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Lo que un día fue uno de los centros de educación superior más emblemáticos de la capital hoy se ha reducido a ruina y escombros. En torno a los muros del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI), el recuerdo persiste: generaciones de estudiantes, vivencias compartidas, un pedazo de la ciudad que se resiste a desvanecerse.

Frente a sus predios, situados en Belascoaín #710 e/ Estrella y Maloja, Centro Habana, algunos vecinos recuerdan con tristeza cómo aquel edificio se desmoronó poco a poco; unos prefieren el anonimato, pero no ocultan su asombro ante la desidia que permitió que puertas, cristales y marquetería desaparecieran sin que nadie lo advirtiera.
Entre el temor a nuevos derrumbes, los rumores de ocupaciones y la certeza de que las condiciones de abandono podían convertirse en riesgo para la salud, el vecindario ha vivido entre la inquietud y la resignación. “Si no es por Facebook, nadie se entera”, comenta un residente, aludiendo a la falta de supervisión y al peligro latente.
Pero la pérdida no es solo física. Esteban Aquino, graduado del ISDI hace 30 años, relató en Facebook cómo proyectos de tesis, trabajos de diploma, libros y archivos históricos fueron esparcidos indiscriminadamente en el parque Carlos J. Finlay, transformando el espacio en un vertedero de memoria académica.
Documentos que fueron referencia para la formación de estudiantes y la creación de profesionales destacados ahora yacen como desechos, una metáfora triste de la indiferencia hacia el patrimonio cultural y educativo que resguardaron los muros de la institución.
Inaugurado en 1860 como Hotel Militar y Club de Oficiales, el edificio ha albergado diferentes funciones a lo largo del tiempo: sirvió como asilo para viudas y huérfanos, sede del Estado Mayor de las tropas estadounidenses, así como de la Secretaría y el Ministerio de Salud Pública.
En 1982 se convirtió en la sede del antiguo Instituto Politécnico de Diseño Industrial (IPDI) y, dos años después, en 1984, pasó a denominarse Instituto Superior de Diseño (ISDI).
Hoy los equipos de demolición trabajan en las áreas más vulnerables. A las viviendas aledañas solo se puede acceder por las calles Maloja y Estrella. Se ha cerrado parcialmente el tránsito por la calle San Carlos. Entre calles que todavía permiten el paso y muros que se caen a pedazos, queda la sensación de que lo que desaparece no es solo un edificio, sino una parte de la memoria colectiva.
Los vecinos de la zona temen, además de los derrumbes, la inminencia de plagas de roedores y otros vectores debido a la suciedad acumulada.

Tras años de deterioro y derrumbes en su edificio histórico, en agosto el ISDI anunció el traslado de su sede a un nuevo local: en la intersección de 1ra. y 32, en el municipio Playa.
La situación del inmueble se agravó en enero, cuando una parte del edificio colapsó, dejando a varias familias sin acceso a sus viviendas.
Este incidente evidenció la necesidad urgente de una solución para garantizar la seguridad de estudiantes y trabajadores. La falta de mantenimiento y errores en reconstrucciones anteriores contribuyeron al deterioro acelerado de la estructura.
Hasta la histórica sede de Belascoaín se acercó nuestro fotorreportero Otmaro Rodríguez para documentar lo que sobró del que otrora fue uno de los símbolos de progreso e innovación creativa en la capital.