Durante las primeras décadas del siglo XX, inmigrantes gallegos, asturianos, canarios, italianos, alemanes y franceses, entre otros, crearon sus casas sociales en la capital cubana. Sobre las hispanas se ha escrito bastante; las demás no han tenido igual suerte. Así le ocurrió, por ejemplo, a The American Club, situado en Prado y Virtudes.
Su historia comenzó en 1899, cuando se estableció en La Habana el United States Club, fundado por Samuel Myers y David Echemendía, ex-sobrecargo del vapor Plant S. S. Line.
Funcionó entonces como hotel para los oficiales del ejército estadounidense de ocupación. Pensaban los emprendedores que al instaurarse la República prestaría este servicio a la población civil, sobre todo a la avalancha de empresarios de Estados Unidos que arribaría con el fin de invertir en la economía.
El inmueble se hallaba en la esquina suroeste de la calle Virtudes y el Paseo del Prado, que fue rebautizado entonces como Paseo de Martí; en la época colonial había recibido varias denominaciones: Alameda de Extramuros, Paseo de Extramuros o Paseo de Isabel II.
El proyecto de Samuel y David duró 18 meses y les fue bien con el negocio. Sin embargo, al constituirse el Club de Oficiales en el Campamento de Columbia, en Marianao, fue perdiendo su clientela. Para salvarlo de la quiebra, los propietarios intentaron reorganizarlo sobre bases sociales, vendieron acciones, pero no dio el resultado esperado y tuvieron que cerrarlo en el otoño de 1900.
La colonia estadounidense iba aumentando y añoraba un sitio para reunirse. La intención de fundar un club tomó fuerza en el verano de 1901, respaldada por hombres de negocios de la nación norteamericana residentes en la isla. Un suceso inesperado aceleró los planes. Así lo develaba un cronista de la revista Social, en 1938:
“Pero idea que no se arraigó hasta el asesinato del presidente McKinley, en septiembre 6 de 1901, mientras visitaba la Exposición Pan-Americana en Buffalo. Cuando la noticia de la muerte del Presidente llegó a La Habana, publicó un manifiesto el Gobernador Leonardo Wood participándola. El General Wood declaró a la prensa que sinceramente lamentaba la falta de una organización americana en La Habana que se hiciera cargo de las ceremonias en honor y a la memoria del Presidente mártir”.
Motivados con este reclamo en el café Europa, en Obispo y Aguilar, se reunieron Tillinghast L. Huston, William M. Talbott, Frank Bowman, Walter M., Daniel, Arthur E. Lee, William A. Varty y Joseph F. Darling. Decidieron crear el Club y de inmediato lo informaron al Gobernador, quien les brindó toda la ayuda que necesitaran.
Las primeras asambleas se realizaron en la oficina de William A. Merehant, ubicada en la calle Empedrado No. 30. Cada asistente llevó una lista de las personas que merecían ser socios fundadores. La junta directiva, integrada por el Coronel Houston y Joseph Darling, consideró que de las 120 personas propuestas solo 74 serían admitidas.
Inauguración
La reunión donde quedó constituido oficialmente ocurrió en el Hotel Pasaje, el 21 de octubre de 1901. Ocupó la presidencia W. A. Merchant y la secretaría, Joseph Darling. Acordaron que el nombre de la institución sería The American Club of Havana.
El primer local que acogió al centro cultural se hallaba en Prado 118; allí con anterioridad había radicado el café Delmónico, según la revista El Fígaro. Fue inaugurado a fines de diciembre de 1901 durante la recepción a oficiales estadounidenses de la Escuadra Naval del Atlántico, evento presidido por Leonard Wood, Gobernador General de Cuba. Una gacetilla de la revista citada reseñó el acto:
“Los iniciadores de esta fiesta la llamaron Smoker, un término que no tiene equivalente en castellano, a menos que no sea para hombres solos. Esto fue probablemente inevitable, debido a lo limitado del local. En cumplimiento del plan concebido, este tuvo un éxito completo. Hubo en abundancia refrescos, profusión de tabacos, buen servicio, la mejor música posible, buen canto, cordialidad y entusiasmo sin límite”.
