Cuba sigue amontonando paradojas. Hará un festival de música de vinilo —el segundo— el 13 y 14 de diciembre, en un país que dejó de comercializar tocadiscos hace más de treinta años y donde las placas de microsurcos aún son útiles al desdoblarse como manteles; o simplemente platos para pizzas calientes o portavasos; o accesorios en las paredes y estanterías de restaurantes que juegan al vintage.
En un destino menos gastronómico y más dignificante —¿un premio de consuelo?— sirven para ejercicios decorativos de artesanos que los intervienen como soportes de sus elucubraciones destinadas al mercado, o van a parar a vendedores ambulantes que animan sus rústicos bazares con las coloridas carátulas de long play.
Muchos fueron editados por la Panard (subsidiaria de Pan American Art), la revolucionaria Egrem (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales) a partir de 1964, o por firmas estadounidenses como RCA Víctor, a la cual muchos recuerdan por el perrito, Nipper, un fox-terrier que asoma su hocico en la bocina de un tocadiscos de manivela y que guarda una historia sentimental.
¿Algo más? Sí, algunas colecciones son vendidas a tiendas especializadas como Puchito’s Shop, en La Habana colonial, o toman, casi siempre técnicamente arruinadas, el destino de basureros.
Por años se han visto placas de vinilo, así sean de 78, 45 y hasta de 33 RPM, coronando las montañas de desechos sólidos. Igualmente, carátulas venidas a menos han tenido un segundo uso tapando huecos en ventanas desacristaladas.
DJ Jigüe, el líder
Al parecer, en esta isla puede faltar cualquier cosa, menos soñadores. Muchos se han largado, pero todavía quedan suficientes.
Raza inextinguible, son duros de pelar; deliberadamente confunden a Descartes con descartes; prefieren la corazonada a la certidumbre; permanecen optimistas ante evidencias deprimentes y siempre habrá gente que los siga, imantada e incondicional, como al DJ Jigüe, Isnay Rodríguez Agramonte, en ese orden si no es para uso de la burocracia.
“Me da un dolor cuando llego a un lugar y veo los discos usados como doyles o que lo cogen para pintarlos y hacen obras con él”, dice en diálogo con OnCuba en el Hotel Boutique Malecón 663, uno de los santuarios de la segunda edición del Festival Internacional de Vinilo Havana RPM (Revoluciones por Minuto).
Nacido en Santiago de Cuba en 1980, cuando la sociedad cubana perdió su virginidad ideológica con el éxodo del Mariel, Jigüe posee un apelativo que remite a un árbol de la isla, de madera dura, pesada y resistente.
En la casa de sus padres y abuelos, la música era un miembro más de la familia. “No recuerdo un día en que no estuviera encendido el tocadiscos con música sonando”, dice al rememorar la variopinta discoteca hogareña, sobre todo de intérpretes y autores cubanos.
Sus inclinaciones para la música provienen de ese ambiente cotidiano, en tanto la creación de la plataforma Havana RPM “tiene que ver con esa nostalgia que me atrapó con el pasar de los años”, aunque además se conecte con su “contexto profesional de DJ y productor musical”.
Con pesadumbre, narra que ha “visto discos de música cubana muy buenos que han sido malogrados cuando estaban intactos”.
El festival, “toda una locura”, es su criatura más mimada y cuidada. Sus esfuerzos personales, que se suman a los colectivos de su pequeña tropa de colaboradores, ven como una victoria, para nada pírrica, que Cuba posea un evento, el pionero, que se dedique a aupar la cultura del vinilo.
Es toda una rareza o una exclusividad de tribus urbanas en un país donde más del 70 % de las personas anda con un celular inteligente conectado a internet y consume la música que dictan sus ganas ignorando, muchas veces, qué es un vinilo.
Enchufados a la corriente
“La cultura del vinilo es algo que ha estado creciendo a nivel global y hemos querido que Cuba forme parte de esa red de amantes y personas que escuchan la música a través de ese soporte”, añade Jigüe.
A esa línea se adhiere la musicóloga Neris González Bello, ahora como responsable del apartado teórico del festival, que tendrá lugar en Casa Producciones, un emprendimiento que desde 2020 ella comanda junto a su esposo, el ingeniero y cantante Gustavo González, en Centro Habana.
