En el dossier de artista de Clara Massó (La Habana, 1997) puede leerse, a modo de declaración:
En mi obra desarrollo la naturaleza conceptual y liberadora del proceso creativo, enraizado en la búsqueda de mi esencia a través de gestos artísticos. Este enfoque introspectivo ha infundido a mi trabajo un carácter obsesivo, cíclico y ontológico, que se manifiesta mediante plataformas diversas, como la pintura, el dibujo, el video, la instalación y los nuevos medios.
Entre 2013 y 2017 cursó la Academia de Arte San Alejandro. En 2023 se licenció en Artes Visuales en la Universidad de las Artes, donde hoy imparte la asignatura de Nuevos Medios.
Ha realizado tres muestras personales: Pensamiento lateral, 2017, Galería Casa 8, que constituyó su tesis final de grado para la licenciatura en la UA; Nada, 2023, ONA Galería, e Inventario, 2024, Fundación Ludwig de Cuba. Su obra, inserta en exposiciones colectivas, ha podido ser apreciada, además, en Estados Unidos y España.
Su arte, que bordea lo autorreferencial, se dirige hacia la indagación y reafirmación del yo. Incluso en aquellas ocasiones en que la temática y su forma de expresión intentan interpelar la sociedad que la contiene, la mirada es inclusiva, desde adentro. Pienso que Clara dinamita el viejo adagio binario de “eres parte del problema o eres parte de la solución”. Ella, tal como la leo, es parte del problema y también de la solución.
Entre la Academia de San Alejandro y la Universidad de las Artes cursaste 9 años de enseñanza. ¿Qué te ofrecen los nuevos medios que no hallabas en los llamados géneros tradicionales —pintura, dibujo—? ¿Crees que el soporte condiciona el contenido?
Antes que todo, debo destacar que no me considero una artista de los nuevos medios. Sería pretencioso e ingenuo definirme como tal. Aún más desacertado si parto del hecho de que los medios, cualquiera que fuesen, son, para mí, un mero lenguaje a usar, dependiendo de la obra que me ocupe en el momento. Sí, tengo una afinidad con lo que se conoce como medios no tradicionales, pero al final es la obra quien dice la última palabra. Un soporte erróneo puede atentar contra la pieza; por esta razón trato de no apresurarme en producir y respetar, en lo posible, lo que cada una requiera. La diferencia entre pintura e instalación es evidente, el quid del asunto es saber juzgar cual realmente necesita la obra en cuestión.
Durante mi formación —bastante satisfactoria debo destacar—, tuve la suerte de contar con excelentes profesores y artistas, que en su mayoría coincidían en un axioma fundamental: no es el qué, es el cómo. Esta afirmación de simpleza aparente me persiguió durante toda mi docencia y me continúa acechando a la hora de crear. “No existe nada nuevo bajo el sol” fue el primero de incontables jarros de agua fría. En esa búsqueda del cómo me encontré con los nuevos medios (que ya no son tan nuevos), y digamos que se sintió natural el continuar por ese camino, el proceso fluyó orgánico; y en el minuto exacto que no suceda así, supongo que mi obra transmutará en otra cosa. Espero, ansiosa, ese momento.
Hay una errónea concepción de lo que se entiende por nuevos medios. El videoarte y las proyecciones no entran, como tal, en sus variantes, al igual que el uso de equipos analógicos, como puede ser un TV, siempre depende de cómo sean abordados. Pero, en esencia, se trata de toda obra de arte creada con tecnología; aquí entra la programación, la robótica, la inteligencia artificial, el video mapping, el 3D.… Poseo algunas obras que coquetean con el terreno, como E.D.E.N (Enajenación Directa Estimulada por Necesidad), 2017; Fiesta de sol y verano, 2023, y El loco (The Fool*), 2024; pero mi trabajo no es fiel exponente de los nuevos medios, como si son las obras de artistas como Fidel García, Néstor Siré y Yusnier Mentado.
