara sorpresas. Pero la vida nos ha unido en dos interesantes proyectos y pienso que el futuro nos puede unir nuevamente en algún empeño común.
¿En qué trabajan en estos momentos Cobas y Yahíma?
Cobas: Escribo un texto para la exposición de Wifredo Lam a celebrarse en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en noviembre de 2025. Se trata de destacar su obra de los años sesenta, en particular su cuadro monumental “El tercer mundo”, y la relación protagónica del artista con la celebración del Salón de Mayo en La Habana.
En cuanto a curaduría, tengo proyectada una exposición por el 120 aniversario del natalicio de
Alejo Carpentier. El proyecto gira en torno a la relación trascendente que tuvo el autor de El
reino de este mundo con importantes artistas de la plástica cubana, como Antonio Gattorno,
Eduardo Abela, Marcelo Pogolotti, Wifredo Lam, Amelia Peláez y René Portocarrero, entre
otros.
Yahíma: Preparo para el mes de febrero de 2025 una exposición personal de Hugo Consuegra,
un empeño curatorial que creo imprescindible. En primer lugar por la dimensión de este artista en el contexto cultural de los cincuenta, y por lo poco conocido que resulta actualmente en nuestro país. En perspectiva se encuentra, también, una exposición de Sandu Darie, otro de los grandes creadores de ese periodo.
Dónde: Museo Nacional de Bellas Artes, edificio de Arte Cubano. Trocadero entre Zulueta y Monserrate, Habana Vieja.
Cuándo: Del 16 de noviembre al 19 de enero. De miércoles a sábado, de 9 a.m. a 5 p.m.; domingo, de 10 a.m. a 2 p.m.
Cuánto: Nacionales, 15 CUP; extranjeros, 125 CUP.