“Este es un evento sumamente necesario en un tiempo donde el mundo se está moviendo con muchísima fuerza alrededor de este tipo de plataformas de sonido y nosotros no estamos a la par de ese movimiento”, estima la experta en declaraciones a OnCuba.
La historiadora de Los Van Van y furibunda vanvanera, como ella se autotitula, dice que Havana RPM es un esfuerzo de inserción en las “dinámicas mundiales que están imponiéndose dentro de la industria a nivel internacional”.
¿A qué atribuyes este segundo aire del vinilo: al fracaso de lo digital o a que hay muchos nostálgicos?
Creo que tiene mucho más que ver con la nostalgia, si bien lo digital tampoco demostró ser todo lo duradero que se esperaba. Creo que hay mucha música que se conserva en vinilo y no tanto así en los CD. Creo que es una mezcla de ambas: retorno por la nostalgia y por la necesidad de conservar el patrimonio de una manera mucho más segura.
Estadísticas con scratch
Introducidos en 1948 por la Columbia Records, a la cual debemos el primer LP de 12 pulgadas (el concierto en mi menor de Mendelssohn, interpretado por Nathan Milstein para violín con la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Bruno Walter), los vinilos en Estados Unidos alcanzaron el pasado año un récord con 43 millones de unidades vendidas.
La cifra superó las ventas de CD por segunda vez desde 1987. El fenómeno marcó un crecimiento de 10 % hasta alcanzar los 1,4 mil millones de dólares y representó 71 % de los ingresos por formatos físicos.
Los números ilustran la explosiva popularidad del vinilo entre las generaciones más jóvenes, particularmente entre la Generación Alpha (2013-actualidad) y Generación Z (1997-2012) .
Los analistas coinciden en que la moda se debe en gran medida a la búsqueda de álbumes recientes en ese formato grabados por superestrellas.
Taylor Swift y su álbum 1989 (Taylor’s Version) arrasó con las ventas globales de vinilos en 2023, con 580 mil copias solo en EEUU en los primeros seis días de su lanzamiento.
Una comunidad en línea para coleccionistas de discos, Discogs, reveló que álbumes de artistas como Taylor Swift, Olivia Rodrigo, Billie Eilish, Dua Lipa y Phoebe Bridgers figuran entre los más codiciados.
En el planeta, el vinilo representa ya el 43 % de todas las ventas de álbumes por volumen y más de la mitad (54 %) de las ventas de álbumes físicos.
Nada perezosos, los fabricantes se han lanzado a diversificar su cartera de ofertas tecnológicas, desde opciones económicas de tocadiscos hasta dispositivos de gama alta, dirigidos a audiófilos que saben distinguir la pulcra sonoridad extraída por una aguja de diamante o zafiro sobre la bastardía digital.
Por otra parte, los discos, como los libros, poseen una identidad frente a lo inefable del universo digital y existen como objetos que se tocan, se sienten y hasta se huelen.
Igualmente, encender el tocadiscos comporta una ritualidad en la que intervienen el sentido del tacto y del oído, y para muchos el roce de la aguja en el surco despierta sensaciones seductoras, todavía más si escuchan algo de scratch.
La Egrem no quiere quedarse atrás
Reinier Rodríguez, director de la Egrem, soltó la noticia: a partir del primer trimestre de 2025, la casa discográfica retomará las grabaciones en vinilo. Comenzará la colección con un quinteto de autores que Rodríguez no reveló.
“Lo del vinilo es una petición de nuestros artistas que llegan a Europa o a otros lugares y les piden discos en vinilo como parte del espectáculo y del contrato”, explica.
En el esquema de producción “hay un paquete de cinco discos que van a acompañar el tocadiscos. La Egrem tendrá la responsabilidad de incorporar ese equipo en el país y venderlo”, prometió Rodríguez.
En un primer momento, añadió, se planea importar fonógrafos de pequeñas dimensiones. Se trataría de un “soporte manual que puedes abrir según las dimensiones del disco de vinilo”.