En parte no fue una decisión honesta seguir por esta vía, ya que me motivó mucho la escasez de representación femenina en Cuba dentro de los llamados nuevos medios. Hoy la carencia material se ha extendido a cualquier género, es este, en particular, es un soporte muy difícil para el contexto en el que vivimos, pero eso también le añade contenido al asunto. Hay cierta soberbia en el proceso, conseguirlo a como dé lugar, un acto muy cubano de mi parte. No me refiero solo al aspecto técnico o efectista; al ser un soporte completamente anacrónico para el contexto donde se desarrolla, justo se convierte en el lenguaje ideal.
Comenta tu proceso de creación. ¿El tránsito hacia la obra concluida tiene para ti más importancia que la obra misma?
Luego de conocer un poco de mi trabajo, pensarías que lo primero que aparece es la idea, pero no es así. Prima el sentimiento de que algo se está cocinando, un sistema de asociaciones; por esta razón hago hincapié en respetar el proceso, si lo fuerzo no sucede, o por lo menos no de la manera más feliz, y tiene tanta importancia como la obra concluida. Quizás por esto no tengo una producción tan vasta. Hay obras donde este momento carga más protagonismo que en otras, o se hace más obvio, por así decirlo. En Nada (2020-2025), la obra es el proceso de investigación, selección y edición de la misma; no obstante, Retrato de familia (2023) tuvo una evolución sutil y no se aprecia casi de forma física en el resultado final. Ambos caminos, válidos; ambos, con igual relevancia.
Con frecuencia revisito mi propio trabajo, tanto desde lo técnico como desde lo teórico. Al también formar parte de esa ecuación, me gusta explorar cómo cambia la misma pieza bajo diversos contextos, un contexto que soy yo, así que es muy común en mi producción encontrar la misma obra ejecutada de maneras diferentes, creando una pluralidad de piezas que son y no son una, pero que responden a un mismo proceso creativo.
Entiendo que los aspectos relativos al género y la racialidad están en un primer plano entre tus preocupaciones existenciales. A partir de esto, relátanos el camino mediante el cual llegaste al video-arte El ojo del amo. ¿Qué distancia detectas entre tus propósitos iniciales y lo que finalmente quedó plasmado?
El ojo del amo surgió como parte de mi proyecto de tesis que, como mencionas, giraba en torno a disputas existenciales. La racialidad y el género no se pueden desvincular de mi trabajo, si soy negra y si soy mujer, pero mi discurso no está construido sobre estos conceptos; aunque fundamentales, no son el epicentro. Mi investigación intenta tocar temas relacionados con la identidad, con lo “humano”. ¿Qué soy más allá de mi raza y mi género, de mi contexto, de mi crianza?
En ese momento recién comenzaba a jugar con las prótesis y la visualidad ortopédica. Me atraía la noción de poder corregir la estructura de cualquier concepto, aun si fuera abstracto. La cercanía que tiene con la sensación represiva me llevó finalmente a elegirla como soporte para esta obra, así como de Pneuma (2023). Otro elemento que me motivaba era la posibilidad de personalizar un proceso deshumanizante. ¿Cómo hacer tuyo algo que mediante su uso te aleja de lo que eres tú? Me pareció divertido. Es de hecho una postura que normalmente asumo, ese marcar el teléfono, los espejuelos, las carteras, manía común para quien tiene muchos hermanos. El afán de individualizar todo, incluso el dolor. Ya el resto vino por su propio pie, en mi cabeza las prótesis y las cuentas chaquiras simplemente tenían sentido, para finalizar un video que documentara el uso del objeto final.
En la pieza la frase “negrita de salir” es un componente que sobresale, la expresión es usada en el contexto cubano para designar aquellas niñas negras que no lo parecen, ya sea por la dilución de rasgos (facciones finas como también se le conoce) debido al mestizaje, al nivel intelectual o la proyección social. Visto así es comprensible que su lectura se dirija hacia lo racial. Ahora, existe otra frase que debido al ángulo del video no es visible, pero en la interacción directa con el objeto se lee: “para ser bonita/artista hay que sufrir”; no obstante, debido al diseño cromático lo primero que se entiende es: “para ser hay que sufrir”. El paralelismo entre los lazos y dolorosos procedimientos estéticos y la construcción de una identidad, me parece irónico, no hay nada de orgánico en ninguno de los dos.
