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En el Mundial de atletismo que se disputa en Tokio desde el pasado fin de semana, hay 2203 deportistas inscritos. Lo más selecto del campo y pista a nivel global compite en capital japonesa, desafiando los cronómetros y luchando contra las propias marcas en aras de subir al podio, colarse en una final o simplemente sentirse partícipe de uno de los tres grandes eventos del músculo junto a los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol.
Entre esta gran cifra de participantes en la lid de Tokio hay una mínima muestra de atletas que desafían el calendario. Hablamos de los concursantes más longevos del Mundial: 105 exponentes (47 hombres y 58 mujeres) con más de 35 años que llevan su cuerpo al límite, se exprimen y tratan de sobresalir frente a las generaciones más jóvenes y poderosas.
Y dentro de los más veteranos hay un grupo todavía más exclusivo, los que son nombrados en algunos círculos atléticos como “los abuelos del Mundial”. Se trata de los concursantes que ya pasaron las cuatro décadas de vida y siguen enfrascados en la alta competencia, un reto mayúsculo teniendo en cuenta las exigencias cada vez mayores del deporte moderno.
El listado de los más longevos en Tokio lo encabeza el marchista portugués João Vieira, nacido el 20 de febrero de 1976. Muy cerca de cumplir el medio siglo de vida, el luso ya se hizo sentir en la capital nipona al quedar entre los 20 mejores de los 35 kilómetros de la marcha.
Los siguientes en el ranking son el maratonista brasileño Paulo Roberto Paula y la discóobola francesa Melina Robert-Michone, ambos nacidos en julio de 1979. Con 46 años cumplidos han hecho acto de presencia en Tokio, que no es poca cosa.
El sudamericano, que se coló entre los ocho mejores de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y del Mundial de Moscú 2013, ahora culminó en el puesto 45 de la maratón. Por su parte, Robert-Michone, una de las más constantes en el disco (doble medallista del orbe y subcampeona en la cita estival de Río 2016) durante los últimos 15 años no pudo pasar la clasificatoria en la tierra del Sol Naciente.
La misma suerte corrió la cubana Yipsi Moreno, que llegó a esta lid global tras salir del retiro y compitiendo por Albania, nación a la que emigró luego de dejar sus cargos directivos en el atletismo antillano. La martillista camagüeyana fue antepenúltima en la clasificatoria con marca de 65.38 metros, por debajo de su mejor registro (68.74) de la temporada, aunque eso, seguramente, es lo de menos.

“No soy la Yipsi de hace 20 años. Soy la Yipsi de ahora, con 44 años. Tengo que adaptar mis habilidades a mi edad, así que es un poco difícil sentir la velocidad al lanzar. Cuando vi a las chicas pensé que podía llegar a 70 metros, pero luego dije: ‘Espera, quizás un poco menos para empezar’”, comentó la veterana de 40 años a AIPS Media.
Yipsi no fue a Tokio a ganar. Incluirse en la final era utópico y ella lo sabía, pero no podía perder la inesperada oportunidad de volver al ruedo en un gran escenario y recordar las páginas legendarias que escribió cuando representaba a Cuba.
“Nunca pensé regresar aquí, así que he tenido que hacer mucho trabajo mental para guiarme a mí misma en esta nueva aventura”, dijo la agramontina, tres veces campeona mundial entre 2001 y 2005 y monarca de los Juegos Olímpicos de Beijing.
Aquella época gloriosa queda muy lejos, así como su última participación mundialista, que se produjo en el estadio Luzhniki de Moscú el 16 de agosto de 2013. Allí quedó originalmente en la sexta posición con un disparo de 74.16, pero después escaló al cuatro lugar por la descalificación por dopaje de las rusas Tatyana Lysenko y Anna Bulgakova.
En aquel momento, obviamente, ni Yipsi ni nadie podía imaginar que 12 años más tarde regresaría a competir en una cita del orbe y representando otra bandera, pero la vida da muchas vueltas. “Esto surgió porque contrataron a mi esposo en Albania y alguien me llamó para decirme que, como sabía lanzar, podía competir, paso a paso. Pero ahora que estoy en Albania pienso más en las nuevas oportunidades de crecer para mi hijo”, comentó.
Al margen de esto, Yipsi no olvida sus orígenes y asegura que siempre estará “enamorada de Cuba”, un mensaje que de alguna manera la mantiene conectada a su tierra y a sus fieles.