Fundada en marzo de 1964, la institución atesora más de 22 mil matrices y más de 11 mil tracks, en los archivos centrales, y en sus días de gloria —años 70 y 80— llegó a ser una empresa de peso regional en la producción discográfica vinilera.
“Nosotros tenemos todos los sistemas para la conservación de ese patrimonio y en los últimos tiempos hemos adquirido equipamiento de soporte eléctrico para enfrentar los apagones”, confirmó Rodríguez en un aparte con OnCuba, y anunció que en 2025 los archivos de la Egrem serán trasladados hacia otras bóvedas con mejores condiciones.
Desde hace veinte años, representantes de la compañía estatal cubana participan en la mítica Feria de Cali, fundada en 1958, una suerte de carnaval con desfile de bailarines, carrozas y comparsas por el “Salsódromo”, donde la cultura del vinilo posee su ventana permanente y concurrida por curiosos, fanáticos, coleccionistas y mercachifles.
Bisagra estatal-privada, esta vez aceitada
“Es vital que contemos con el apoyo de la Egrem, que es una casa que históricamente atesora la mayor cantidad de vinilos en Cuba. Creo que es una alianza estratégica que hemos logrado articular desde lo independiente y lo institucional”, evalúa González Bello.
Para la mánager y productora, la experiencia es una “muestra fiel de por dónde va la Cuba de estos tiempos” y de “cómo nos estamos reinventando desde la cultura para lograr proyectos que todo lo que persiguen es preservar lo mejor de nuestra herencia y tradiciones”.
De hecho, es la primera acción de este tipo que asume la Egrem. Su director, Reinier Rodríguez, exalta el carácter inclusivo del festival, mientras DJ Jigüe testifica que han sido “recibidos sin ningún tipo de prejuicio”, brindando un respaldo institucional “en todo lo que hemos necesitado”, un comportamiento similar al mostrado por los emprendimientos privados, “respetando cada cual sus espacios y sus intereses”.
Emprendimientos como Black Tears, Malecon 663, El Gao Art, Hostal Albero Dulce y Estudio 50, “están colaborando de manera gratuita, poniendo lo que tienen para poder apoyar al festival”, emumera, por su parte, Ained Martínez Cala.
Cofundadora del Festival y de Guámpara —sello musical independiente creado en 2015—, Martínez pondera las acciones de los patrocinadores, porque “estamos hablando de gastos de producción, de alojamiento, de alimentación. El festival parte de una matriz independiente con muy poco presupuesto. Lograr esas alianzas nos favorece muchísimo y a ellos les da visibilidad”.
Por supuesto que una mano lava a la otra. Se congregarán melómanos, audiófilos, DJ, músicos, coleccionistas, profesionales de la industria internacional del vinilo en el paseo marítimo de los almacenes San José, en la ladera occidental de la bahía habanera.
En el programa aparecen artistas invitados, como los DJ Set: + Nickodemus, Future Rootz, y Ralo de Estados Unidos; Jason Palma de Canadá; D’Boys de Cuba-Canadá; Camila Aye Okun y Dayle de Cuba; y Fanquiero de Italia, entre otros.
El mercado, el boom del Buena Vista y un disco de Celia en mil dólares
Como casi todo en Cuba, dada la descapitalización de la sociedad, los mercados deben su vigor o su anemia a la demanda externa. El vinilo también.
“Hay un efecto conjunto de la crisis de los 90 con el boom del Bueva Vista Social Club que hace que los coleccionistas cubanos empiezan a caer en número, porque no es fácil heredar su patrimonio, vienen extranjeros, pagan por esas colecciones y hay presiones familiares para vender”, opina vía WhatsApp Rafael Valdivia (La Habana, 1979), uno de los más importantes tesoreros de vinilo en la isla.
El disparo de la demanda entonces fue tan alto que viajaban a Cuba coleccionistas privados de Japón o de Alemania interesados en arrasar con las antiguallas musicales de un país conocido en el mundo por sus ritmos desde fines de los años 20 con la expansión fonográfica del son.
“Esa tendencia comienza cinco o seis años después del boom del BVSC y, a la altura de 2010, hay más anticuarios que coleccionistas en Cuba buscando rarezas”, destapa Valdivia, ingeniero y licenciado en estudios socioculturales, quien se entregó al pasatiempo después de los 25 años, bajo el influjo de la tradición familiar.
