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El reconocido pintor ecuatoriano Miguel Betancourt llega esta semana a Cuba para presentar su más reciente propuesta artística, en la que explora el entorno urbano como una vivencia que trasciende lo físico, abarcando dimensiones sensoriales y afectivas en constante cambio.
La exposición, titulada Ciudades infinitas, se inaugura este viernes en la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, en La Habana, donde se exhibirá durante dos meses, refirió EFE.
La muestra se realiza en conjunto con el artista cubano Javier Barreiro en una propuesta que, pese a sus diferencias estilísticas, establece un diálogo visual sobre el hábitat moderno.
Según explicó la curadora Beatriz Hernández, ambas obras “dialogan en una sinergia que subraya el entendimiento del hábitat moderno, sin perder de vista marcadas dosis de identidad”.
Refiriéndose al trabajo de Betancourt, Hernández señala que el artista “materializa el paisaje mediante la superposición cromática, que en ocasiones se libera de todo realismo y alcanza niveles de abstracción propios de un ejercicio catártico”.
Añade también que el uso de materiales reciclados en sus composiciones permite que su pintura “trascienda lo bidimensional y se convierta en un escenario dinámico y vivo”.
Miguel Betancourt: de Quito a La Habana
En tanto, Barreiro propone una lectura intensa y caótica de la vida urbana.
“La acumulación de empastes opera como estrategia. La densidad y disposición caótica de elementos resignifican el espacio urbano en un cuerpo saturado, casi inhabitable”, explicó.
Ciudades infinitas nació por iniciativa del embajador de Ecuador en Cuba, José María Borja, quien promovió el acercamiento entre ambos artistas con el objetivo de concretar esta colaboración binacional.
La exposición forma parte de las actividades conmemorativas por el aniversario 203 de la Batalla de Pichincha, hecho histórico que consolidó la independencia del actual territorio ecuatoriano.
Hernández concluye que esta propuesta artística invita a repensar las ciudades “no como un espacio estático, sino como un territorio de memoria y posibilidades futuras”.
Asimismo, resalta que tanto Quito como La Habana se perciben “como reservorios de historia, belleza y transformación, ciudades donde el pasado dialoga con el presente y redefine el imaginario colectivo”.