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Una decisión sin precedentes está sacudiendo el mundo del fotoperiodismo: World Press Photo anunció que suspende oficialmente la atribución de autoría de la célebre fotografía conocida como “El terror de la guerra”, tomada el 8 de junio de 1972 en Vietnam y atribuida desde entonces al fotógrafo Nick Ut, de Associated Press. En 1973 la organización otorgó el premio World Press Photo del Año.
La instantánea —un grupo de niños corriendo por una carretera tras un bombardeo con napalm en la aldea de Trảng Bàng, con la figura central de Phan Thi Kim Phuc, desnuda y con quemaduras— se convirtió en un símbolo de la voracidad de los ataques estadounidenses en Vietnam, y en una de las instantáneas más impactantes del siglo XX. Fue publicada a doble página por Life y recibió también el Premio Pulitzer, entre otros galardones.

Sin embargo, más de medio siglo después, nuevas evidencias han puesto en duda la autoría de la imagen. El detonante fue el documental The Stringer, producido por The VII Foundation y dirigido por Bao Nguyen, que tuvo su estreno en enero de 2025 en el Festival de Cine de Sundance. Aunque aún no está disponible en plataformas, su contenido ha tenido una repercusión inmediata y profunda.
En la película, el editor Carl Robinson —quien trabajaba para AP en Vietnam durante la guerra— sostiene que la foto fue atribuida erróneamente a Nick Ut por presión interna de la agencia. El testimonio más revelador es el del camarógrafo vietnamita Nguyen Thanh Nghe, entonces colaborador de NBC, quien afirma ser el verdadero autor de la imagen.
A esto se suma un análisis técnico del grupo de investigación parisino INDEX, que revisó ángulos, lentes, posiciones y equipos utilizados por los fotógrafos presentes ese día, y plantea que los fotógrafos Nguyễn Thành Nghệ o Huỳnh Công Phúc estaban mejor posicionados para capturar la imagen.
Ante la controversia, Associated Press llevó a cabo su propia investigación. El informe, de casi 100 páginas, concluye que no existen pruebas concluyentes para modificar la autoría oficialmente asignada. Reconoce las limitaciones del material analógico —sin metadatos, marcas temporales o información de ubicación precisa—, pero sostiene que Ut estuvo en el lugar, capturó imágenes ese día y realizó un trabajo activo de cobertura. Incluso señala que la famosa fotografía pudo haber sido tomada con una cámara Pentax, y no con una Leica, como se pensaba.
A pesar de ello, World Press Photo decidió avanzar con una resolución independiente. En una nota institucional titulada “Navegando entre la duda y la autoría: Por qué World Press Photo suspendió la atribución de una imagen histórica”, la directora ejecutiva, Joumana El Zein Khoury, explicó que la decisión fue el resultado de una evaluación “colegiada, transparente y con la intención de comprender, no de acusar”.
Según la organización, aunque la imagen mantiene su relevancia histórica y su impacto visual, las nuevas evidencias visuales y testimoniales impiden sostener con certeza la atribución original.
“Reconocemos que es posible que otros fotógrafos hayan estado mejor posicionados para capturar esta imagen. La autoría permanece bajo revisión y podría no resolverse nunca de forma definitiva”, señaló El Zein Khoury.
La respuesta de Nick Ut no tardó en llegar poco después del estreno del documental en el que se asegura que no es él el autor de la foto. En febrero de este año publicó un extenso comunicado en su cuenta de Facebook. En este, reafirma ser el autor de la imagen de Kim Phuc y otras tomadas ese día. “Tuve la suerte de estar en el lugar y el momento oportunos (…) No puedo entender por qué el Sr. Carl Robinson inventó esta historia más de 50 años después”, escribió. También recordó la influencia que tuvo la difusión de esa imagen para generar conciencia internacional y contribuir al fin de la guerra.
Ut, quien se retiró de AP en 2017 y reside en Estados Unidos, consideró que las acusaciones son “una bofetada a todos los que dedicaron su vida a crear imágenes auténticas, reales y veraces en situaciones tan difíciles como la guerra de Vietnam”.
La controversia reabre preguntas de fondo sobre la memoria, la legitimidad de los archivos visuales y la ética en la atribución de autoría en contextos de guerra. Mientras el debate continúa, la imagen de Kim Phuc sigue conmoviendo a un mundo en el que la tragedia de la guerra no pertenece al pasado. Su potencia simbólica permanece intacta, aunque su origen concreto esté hoy bajo la lupa de la historia.
Más allá de la polémica, una historia humana rodea la foto. Ese día, Nick Ut no se limitó a documentar el horror. El fotógrafo ha contado que después de hacer la famosa toma (ahora de autoría cuestionada), bajó la cámara y corrió hacia Kim Phúc, la niña que huía envuelta en llamas invisibles tras un bombardeo con napalm. La cargó en brazos, la subió a su camioneta y la llevó al hospital más cercano.
En medio del caos y la saturación de heridos, los médicos se negaban a atenderla porque no sabían cómo tratar quemaduras tan graves. Ut les mostró su credencial de Associated Press y les advirtió, con firmeza, que si no atendían a la niña, el mundo lo sabría al día siguiente.
La amenaza surtió efecto. Cubrieron su cuerpo con vendas improvisadas y, al día siguiente, Kim fue trasladada al Hospital de Niños de Saigón. Se salvó, contra todo pronóstico. Tenía el 65 % del cuerpo quemado.
A partir de ahí, Ut no la abandonó. La acompañó durante años, como un familiar más. Supervisó su recuperación, estuvo presente en gran parte de las más de veinte cirugías reconstructivas (el 35 % de su piel fue reemplazada por injertos). Phúc no lo llama por su nombre, lo llama “tío Ut”.
Décadas después, a finales de los años 80, Kim llegó a Cuba para estudiar Medicina. Hasta allí fue Ut a verla más de una vez. Existe una foto de ambos en el malecón habanero. En la isla también conoció a quien sería su compañero de vida, Toan Bui Huy, con quien tuvo un hijo. Más adelante la pareja se mudó a Canadá, y Ut también la visitó allá. Incluso se convirtió en el padrino de su hijo.
Con los años, Kim transformó su historia en causa. Se convirtió en Embajadora de Buena Voluntad de la ONU, una voz firme contra la guerra y el sufrimiento infantil. La última vez que se la vio en público junto a Nick Ut fue en mayo de 2022, en el Vaticano. Allí, frente al papa Francisco, le llevaron como ofrenda aquella misma fotografía que los había unido cincuenta años antes. Una imagen que, aunque nacida del horror, hoy simboliza también la compasión, la esperanza y la posibilidad de sanar.