Su abuelo, quien trabajó en Radio Cadena Habana entre 1949 y 1961 y conoció a figuras como Celia Cruz, Compay Segundo y Libertad Lamarque, fue un gran coleccionista de tango.
En cuanto a cotizaciones, “hay discos puntuales que han sobrepasado los mil dólares, y no necesariamente tienen que ser artistas tan famosos, ni tan recordados. Sí son de calidad, pero digamos que son rarezas. En esto se comporta igual que el mercado de antigüedades”.
Según Valdivia, para que un disco sea una singularidad deben concurrir varios factores: que sea la única grabación de un artista o una tirada muy limitada, a veces financiada por el propio intérprete o autor, en discos de 45 RPM y en ediciones no comerciales.
“Tengo referencias de un 45 de Celia Cruz que llegó a venderse en mil dólares. Se dice que había cinco ejemplares nada más. El disco de Álvarez Guedes, sello Gema, que grabó él mismo cantando ‘Recordando a Malanga’, se ha vendido por unos cientos de dólares”, comenta.
Igualmente, placas radiales que contengan grabaciones de carácter único, con grupos de gran autenticidad cultural, los septetos soneros, por ejemplo, registrados en vivo para la radio no comercial, que se hicieron muchos de ellos en la cadena Suaritos, CMBL, se han cotizado “por unos cuantos cientos de dólares”.
Asimismo, explica el experto, una camada discográfica salida entre 1959 y los primeros meses de 1961, antes de la intervención estatal de las disqueras, que se conocen como sellos privados, en número superior a los 150 —“hoy lo llamaríamos producciones independientes”— también ha sido comprada por altas sumas de dólares, algunos en más de mil.
“Siempre lo más demandado podría entrar en la órbita de los géneros que se mueven en el son, la guaracha, algún que otro mambo, o danzón de nuevo ritmo, y sobre todo el son de los septetos de los años 20. O sea, la música más auténtica es la que más cotiza en los vinilos”, establece este estudioso y a la vez protagonista del fenómeno.
Futuro imperfecto
¿Fugas patrimoniales? Valdivia lo da por descontado. “Los ejemplares se han ido en masa. El éxodo es irreversible”, lamenta, pese a que está operativa una resolución de 2022 que establece que aquellos bienes con más de 50 años de antigüedad requieren, para ser exportados, el aval del Museo Nacional de la Música.
“Hay una carencia que hace que una persona que quiera comenzar a coleccionar lo tenga muy difícil, si no imposible, porque tendría que conformarse con los ejemplares de grandes tiradas, accesibles, baratos, no siempre de la mejor calidad desde el punto de vista de su contenido musical”, estima Valdivia, quien, de cara al futuro, “cuando ya no estemos”, no distingue otra cosa que incertidumbre.
“No vemos la capacidad real de ninguna institución para manejar esos fondos. Hemos sido testigos de muchas instituciones que han terminado saqueadas”, responde apesadumbrado.
Un país con apenas tocadiscos: Conversación final con Jigüe
¿Cómo entienden o enfrentan Uds. el hecho de que en Cuba el número de reproductores de discos de vinilo debe ser estadísticamente despreciable? Es como predicar en el desierto.
Yo no diría predicar en el desierto, pero es casi lo mismo. Nosotros somos unos atrevidos, que hemos intentado romper con muchos factores y fenómenos que se dan en Cuba, en comparación con otros lugares del mundo. Esto, evidentemente, es uno de los tantos retos que tenemos: cómo nosotros logramos hacer que la gente sienta pasión por el vinilo.
¿Ves alguna posibilidad…?
Está difícil. Los reproductores de discos no se consiguen, no se importan, no se venden en las tiendas. Hay gente que todavía escucha música con tocadiscos de los años 80 y 90 que han reutilizado luego de haber sido reparados. Un número todavía pequeño y con posibilidades ya está comprando tocadiscos modernos y los está trayendo. Hay melómanos y personas que se dedican a la parte técnica que han rescatado muchos de esos tocadiscos de nuestros padres y abuelos; los reparan y los comercializan en el mercado informal.
