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El pasado 22 de septiembre, el presidente estadounidense Donald Trump, acompañado por su controvertido secretario de Salud, Robert F. Kennedy, afirmó que “el acetaminofén (principio activo del paracetamol) puede asociarse con un riesgo muy elevado de autismo”. “Recomendamos firmemente que las mujeres limiten su uso durante el embarazo, salvo que sea necesario por motivos médicos, como una fiebre muy alta”, añadió el mandatario, que, como es sabido, no posee formación médica y aseguró basarse, sencillamente, en “el sentido común”, según un artículo de El País.
Para Trump, el aumento del 400 % en el diagnóstico de autismo en Estados Unidos se debe “a algo artificial… algo que están tomando”. Sin embargo, la opinión aceptada por la comunidad científica es que el incremento se explica por la mayor preparación de los especialistas y la ampliación de los criterios que permiten clasificar a una persona dentro del espectro autista.
En el mismo acto, el presidente anunció el respaldo a nuevas investigaciones sobre la enfermedad, con amplio presupuesto y la recomendación de la leucovorina, una variante del ácido fólico usada en ciertos tipos de anemia y cáncer, como posible tratamiento. No obstante, la comunidad científica considera que la evidencia disponible es insuficiente y prematura para sostener esta afirmación.
Parece casi una constante que los científicos lleven la contraria a Trump. Pero el magnate neoyorquino tiene un historial de declaraciones desafortunadas. Por ejemplo, en abril de 2020, en plena pandemia de COVID-19, sugirió que inyectarse desinfectante podía ayudar a combatir el virus, algo que fue ampliamente criticado como irresponsable, según RTVE.
Kenuve y Cuba: daños colaterales
Cuando un presidente habla, especialmente si se trata del líder de la nación más poderosa del mundo, siempre hay “daños colaterales”. En este caso, la compañía Kenuve, multinacional productora del Tylenol —la forma comercial más popular del paracetamol— vio cómo sus acciones perdieron un 17 % de su valor en la bolsa.
Cuba también se vio salpicada indirectamente por la polémica. “Hay un rumor, que no sé si es cierto, de que en Cuba no tienen Tylenol porque no tienen dinero para ello y virtualmente no hay autismo”, dijo Trump.
La noticia se replicó en distintos medios, como El País, que dedicó un artículo a analizar la escasez de medicamentos en la isla. Por su parte, CNN informó que en Cuba no solo existe autismo, sino que el sistema de salud ha operado clínicas especializadas y campañas de concienciación sobre este trastorno del desarrollo.
Los medios oficiales cubanos también respondieron. En Cubadebate, se subrayó que la combinación Tylenol-embarazo garantizaba a la Casa Blanca “un ciclo noticioso entero, aunque la comunidad científica lo desmintiera en minutos”, y recalcó que el “cerco económico” es la principal causa de la escasez.
El paracetamol en Cuba
Cualquiera que conozca mínimamente la realidad de la isla sabe que el paracetamol es un medicamento extremadamente popular. A pesar de las dificultades de acceso a productos del cuadro básico de salud, sigue siendo consumido y comercializado, incluso por vías que pueden resultar riesgosas.
El fármaco, comercializado como Tylenol desde 1955 en Estados Unidos, fue sintetizado por primera vez en 1878 y usado desde 1883. Su acción consiste en inhibir la síntesis de prostaglandinas, sustancias involucradas en el dolor y la fiebre.
Gracias a la información facilitada por un colega farmacólogo, pude confirmar que la producción en tabletas de este medicamento en Cuba corresponde a la UEB Solmed de la empresa MEDSOL en La Habana y al Laboratorio Oriente en Santiago de Cuba; en jarabe, al laboratorio de líquidos orales Medilip en Bayamo; y en supositorio, al laboratorio “Roberto Escudero” en La Habana.
Sus indicaciones principales son como antipirético —para bajar la fiebre— y analgésico —para dolores leves y moderados—, y constituye una alternativa a los antiinflamatorios no esteroideos (como el ibuprofeno). Su uso se considera seguro para adultos, niños y mujeres embarazadas, siempre que se respeten las dosis y las recomendaciones médicas.
Durante el embarazo, las guías médicas coinciden en que su uso es seguro, con precaución en los primeros tres meses. Interrumpirlo sin necesidad podría generar más riesgos que beneficios, pues fiebre y dolor afectan significativamente la salud de la gestante. La dosis tóxica se estima en más de 5 gramos diarios, y aún menos en pacientes alcohólicos, por riesgo de insuficiencia hepática.
El autismo en Cuba
El autismo, o síndromes del espectro autista, son discapacidades del neurodesarrollo con fuerte base genética, que condicionan problemas en la comunicación e interacción, así como conductas o intereses repetitivos o restrictivos.
Según un artículo de Cubadebate publicado en abril de este año, en la isla hay unas 3500 personas diagnosticadas con algún síndrome del espectro, de las cuales el 60 % son hombres. Esto implica una prevalencia de 0,36 por cada mil personas, lejos de las cifras internacionales de 1 por cada 100 y, particularmente, del 1 por cada 31 en Estados Unidos.
Cuba cuenta con más de 300 especialistas en diagnóstico y atención, y siete equipos multidisciplinarios en cinco provincias. Aunque es un avance importante, el país sigue distante de los estándares de naciones con mayor desarrollo científico, enfrentando además graves dificultades en el sistema de salud.
A medida que se consoliden la sensibilización y promoción, es probable que aumenten los diagnósticos. Esto es clave, pues persisten tabúes familiares que retrasan la detección y la mejora de la calidad de vida de los pacientes mediante atención especializada.
Dichos, hechos y consecuencias
Los dichos, y sobre todo los hechos, de un presidente estadounidense no son casuales. Detrás hay una agenda estructurada destinada a ciertos grupos dentro y fuera de su país.
¿Dejarán los médicos de recomendar el paracetamol tras esto? Probablemente no: la evidencia científica sigue avalando su uso, y no hay alternativas seguras y efectivas para el alivio del dolor y la fiebre, especialmente durante el embarazo.
Sin embargo, estas declaraciones sí tienen implicaciones: Trump cuenta con un amplio público que sigue sus recomendaciones al pie de la letra, ignorando la opinión de expertos. Además, fortalecen la influencia de Robert F. Kennedy, quien lidera grupos antivacunas responsables del descenso en la cobertura de vacunación en Estados Unidos, con consecuencias ya visibles: el resurgimiento del sarampión, que podría afectar a millones y causar cientos de miles de muertes si no se revierte la tendencia.