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Yanairis Fernández (La Habana, 1981) posee una voz y una presencia escénica potentes, las que la sitúan en los primeros planos entre los cultores del rock en Cuba.
Luego de transitar por un largo camino, interpretando diversos géneros, vino a anclar en el hard rock y el heavy metal, aunque en su repertorio se deslizan en ocasiones piezas más melódicas, y hasta baladas.
Desde 2017, fecha de su fundación, es vocalista principal y líder de la banda Bonus, que mezcla covers con números propios. Se les puede escuchar cada semana en El Submarino Amarillo, santuario del rock en Cuba, en los jardines del Teatro Mella y donde quiera que reclamen y aprecien su música.
Una tarde de domingo del pasado septiembre, nos citamos minutos antes de que subiera a la tarima con su tropa para llenar de canciones un segmento de la calle Línea. El poco tráfico de la avenida, la ausencia de las aceleraciones de los motores y los cláxones, conspiraron a favor de nuestro diálogo. No así el calor, que se empecinaba en traspasar de sudor su ropa negra de rock star. Bueno, ya saben, nobleza obliga.
En tu hoja de vida aparece que, durante la etapa formativa, cursaste un taller de música en la escuela García Caturla, a cargo de Félix Varona.
Por aquella época era corista de la orquesta Sello LA, y las constantes presentaciones en provincia, en las casas de la música de Playa y La Habana Vieja, me separaban de las tan importantes clases de solfeo, apreciación musical y de lo que más me interesaba: los vocalizos con el profesor.
No terminé el curso porque no daban título y ya tenía bastante ocupado el tiempo trabajando.
Años más tarde, audicioné en la academia Mariana de Gonich, que dirigía de Hugo Oslé, también con el propósito de adquirir el preciado “aval profesional”
¿Pensaste dedicarte al bel canto de manera profesional?
No era mi intención, hubiera sido demasiada pretensión de mi parte. Para hacerlo necesitaría hablar con fluidez francés y alemán, además de Italiano; también leer a primera vista, y tendría que vocalizar a diario. Con la academia, de manera básica y grupal, hacíamos algunos ejercicios y se montaba un repertorio diverso, que iba de lo popular a lo lírico.
Te inicias en el grupo Kora, de trova fusión. ¿Cómo resultó esa experiencia?
Recuerdo con nostalgia mi breve paso por Kora. Era muy joven, desconocía cómo hacer armonías. Solo había dado mis conciertos en la ducha. Sabía poco de ciertas maneras de interpretación, y Rubén Moro, director y pianista de la agrupación, me mostró un camino. En esa época era yo un papel en blanco…
Esta agrupación, en el tiempo que estuve como vocalista, mezclaba trova-rock y folk, con música antigua. Sonaba medio juglaresco, poético.
Por ellos aprendí a tocar pandereta. Rubén tenía una y me la prestó. diciendo: “Practica todo el tiempo que puedas, me dijo; si molestas en casa, sal a la calle o a la azotea de tu edificio, pero no dejes de hacerlo.”
Años más tarde, después de mi salida de Kora, reconfiguraron la banda y adquirieron un sonido más tradicional cubano.
¿Sientes predilección por la trova trova tradicional o por la “nueva”?
Me gusta la trova tradicional y la llamada nueva; el bossa nova tanto como el jazz, la new age, la música carnática y la ópera…
Has participado, con diferentes roles, en grupos pop, orquestas de música popular, de jazz… ¿Cuándo apareció el rock en tu vida?
Tengo recuerdos de mi infancia temprana, cuando la televisión pasaba Prismas bajo el sol, de alguna que otra canción que se escapaba en la radio, de visitas a casa de un enamorado de mi mamá medio rockero, pero lo que realmente me marcó fue escuchar “Final Countdown”, de Europa, con solo 5 años, en el portal de unos chicos.
Íbamos llegando mi mamá y yo a casa de un amigo, y estos muchachos estaban descargando y escuchando música. Bastó que sintiera el motivo principal de la canción para que se me quedara pegado hasta llegar a mi destino. Media cuadra adelante todavía se podía escuchar aquello que por primera vez, y sin haber visto como se bailaba, me llevó de rodillas al suelo, y a puro instinto empecé a mover el pelo de un lado a otro.