Una obra tuya que me parece esencial por su capacidad de síntesis y alta densidad conceptual, es la instalación El camino hacia arriba y el camino hacia abajo. Hoy día, los productos de black beauty han desplazado al “peine caliente” usado para alisar el cabello de las mujeres negras. Quiero decir que ya no es una práctica tan abrasiva. ¿Hay para ti en ese acto una desestimación —por decir lo menos— de la belleza de la mujer negra, un afán de mimetismo y aceptación de un canon estético dominante?
Podría pensarse que el alisado de cabello actual no es una práctica tan abrasiva en comparación con la de hace 30 años, pero en realidad no ha cambiado en absoluto. He experimentado de primera mano cada práctica, técnica o químico en búsqueda del “ideal estético”, y todos ellos resultan invasivos. El camino hacia arriba y el camino hacia abajo, uno y el mismo camino… fue la definición que utilizó Heráclito para describir cómo todo procede del fuego y todo retorna a él. Esta reflexión me pareció poética para entender mi relación con mi cultura y mi herencia. Este hierro incandescente se muestra como un trofeo y como verdugo. Dichas prácticas fueron, durante mucho tiempo, inherentes a la cultura familiar cubana. El peine pasaba de madre a hija, y de hija a nieta.
Para saber si existe un acto de desestimación de la belleza característica de la mujer negra, primero debemos definir qué es la mujer negra. Entonces, ya no estamos ante un problema estético, sino ante una cuestión de identidad cultural. No hay acto degradante siempre y cuando exista conciencia de ello. Con frecuencia soy atacada por continuar alisando mi cabello, y me parece un fenómeno interesante. Antes, la discriminación recaía sobre quienes conservaban su cabello natural; hoy, me han tildado de ingenua o, más grave aún, de no representar adecuadamente mi cultura. El nuevo “activismo” sobre la belleza natural de la mujer negra no necesariamente está llevando a una reivindicación genuina de la cultura, y tristemente a veces se convierte en una moda o una tendencia de nula profundidad.
¿De qué modo tu pieza Guava se opone a los estereotipos a los que es sometida una “artista negra y caribeña”? Comenta esta obra. Relata brevemente cómo llegaste a su realización.
Les tengo pánico a los espacios comunes, y es muy triste descubrir que si no te pueden encasillar o no perteneces a ningún nicho no sobrevives en el medio. Esta pieza surgió medio en broma, medio en serio. En respuesta a esta aversión en particular, nada contestatario, una simple nota al pie. ¿Cuál se supone que es mi función como artista negra y caribeña? ¿Mi trabajo debe ser más negro, más caribeño? ¿Debo verme yo más negra, más caribeña? ¿Qué se supone que significa eso?
El audiovisual tiene una duración de 00:03:53 pero se hace eterno. Al ritmo de Siempre en mi corazón, del maestro Ernesto Lecuona, los primeros ochenta segundos de la versión a piano de este tema se repetirán en un loop infinito acompañando el video. Al ser la obra enteramente en cámara lenta y en alta resolución, gestos, acciones y detalles físicos se muestran anacrónicos. En sí, cada elemento busca tocar temas familiares como la mulata, la fruta, la sonrisa, pero siempre de la mano de una sensación de extrañeza. Deseaba crear una especie de anticomercial de la cultura cubana. La suma de la guayaba como centro de la producción fue concebida desde un inicio, se presenta como un símbolo de la construcción cultural misma. Disfruté mucho la producción de esta obra; siempre hay alguien dispuesto a dejar caer un saco de guayabas sobre tu cabeza. Lo recuerdo con mucho cariño.
¿Te has sentido discriminada alguna vez? ¿Consideras que la sociedad cubana aún muestra rasgos racistas?
