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Me he cruzado con personas que, en diferentes partes de su cuerpo, llevan una palabra, un verso o incluso estrofas completas salidas de una misma pluma: la de Silvio Rodríguez.
¿Hasta qué punto un autor, una canción, puede marcar tu vida para decidir que te marque, además, la piel? ¿Cuánto resguardo puede encontrarse en una letra? Eran preguntas que me rondaban la cabeza, hasta que, poco a poco fue tomando forma la idea de tatuarme yo también un par de versos del trovador.
Las letras de Silvio abarcan un universo tan vasto de emociones, pensamientos y vivencias, que sus canciones se han convertido en un refugio para generaciones, dentro y fuera de Cuba. Desde la denuncia hasta el amor o el desamor, desde la introspección personal hasta la conexión colectiva, el autor de “Ojalá” tiene la capacidad de tocar el alma de aquellos que lo escuchan. Y muchos, como yo, hemos decidido llevar esa conexión a la más profunda de las superficies: la piel.
En la mayoría de los casos, se puede rastrear un vínculo emocional que va más allá de la admiración por el poeta. Hay historias y sentimientos, angustias y sueños. Lo que implica llevar parte de una canción en el cuerpo, entonces, es la intención de conservar una memoria, de marcar un momento en el tiempo, de asegurarse de que lo más importante no se olvide ni siquiera cuando el paso de los años lo haga todo más borroso.
Es una forma de afirmar que ciertas emociones, experiencias o amores nunca se desvanecerán, que estarán siempre presentes, como un ancla personal, algo a lo que recurrir cuando las dudas o las dificultades del camino aparezcan.
El tatuaje se convierte en una vía de hacer visible algo intangible: un sentimiento, una huella, una combinación de palabras que forma parte de quiénes somos. Y no es solo una cuestión estética: tiene que ver con apropiarse de algo tan personal y colectivo a la vez como una canción.
En su disco Cita con ángeles (2003), Silvio incluyó el tema “Letra de piel”. Amorosamente dice: “Para que no se me olvide la letra, / voy a anotarla en tu piel. / Sé que jamás perderé esa libreta. / Sé que la conservaré”.