Al otro lado de la bahía habanera está Regla. Con el mar de por medio, la célebre localidad mira de frente el otro lado de la la capital, de la que es parte, parte de su entramado geográfico, político y administrativo. Pero, al mismo tiempo, no lo es.
Regla tiene su propia historia e identidad, una que se remonta al asentamiento aborigen de Guaicanamar —que significa “frente al mar”— y al posterior caserío surgido durante la colonia. Allí, donde antes hubo un hato de tierra, fue creciendo el poblado a partir de la construcción de una ermita dedicada a la Virgen de Regla, construida a fines del siglo XVII.

Es precisamente la virgen negra, venerada dentro y fuera de Cuba y que se sincretiza con la deidad afrocubana Yemayá, el principal símbolo de Regla y el motivo por el que muchos visitan el lugar, ya sea por carretera o en la conocida lanchita que enlaza la localidad con la Habana Vieja.
La ermita —donde primero se adoró un cuadro de la Virgen y luego la imagen traída de España que todavía se venera—, se convertiría en iglesia y luego esta en el santuario que ha llegado hasta nuestros días. La Virgen, por demás, sería jurada como patrona de la bahía habanera y su culto daría poco a poco forma al pueblo, tanto a nivel urbanístico como espiritual y culturalmente.

Regla, que fue primero parte del término municipal de Guanabacoa, es hoy un municipio propio que incluye, por demás, al conocido poblado de Casablanca. Pero su cabecera es el asentamiento surgido alrededor de la iglesia, abonado por las actividades asociadas a la fe religiosa y su mantenimiento más terrenal: el comercio, la pesca, el trasiego y el hospedaje de personas.
Así, el poblado ultramarino se expandiría como localidad. Se multiplicarían las calles y las casas, se levantarían sus propios comercios y negocios independientes ya del culto a la Virgen, su teatro y edificios de Gobierno, sus escuelas y monumentos. Se enraizaría también una fuerte religiosidad popular de origen africano y se fundaría allí la primera sociedad secreta Abakuá.

Siglos después de su fundación, Regla no vive precisamente su mejor momento. Como buena parte de La Habana y de toda Cuba, la profunda crisis que sufre la isla también ha hecho mella en sus construcciones y en su gente. El tornado de 2019 y luego la pandemia dejaron también una huella que no ha podido borrarse incluso más allá del entorno físico, de lo visible.
Con todo, carencias y abandonos, apagones y partidas, el célebre poblado apela a su identidad y su resiliencia. El santuario y el mar continúan recibiendo a los devotos de la Virgen, y la localidad, aún en tiempos tan difíciles, intenta seguir su cauce al otro lado de la bahía, justo como la encontró en días recientes nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez.