David Lynch, uno de los colosos del cine estadounidense que captó ángulos oscuros de la modernidad en su país, falleció este jueves a los 78 años.
Hace un par de meses, el artista había caído en un estado de semipostración debido a un enfisema pulmonar que le impedía caminar unos pasos sin asistencia, tras décadas de fumador compulsivo que finalmente pasó factura a su existencia.
“Hay un gran vacío en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él diría, ‘mantén la vista en el donut y no en el agujero'”, evocó metafóricamente un comunicado de la familia en su página oficial de Facebook, en el que anuncia el fallecimiento del cineasta en la ciudad de Los Ángeles.
Desde la intriga sadomasoquista Terciopelo azul (1986) hasta el thriller lésbico Mulholland Drive (2000), Lynch se convirtió en un cineasta mundial de culto con sus inquietantes retratos de la vida estadounidense que influyeron a directores como Quentin Tarantino o los hermanos Cohen, resaltó un reporte de la agencia francesa de prensa AFP.
Precursor con Twin Peaks de las ahora absorbentes series televisivas en streaming, Lynch fue nominado al Oscar en cuatro ocasiones, pero solo se llevó a casa una estatuilla honorífica, en 2019.
Nacido en el norteño estado de Montana e hijo de padre científico y madre maestra, descubrió su pasión por el cine en la facultad de Bellas Artes de Pensilvania en los años 70, donde empezó a pintar y rodar cortometrajes.
Fascinado por personajes extraños, repulsivos y marginales, casi todos víctimas de la biología o de la sociedad, Lynch se catapultó al estrellato de Hollywood con El hombre elefante, dramatizando la trágica vida de Joseph Merrick, que nació con una grave deformación física.
Después de adaptar la célebre novela de ciencia ficción Dune, que fracasó en la taquilla y cuyo resultado él mismo rechazó —pero que años después ha sido considerado un filme de culto—, Lynch retomó la senda del éxito con Blue Velvet (Terciopelo azul), que además marcó el comienzo de una relación sentimental de cinco años con la estrella de la película, Isabella Rossellini.
De acuerdo con la crítica, su obra más influyente fue Twin Peaks. Ambientada en el ficticio pueblo de igual nombre, en el estado de Washington, cerca de la frontera con Canadá y llamado así por sus altísimos pinos, la historia comenzaba con la recuperación en un lago de una bolsa para cadáveres en la que había una joven.
A lo largo de ocho episodios se fue instalando una extraña normalidad y el asesinato de Laura Palmer quedó sepultado bajo capas de misterio.
Fue un éxito en su primera emisión en la cadena ABC y formó parte de un gran año para Lynch, quien también se llevó el primer premio en el prestigioso festival de Cannes con su road movie Wild at Heart (Corazón Salvaje).
También filmó The Straight Story para contar la historia real de un hombre que fue en su cortadora de césped de Iowa a Wisconsin, unos 500 kilómetros de distancia, para visitar a su hermano enfermo.
En 2006 puso punto final a su carrera en los platós con Inland Empire, un sombrío retrato de Tinseltown —un término coloquial que se utiliza para referirse a Hollywood y sus excesos y superficialidad— protagonizado por una desquiciada Laura Dern en el papel de una actriz abatida.
Con cuatro hijos y cuatro matrimonios a cuesta, pero a menudo ausente como figura paterna, consumido por su trabajo, Lynch confesó que “hay que ser egoísta. Y es algo terrible”.
En las últimas décadas exploró la fotografía y la canción hasta convertirse en un defensor de la meditación trascendental.
Más allá de su celebridad como director de cine, Lynch —también un cafeinómano— solía sentarse dos veces al día desde 1973 a repetir un mantra durante 20 minutos.
Otro de sus rituales fue emitir un “parte meteorológico” en línea de un minuto de duración desde su casa de Los Ángeles, que muchos siempre tomaron como una extravagancia más del cineasta a quien una actriz como Naomi Watts, quien protagonizó su obra magna Mulholland Drive, lo recuerda como “un hombre curioso y radiante de luz”.