Pretendemos acercar a las personas de ese ecosistema alternativo a que sean parte de la feria y puedan vender tocadiscos recuperados en ella. Y también promover la importación intencionada de tocadiscos por emprendedores para este mercado que consume música de vinilo en la isla.
La ola internacional ya tocó a la isla. ¿Hay músicos cubanos que han grabado en vinilo en los últimos tiempos?
Uno de los objetivos que perseguimos con el festival es motivar a los artistas a que entiendan o que conozcan que esto puede ser una manera de promover su música y de generar ingresos. Se da el caso de jóvenes intérpretes como Cimafunk, que ha hecho una carrera fuera de Cuba, que ha entendido cómo funciona el mercado y la industria musical y tiene sus tres discos lanzados en vinilo. Igualmente, Daymé Arocena acaba de sacar su más reciente disco con una edición en vinilo.
¿Qué recomendarías al propietario de vinilo con su colección, que la heredó, pero que no le tiene ningún apego sentimental y quiere deshacerse de ella?
Lo que le digo a todo el mundo: no la regale, cuídela. Y si es para vender o donar, informarse primero para saber sobre el receptor, porque son obras a las que en Cuba todavía mucha gente no les ha dado el valor que tienen, sobre todo por el desconocimiento. Por ejemplo, alguien podría tener Los Yoyis, que es uno de los discos más raros y buscados y que es de Ricardo Eddy Martínez. Ese disco sale en 300 o 400 dólares. Son precios altos tratándose de un disco en Cuba. Y ese precio es actual, tal vez en cinco años más se duplica.
Las carátulas como valor agregado del disco. ¿Qué me dices?
Una de las cosas más interesantes del disco era el trabajo de arte que se hacía para su estuche. No sucede lo mismo en la era digital. Apenas se le presta atención a eso. Con el vinilo había diseñadores y fotógrafos que trabajaban para encontrar un concepto que presentara lo que musicalmente estaba en ese disco. Son obras de arte. Y eso puedes comprobarlo revisando portadas de discos cubanos que hablan de diferentes momentos generacionales dentro del diseño y el arte gráfico en Cuba; se representaron en muchos de esos discos.
¿Cómo influye tu ejercicio como DJ en el diseño de un festival como este, que, como bien dices, es una locura?
De hecho, el festival se centra en los DJ, es su particularidad, porque entiendo que son promotores importantes para todo este mercado. Además, los DJ son los curadores, quienes te orientan en la búsqueda de música y de discos, así que juegan un papel fundamental en este ecosistema.
Entre otras, lidiamos día a día con la crisis energética. Tu festival corre el riesgo de que algunas de sus propuestas se estrellen contra un apagón. ¿Por qué tomar los riesgos?
Es uno de los muchos retos que tenemos, pero pienso que hay que hacer las cosas. Que cuando tienes sueños hay que echarlos palante y estar preparado para cualquier muro que pueda interponerse. Pienso que hay que tener una visión hacia el futuro y no solamente en el ahora. Sé que hay que tener los pies en la tierra, pero yo no creo que como país y sociedad vamos a estar en la misma situación por toda la eternidad. Y si podemos construir cosas que en el futuro puedan ser provechosas y tener un impacto positivo dentro de la sociedad —y dentro de la juventud, sobre todo— desde el punto de vista cultural, que es lo que más me interesa, hay que hacer un festival como Havana RPM.
¿A qué velocidad se mueve La Habana… A 33, 45 o 78?
Eso, mi hermano, está duro. Yo creo que está a más de 100 RPM.
Post Scriptum
Patrocinado por el sello ronero Black Tears, una alusión al clásico de Miguel Matamoros Lágrimas negras, un bolero son de 1929, el festival lanzará los tragos Atrevimiento, dedicado a Irakere, en su aniversario 50, y Chirrín Chirrán, en homenaje a los Van Van por su aniversario 55.
Esas fantasías de cantina basadas en sendos éxitos de tales superbandas, bien pudieran ser parte de la caja de velocidades instalada en el alma de cualquier vinilero. ¿Alguien se atreve a negar que la nostalgia obedece al movimiento del tiempo? Con scratch incluido.