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El pasado 13 de julio el ex Comisionado Nacional de fútbol, Francisco Reynoso, reveló a través de su perfil personal de Facebook que Yunielys Castillo, entrenador de la selección absoluta y la Sub-20, había presentado su renuncia a la Asociación de Fútbol de Cuba (AFC). Si bien al momento de la redacción de este trabajo aún el ente rector de este deporte en la isla no ha confirmado ni desmentido tal información, diversas fuentes han dado fe sobre su veracidad.
Ciertamente, los resultados del estratega espirituano al frente de la selección mayor fueron discretos. Sus cuatro victorias, cinco empates y ocho derrotas, así como el negativo balance de 15 goles a favor y 31 en contra, son pruebas incontestables del errático desempeño del equipo. Y, aunque en su primer año la absoluta consiguió la permanencia en el nivel A de la Liga de Naciones, la segunda etapa nos vio fracasar en todos y cada uno de los objetivos.
Por ello este paso al costado del míster, al menos en la selección mayor, podría, incluso, catalogarse de honorable. Sin embargo, sorprende tremendamente su salida de la selección Sub-20, donde su trabajo fue encomiable, logrando la clasificación al Mundial de la categoría por segunda vez en la historia de nuestro país.
Sorprende, aun más, teniendo en cuenta que dicha cita del orbe se encuentra a la vuelta de la esquina y que este torneo siempre fue la prioridad de Castillo y la AFC. De hecho, en nombre de esta, infelizmente, se sacrificó el proyecto que se venía realizando con la selección mayor desde 2021, apartando de las convocatorias a jugadores experimentados para dar entradas a chicos que no tenían el nivel para asumir los retos de nuestra principal escuadra.
A solo dos meses del arranque de la competición, el cuadro cubano —que enfrentará en su grupo a rivales de la talla de Argentina, Italia y Australia— se encontraría en una posición crítica, con poco tiempo para adaptarse a un nuevo DT, implementar un sistema de juego y cohesionar al grupo.
El cambio de entrenador a estas alturas puede generar inestabilidad en el equipo, especialmente en términos de claridad táctica. Los jugadores jóvenes necesitan más tiempo para estos reajustes, y un nuevo preparador podría requerir tiempo para conocer al grupo, ajustar estrategias y preparar partidos clave contra rivales fuertes en el Mundial.
También se encontraría sin timonel la selección absoluta, combinado que, si bien no tiene competiciones oficiales hasta 2026, contiene en su calendario FIFA una fecha para amistosos en el mes de septiembre. Aunque, siguiendo la lógica de la AFC, no es de extrañar que dicha ventana se sacrifique en función de la selección sub-20. ¿Será?
Pero no es esta la única interrogante que plantearía la presunta dimisión de Castillo. Ante esta respetable decisión del seleccionador, son muchas las cuestiones que quedan sujetas a la incógnita y el debate. ¿Continuará la práctica —demostradamente disfuncional— de nombrar a un mismo entrenador para ambas selecciones? ¿Es voluntad de la federación retomar el proceso que se venía realizando con la selección mayor, o continuará la política de utilizar el cuadro nacional absoluto para oxigenar a cuanto proceso sub-20 se venga en el futuro?
De las respuestas a estas preguntas se desprenderá qué entrenador puede ser el elegido para el cargo. Pues está claro que, si la voluntad de la institución es seguir la retorcida tendencia de tomar la absoluta de laboratorio, el perfil de entrenador que veremos no distará mucho del que sale. Parece poco probable que un director técnico de respetada trayectoria acepte semejante distorsión de prioridades.
Volver al sentido común implicaría designar entrenadores separados, lo cual permitiría una preparación más enfocada. Sin embargo, el argumento de las limitaciones económicas y organizativas de la AFC podrían empujarla a mantener un solo DT por “cuestiones de presupuesto”, lo cual perpetuaría las dificultades de gestionar dos equipos con necesidades distintas.
Mientras que el consenso —casi unánime— gira en torno a la necesidad de un entrenador con recorrido internacional, visión táctica moderna y experiencia en el trabajo con futbolistas profesionales, habrá que ver si la AFC opta por una solución pragmática y económica, lo que podría perpetuar los problemas de competitividad.
Si realmente se aspira a desplegar un fútbol acorde al nivel de nuestra plantilla, es insostenible continuar con entrenadores amateurs. Mucho tiempo costó que se entendiera que, si queríamos escalar a un siguiente nivel, era necesario que nuestros futbolistas salieran a escenarios profesionales para desprendernos de los límites de nivel inherentes al amateurismo. No será difícil entender entonces que esos mismos límites también son aplicables a los entrenadores.