Las intervenciones en la Mesa Redonda de ayer 29 de enero de 2025 sobre la dolarización parcial de la economía vuelven a llevarnos a insistir sobre concepciones que hemos venido exponiendo por años.
La economía cubana necesita con urgencia —ya es difícil afirmar si hay tiempo o no; debemos considerar que sí— una reestructuración fundamental e integral.
Cualquier medida que se tome por fuera de este marco es ineficaz; cuando más, soluciona cuestiones puntuales en el corto plazo, pero acentúa los problemas y enredos en el mediano y largo plazo.
Es lo que ha sucedido tanto con el Ordenamiento monetario, con la bancarización y ahora con la dolarización parcial. Todas ellas serían ciertamente de las cuestiones que habría que considerar, pero no como parches, sino como partes de un diseño integral y bien fundamentado de reformas.
El Ordenamiento ha sido la más ambiciosa de todas estas medidas, pero precisamente la falta de la secuencialidad y de la simultaneidad con otras transformaciones imprescindibles, la no definición de una estrategia productiva, las premisas irreales, la falta de reservas materiales así como de acciones para su corrección, además de haberse elegido el peor momento para su implementación, dio lugar a resultados opuestos a los que se pretendían.
Se podría afirmar que finalmente estuvo basada en una improvisación total, a pesar de que, según se afirmó, se emplearon años en diseñarla.
No se trata solamente, ni esencialmente, de corregir distorsiones —muchas de ellas provocadas por medidas de este tipo, defendidas en el pasado en los mismos espacios televisivos— y reimpulsar la economía. Se trata de reestructurarla integral y profundamente.
Sin esto, consideramos que no hay ni correcciones ni reimpulso, ni solución posible. Claro que las discusiones sobre puntos específicos de la economía son válidas y necesarias, pero entendiéndolas como partes del todo.
La economía cubana ha perdido su potencial de crecimiento y este no se puede recuperar sin un replanteamiento profundo tanto del modelo económico (cómo producir) como de la estrategia de desarrollo económico (qué producir y para qué mercados hacerlo).
La política económica debería ser coherente con esas transformaciones y sus objetivos, generar los incentivos necesarios para producir bienes y servicios; la base de la economía no puede ser el rentismo.
Hemos afirmado, sin ir aquí a detalles expuestos en otras ocasiones y que a la vista están, que parte de ese proyecto integral es, obviamente, la solución de los desequilibrios macroeconómicos, pero bien conectada con las transformaciones estructurales, cuyos corazones han de ser:
1) La reforma de la empresa estatal, no para que deje de ser pública, sino para que deje de ser ineficiente, con una superación de la planificación burocrática que las ahoga.
2) La reforma del subsistema de producción agropecuaria.
3) La integración de los diferentes actores económicos, públicos, cooperativos y privados, a mercados adecuadamente regulados, incluidos el mercado monetario y el de medios de producción.
4) La revisión de la política industrial, política de inversiones, política monetaria, política fiscal, política social, deuda externa, reinserción internacional, etc.
Todo esto, a pesar y más allá de las fuertes limitaciones que, sin dudas, impone el bloqueo, la inclusión de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo y todas las sanciones que puedan venir ahora con el gobierno de Trump.
El plan estratégico debería ser urgente, integral, realista, definido por etapas, con objetivos claros, bien asesorado, etc. y, por supuesto, transparente, discutido con el pueblo. De eso no se ha dicho nada claro, ni ayer, ni antes.
Haciendo algunos comentarios puntuales sobre lo expresado en la Mesa Redonda de ayer, se puede afirmar que en general fueron lugares comunes, de sustancia realmente poco; nada nuevo en el sentido estratégico.
Se aseguró que se respetará el MLC. Muy bien, pero no se dice cómo.
Actualmente, ni se devuelve el depósito, ni se reconoce el MLC en las tiendas en divisas —y donde se reconoce, la oferta es muy limitada: solo algunos productos alimenticios y de aseo, pero ya se sabe “que no solo de pan vive el hombre”. Las necesidades no son sólo las básicas, aunque por supuesto sean estas las más importantes, tampoco resueltas hoy.
La dolarización parcial, cuyo propósito es obviamente recuperar divisas que se mantienen en circuitos por fuera del control del gobierno, deja muchas preocupaciones e incertidumbres.
Con medidas anteriores se evaporaron los ahorros de miles de pequeños ahorristas, como con la maxidevaluación del Ordenamiento. Ahora, en la práctica, también se evaporan los ahorros en MLC en la misma medida en que esta moneda se deprecia ante las divisas en el mercado “informal”.
Los costos políticos de todos estos impactos son enormes; afectan la confianza en las instituciones gubernamentales.
Por otro lado, ya refiriéndose a las nuevas tiendas en divisas, se afirmó que se había hecho la concesión de aceptar pagos en efectivo “para facilidad de los clientes”, a pesar de que esto crea “estrés operacional”. ¡Como si el comercio no consistiera en eso precisamente, desde la Edad Antigua!
En fin, seguiremos en este debate imprescindible más allá de si se llega a oídos receptivos o no; es un deber.
*Este texto fue publicado originalmente en el perfil de Facebook de su autor. Se reproduce con su expreso consentimiento.