Por supuesto. La sociedad cubana, institucionalmente, se encuentra “libre” de racismo, pero hay un remanente que persiste en un grupo más conservador, por ejemplo, en el interior del país, cierto rango etario, donde no te discriminan abiertamente, pero no eres bien vista del todo. Parte de esto se puede apreciar aun en el vocabulario popular: “tenía que ser negro”, “pensar como los blancos”, “blanquita sucia” o la misma “negrita de salir”. Inofensivo, podrías pensar; o cuando me dicen en mi cara “sí, pero tú eres más blanca que muchas blancas que conozco”. ¿Por qué? ¿Por limpia? ¿Por educada? Entonces en sus cabezas no cabe el concepto de negro limpio y educado. La condición jocosa del cubano lo disfraza, pero no deja de ser una agresión.
¿El arte en ti es una fatalidad —algo que va a darse inexorablemente— o un oficio el cual pudieras ejercer o no, de acuerdo a las circunstancias?
Me encantaría darte una de esas respuestas románticas como que lucharé por mi arte contra viento y marea, pero cuando estás en este mundo entiendes que la otra alternativa es más común de lo que se cree. Es un camino muy difícil, que conlleva sacrificio, inversión económica, tiempo, obsesión. Si se dará bajo cualquier circunstancia no lo sé, pero no me visualizo haciendo otra cosa, no por ahora. Pregúntame dentro de cinco años, quizá mi respuesta cambie.
¿Reconoces influencias en tu obra hasta este momento?
Hace muchos años, compartiendo en una de mis clases con el artista Fidel García, nos comentaba cómo él no consumía casi arte, y sus mayores referencias se encontraban fuera de nuestro campo. Desde aquí comencé a digerir de forma más lúcida mis antecedentes. Consumo muchos audiovisuales: TV shows, cine de autor, animación, anime, mucho anime. Las máquinas y las prótesis vienen de mi relación con producciones como Akira (1988) o Ghost in the Shell (1995). Es tan importante para mí Nam June Paik como Kim Ki-Duk. Con el arte cubano me sucede igual: Sara Gómez y Luis Gómez poseen la misma relevancia. Ojo, no comparo la relevancia cultural de uno o el otro, sino que hablo de la influencia directa, reconocible en mi obra, de estos autores.
Sacaste la Licenciatura en Artes Visuales en 2023, e inmediatamente comenzaste a trabajar como profesora ¿No es mucha responsabilidad para una recién graduada? ¿Estaba en tus planes enseñar a ese nivel? ¿Cómo manejas la relación alumno-profesor cuando hay muy poca diferencia de edad entre tú y ellos?
El profesor Ramón Cabrera Salort supera mi edad por casi medio siglo; el joven artista Milton Raggi, por tan solo siete años. Ambos, excelentes profesores. En nuestro campo la experiencia pesa más que la edad, así que conocí a profesores jóvenes que me dieron muy buenos consejos. A lo mejor la poca diferencia de edad les hacía percatarse de qué necesitaba, reconocían un proceso por el que hace poco habían transcurrido. Dayana Trigo era más joven de lo que soy ahora mismo cuando me dio clases, y Rafael Villares es uno de los mejores profesores que he tenido. Aspiro a una carrera como la que han desarrollado ellos, y considero que el ejercicio docente influyó en su evolución. Ejercer de profesora es otro paso en mi aprendizaje, solo espero ser la mitad de útil de lo que fueron ellos para mí.
Si tuvieras la posibilidad de coleccionar arte cubano de cualquier época, ¿quiénes serían los diez artistas que no podrían faltar en tus paredes?
Félix González-Torres, Belkis Ayón, Wifredo Lam, Carmen Herrera, Manuel Mendive, Ana Mendieta, Eduardo Ponjuán, Carlos Martiel, Rocío García y Carlos Garaicoa.
¿Cuáles son tus planes para un futuro mediato?
Producir. Me gustaría ir depurando mi trabajo, eliminando muletillas y manierismos, pero no es tan sencillo. Eso solo lo provee el trabajo constante, prueba y error. Ya de por sí es una tarea titánica que me mantendrá ocupada durante mucho tiempo. Tengo proyectos en mente, pero eso te lo diría cualquier artista. Algo se está cocinando, no puedo definir qué será, pero por ahora me limito a disfrutar del proceso.
*Se refiere a la carta del Tarot.