¿En aquellos primeros tiempos, escuchabas rock internacional? ¿Cuáles eran tus grupos preferidos de entonces?
A los 14 años declaré a mi familia que iba a vivir el rock y el metal con intensidad. Empecé a frecuentar el Parque G, el Patio de María, la peña de Gerardo Alfonso cada jueves en el Café Cantante.
Tuve amigos que me facilitaban cassettes. Me hice fan de Pantera y Metallica, pero cuando me sentía romántica echaba mano a una compilación de Bon Jovi, Europa y Guns and Roses. Amé U2, Alannis Morissette, The Cramberies… Cuando tendría unos 16, 17 años me llegó lo industrial con Nine Inch Nails, Rob Zombie y su “White Zombie”, al tiempo que descubría Prodigy, Korn…
¿Escuchabas rock cubano?
No voy a mentir. Escuché más rock y metal internacional que nacional. Con el tiempo fue que vine a interesarme por bandas cubanas. Entre ellas, mis preferidas eran Habana Abierta y Garage H.
Eres compositora. ¿En cuales géneros se pueden enmarcar tus números? ¿Continúas componiendo?
No estoy muy productiva actualmente, pero tengo algunas cositas que salieron espontáneas; temas de pop-rock, rock, baladas, heavy metal…
Probablemente si no estuviera tocando todos los fines de semana, ocupada con ensayos, con gestiones de la propia banda y otras cotidianidades hogareñas que me drenan tiempo, tendría suficientes temas como para sacar par de discos nuevos, porque a veces vienen ideas que bien pudieran ser canciones. Pero para esto tengo que hacer un alto en aquellas actividades que me distraen.
En 2014 te incorporas a Los Kent, legendario grupo de covers cubano. ¿Es tu lanzamiento como rockera?
Los Kents fueron mi estreno como vocalista de rock. No me creía capaz de hacerlo y, además, llevaba tiempo sin trabajar en la música, dedicada a mi familia, cultivando plantas, criando peces y pájaros.
Mi querido amigo Abdel Gallegos, músico de la vieja guardia, ex bajista en Sexto Sentido, ex Sahara, ex Sonido X, tenía que asumir una suplencia en esta agrupación, y casi me obligó a audicionar para ellos.
¿Conocías su repertorio o tuviste que empezar a montarlo desde cero?
El repertorio de los Kents tuve que aprenderlo. Algunos de esos temas los había escuchado de niña, pero nunca reparé en sus letras. Para colmo, tenía que hacerlo en tiempo récord, y padecía una amigdalitis que me hacía más difícil estudiarlos. Escogí los números menos demandantes para mí registro afectado por la infección, con pocos textos, y así logré entrar a la banda. Pero eso costó que me encasillaran en un estilo facilón. Las mejores canciones fueron dados a otros vocalistas, y yo me aburría de hacer lo mismo con lo mismo.
Trás pensar en pros y contras, decidí aceptar la propuesta de Marthica Yabor para entrar en Coverland, grupo en el cual se me permitió escoger el repertorio que cantaría.

Luego de pasar por Coverland como cantante líder (2015), fundas el proyecto Bonus (2017).
Bonus fue una idea que en principio comentamos Mayte Salazar, programadora de El Submarino Amarillo, y yo sentadas en la sala de su casa, mientras le hacía una visita.
Ella, muy dispuesta, me dijo: “Compra los instrumentos y busca los músicos, que yo te voy a ayudar a audicionar.”
Con el tiempo me entero de que este detalle que quiso tener conmigo también lo tuvo con otros músicos y agrupaciones que consideraba ameritaban su esfuerzo. Disfrutaba apoyar, y tuve la suerte de contar con su admiración.
Ella falleció y no llegó a conocer la banda que armé, pero quiero creer que su espíritu en algún momento haya visitado alguna presentación de nosotros en su amado Submarino Amarillo.

¿Cómo se integró el grupo?
En un primer intento lo conformamos Neiver Díaz (guitarra, director en Treatment Choice), Sergio Areño (batería, Waiting for Nadia), Lisandra Collado (teclado, Coverland), David Díaz (guitarra, ex Quantum y Kents) y Alain Martinez (bajo). Y yo, claro.
¿Interpretar números propios estuvo en los planes?
Al inicio montamos varios covers para para irnos conociendo musicalmente. Poco a poco empezaron a aparecer los temas propios.
Reconozco que cedí ante la presión de algunos de los músicos que llegaron después de la salida de tres de los primeros miembros. Estos creían que con el rock no llegaríamos a ninguna parte, y que un repertorio más ligero sería la mejor opción. Sabía bien que no era así, pero yo necesitaba una banda con buenos músicos para lograr la plantilla, así que aguanté todo lo que pude para conseguir mi objetivo.

Evaluando lo hecho hasta el momento, ¿qué distingue a Bonus de otros grupos de rock de la actual escena cubana?
Según lo que opinan amigos y seguidores de Bonus, se nos distingue por asumir un repertorio de covers de varios estilos y épocas.
Al tener tres vocalistas con distintas proyecciones, montar el repertorio es más fácil, y nuestros fan disfrutan de esa diversidad, que resulta también más entretenida para nosotros mismos como músicos.
Además, contamos con números propios, que en ocasiones hemos dejado de hacer a causa de cambios en la alineación. Las salidas de tecladistas nos han obligado a engavetar algunos de estos temas, pero ya estamos preparando arreglos distintos para adaptarnos al formato actual.