En 1906 los socios adquirieron el edificio de Prado y Virtudes, No. 83, y en 1919 compraron el inmueble contiguo. Ambos, desde entonces, fungieron como sedes de la sociedad de instrucción y recreo.
Aquella era una zona privilegiada donde antiguamente residieron familias aristocráticas. Con el desarrollo alcanzado en la nueva centuria tendría mucho movimiento. Comentaba un cronista de la revista Social, en 1938, que por allí “cruzan todos los automóviles en las tardes, desfilan las paradas militares, se desarrollan los paseos de carnaval, y circulan los turistas en máquinas con el fuelle bajo para que del cielo a la tierra no sé les escape ningún detalle”.
Restauración
En 1935 los socios acordaron restaurar y embellecer el añejo inmueble del Club “sin alterar sus simples líneas de casa colonial”. Aprobaron un proyecto de los arquitectos Ricardo Mira y Miguel Rosich, los mismos que habían tenido a su cargo el diseño del famoso edificio López Serrano, en El Vedado.
La decoración del bar la realizó, con un tríptico, el artista de la plástica y publicista Conrado Massaguer, director de la revista Social, muy vinculado al empresariado estadounidense.
La terminación de las reformas sucedió en 1938, cuando dirigía el Club George Foster, quien también se desempeñaba como Presidente de la Compañía Litográfica de La Habana S.A.
En su interior tenía, además del bar, un salón de sesiones y otro de lecturas, dos comedores, salón de recibo para damas, sala de juegos, un pequeño salón y un gimnasio en la azotea. En la remodelación, enseres y el nuevo inmobiliario invirtieron $50 mil pesos.
El emblemático Paseo del Prado acogió otras casas sociales, verdaderas joyas arquitectónicas: el Centro de Dependientes (actual Escuela Nacional de Ballet de Cuba), el palacio del Centro Gallego (Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”), el Centro Asturiano (Museo Nacional de Bellas Artes). Aunque más modesta fue la sede del The American Club, tuvo notable importancia para una comunidad influyente en la vida socioeconómica y política de Cuba hasta 1959. Así lo reconocía la revista Social, en junio de 1938:
“Ha llegado a constituir el más distinguido y frecuentado lugar de los hombres de negocios cubanos, americanos, ingleses y de cuantas personas hablan inglés, deseosos de gozar de su ambiente severo y a la vez cordial, en la amplitud de sus salones bien ambientados, dentro de la atmósfera colonial de su arquitectura, conservada cuidadosamente en la antigua casona de labrada cantería”.
Personalidades connotadas del mundo empresarial formaron parte de la directiva del The American Club. Fueron presidentes, por ejemplo, los financistas Edmund G. Vaughan y W. A. Merchant, máximos ejecutivos del Banco Nacional de Cuba.
Integrantes de esta sociedad crearon el legendario Country Club Park, en Marianao, con capacidades de alojamiento y áreas para la práctica de deportes al aire libre:
“Encabezando a aquel grupo de inversores anglosajones residentes en la isla estaba Frederick Snare, presidente de una de las mayores constructoras del país. Junto a Snare se encontraban otros socios del American Club ―con sede en Prado y Virtudes― como los señores Thrall, Johnson, Lychenheim, Huston, Alleyn y Horter, quienes aportaron alrededor de quinientos dólares cada uno como fondo inicial del Country Club de La Habana”
En el American Club también celebraron competencias deportivas. Allí el campeón de boxeo Bernardino San Martín perdió su título frente al chino Víctor Tomás Achan, en 1912. La sociedad se mantuvo activa hasta que triunfó la Revolución, en 1959.
Fuentes consultadas:
El Fígaro
Social
https://bushindojo-cuba.blogspot.com/2010/02/artes-marciales-japonesas-en-la-habana.html
https://fotosdlahabana.com/el-country-club-de-la-habana-golf/