Guantánamo (1796), un precioso nombre indígena adoptado por la más oriental y remota de las provincias cubanas, a casi 1000 kilómetros de La Habana, debería ser celebrado en todo el mundo. Allí, en 1492 el encuentro de las civilizaciones europeas e indoamericanas fue un trascendental proceso que transformó la humanidad.
Al respecto, el destacado antropólogo Fernando Ortiz comentó: “…Si estas Indias de América fueron un Nuevo Mundo para los pueblos europeos, Europa fue un mundo novísimo para los pueblos americanos. Fueron dos mundos que recíprocamente se descubrieron y entrechocaron”.
Como recordatorio, la iglesia parroquial de Baracoa, villa primada de Cuba, atesora la Cruz de Parra, una de las 29 que Cristóbal Colón trajo de España y sembró en América.
Por las llamadas Antillas penetraron en las Américas el catolicismo y el idioma español que, junto al conocimiento mutuo entre personas de diferentes etnias y culturas, fueron hitos del más grandioso trasvase cultural que, en unas décadas, llevó de América a Europa, y viceversa; conocimientos ancestrales que significaron un salto en la civilización mundial.
La incorporación de América a la dinámica de la modernidad creó el mercado mundial de bienes, minerales, alimentos, maderas, diversos productos y cuantiosas sumas de dinero en forma de oro y plata.
A ello se añadió el movimiento de personas que involucró, primero a europeos y luego a millones de africanos, traídos como esclavos que, al adaptarse a las nuevas tierras, las hicieron su patria y las enriquecieron con sus culturas y su trabajo.
Si bien el saqueo ensombreció el grandioso encuentro, no lo anuló. La América original, con sus altos niveles de civilización, aportó cientos de toneladas de oro y plata, maderas preciosas y fabulosos alimentos como papa, maíz, cacahuate, tomate, banana, calabaza, chile, vainilla, así como una enorme variedad de frutas tropicales que cambiaron para siempre la alimentación del mundo y dieron un extraordinario impulso al desarrollo de Europa y América.
No hay manera de calcular en dinero las innúmeras jornadas de trabajo que, sin remuneración ni prestaciones, aportaron siervos y esclavos. Mientras los látigos azotaban las espaldas de esos hombres de campo, contribuían a la grandeza de Europa y América. Se les debe, al menos, gratitud.
Por el oriente de Cuba comenzó también la resistencia indígena a la ocupación extranjera y la opresión. Más de cinco siglos después, para una parte de Guantánamo, no ha terminado.
El territorio cubano usurpado por la base naval estadounidense nunca ha sido libre. De la ocupación española pasó a la de Estados Unidos. Estos son apuntes de esa historia.
En el siglo XIX, a partir de 1868, la región oriental cubana fue escenario de las tres guerras por la independencia que se prolongaron hasta 1898, con la inevitable secuela de destrucción y ruina económica.
Por un giro de los acontecimientos, la guerra sostenida por los cubanos a lo largo de 30 años, liderada en su última fase por José Martí, no terminó con el triunfo de los patriotas, sino con la ocupación de Estados Unidos que. Ese país, al derrotar a España en la guerra Hispano-Cubano-Americana, se apropió y ocupó militarmente sus posiciones coloniales, entre ellas Cuba.
La ocupación, resistida por los patriotas que lucharon contra ella con los medios a su alcance, principalmente políticos, se prolongó desde 1898 a 1902. Cuando al fin Estados Unidos accedió a la independencia de Cuba, impuso como condición una oprobiosa cláusula a la Constitución, conocida como Enmienda Platt, que incluyó el arrendamiento de terrenos para la instalación de bases militares.
A los cubanos de entonces no les quedó opción. El imperio fue categórico: “Hay Enmienda o no hay república…” Así, de la imposición y de la fuerza nació la Base Naval de Guantánamo, una herida en la condición cubana que, al ser convertida en cárcel, representa una afrenta.
No obstante, de buena fe, los gobernantes y constituyentes cubanos de entonces arrendaron terrenos —no los vendieron ni enajenaron la soberanía— y nunca pasó por sus mentes que pudieran ser utilizados como cárceles por una potencia extranjera.
Además de la devolución de los terrenos ocupados por la base, pudiéramos unirnos en el reclamo de que no sean utilizados para fines abyectos. Allá nos vemos.
*Este texto fue publicado originalmente en el diario ¡Por esto! Se reproduce con la autorización expresa de su autor.