¿Disyuntiva es un fonograma de Bonus? ¿En qué año se grabó? ¿De las canciones que ahí aparecen, cuántas son de tu autoría?
Disyuntiva es el título del segundo álbum de Bonus, y se concibió durante la pandemia. Fue un momento difícil para el mundo, y en mi caso dio pie para replantearme la ruta. De golpe recordé lo efímero de nuestro paso por la tierra, la importancia de no perder el tiempo; pensé que debemos hacer lo que verdaderamente nos motiva, aunque signifique menos posibilidad de trabajo, menos seguidores.
Con la mayor sinceridad comenzamos a trabajar en esos temas que conforman el disco, sin pensar en el potencial comercial de cada uno. Solo queríamos soltar lo que llevábamos dentro.
En este fonograma participamos varios compositores: David Díaz, ex guitarrista de la banda; Pablo Abreu, ex baterista y vocal; Pedro J. Castro, actual baterista, Sergio Suárez, escritor; Omar Pitaluga y una servidora…
En la pieza “A tiempo”, que resultó ganadora en el festival Cuerda Viva 2023, comparto la autoría con David Díaz; y en la “Dama y la cruz” Sergio Suárez y yo pusimos letra a la composición de Omar Pitaluga, amigo personal y ex integrante de la icónica banda Almas Vertiginosas”, ex Sonido X.
En “Redes y Falsos” e “Imperios” también tuve participación desde la línea melódica.
He visto usados, indistintamente, los términos hard rock y heavy metal para referirse a manifestaciones musicales muy semejantes. ¿Cómo distinguir una modalidad de la otra?
Sobre ese tema existen opiniones encontradas. A mi juicio, la diferencia está en que en el heavy metal el bmp (beats per minute, pulsos por minuto) suele ser más rápido; uso de doble pedal; las guitarras, más compactas; se utiliza más el palm muting (técnica para apagar el sonido en la guitarra): y los textos, por lo regular son épicos, mitológicos, sociales, sobre guerras, religiosos, extraídos en ocasiones de libros de terror.
Las letras en el hard rock suelen tratar sobre sexo, diversión, amor, rebeldía, y los solos de guitarra tirando a escalas de blues.
En el heavy metal las voces son más agudas, impostadas; en el hard rock se suelen encontrar voces más llenas y rasposas. No es infrecuente encontra agrupaciones que tengan temas de hard rock y heavy metal indistintamente, porque la línea que separa a uno de otro género es muy fina.

¿Te asumes plenamente como rockera?
Rockera-metalera.
Fíjate si es así, que en mis tiempos de corista de la orquesta popular bailable Sello LA, aún estando vestida con ropa acorde al resto de miembros de la agrupación, bailando a tono con lo que tocaba según coreografía, alguien se me acercó para decirme: “Que bien tu trabajo, pero eres rockera, ¿verdad?”
Me quedé en una pieza! Me miré tres o cuatro veces, tratando de encontrar qué podía haber disparado ese pensamiento, pero no había pista alguna, simplemente fue lo que le llegó de mí a una persona totalmente desconocida.
¿Qué significa ser rockero en Cuba?
En Cuba rockero era sinónimo de rebeldía, divergencia; alborotadores públicos. Y todo eso fui, sobre todo en la etapa de adolescencia.
No tengo traumas relacionados con esto, nunca me sentí segregada. Aún cuando a mis abuelos no les fue fácil entender mis gustos y formas. Me importaba poco lo que pensaran de mí, y de hecho me hacía hasta gracia.
En varias ocasiones el director de mi secundaria paró sus discursos matutinos para mandar a aplaudir a la rezagada “María Caracola”. Así me decía por las gangarrias y piercings).
Sin embargo, sé que nuestra música aún desconcierta a ciertos personajes de los medios de difusión. Todavía existe resistencia a programar agrupaciones de rock, sobre todo metal, en algunos centros culturales donde sus gerentes se creen con el derecho de contratar solamente proyectos según su gusto personal.
En alguna que otra ocasión tuve la oportunidad de reivindicar al rock ante personas que desconocían que ciertos temas que estaban disfrutando pertenecían al género. La culpa de estos desencuentros la tuvieron los guardianes de la ideología, que en su afán de hacernos pasar por diversionistas, prohibieron la divulgación de “la música del enemigo” por la radio.

¿En tus momentos de relax, qué música escuchas?
O no escucho nada (el silencio es importante también), o escucho música tradicional de la India, Mongolia, celta, folk, new age, metal sinfónico, metal melódico, ópera…
¿En términos profesionales, te sientes plenamente realizada?
Siempre llevaré enterrada la espinita de no haber podido cursar la escuela de música, aún cuando obtuve excelente en todas las pruebas de aptitud y actitud. Seguramente hoy fuera pianista y violinista. Me habría gustado ser multi instrumentista. Pero esto definitivamente es un tema karmatico. en mi destino estaba que pasara más trabajo que un forro de catre para hacer lo que hoy hago con tremenda satisfacción.
¿Hay, en esa esfera, algún sueño incumplido?
Por supuesto, tengo sueños que cumplir. Para que se den los mantengo ocultos.