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Enrique nació rodeado de tonadas campesinas, décimas y Sucu Suco. Creció en el campo, entre guateques y peleas de gallos, fascinado con las tradiciones familiares. Quizás el mayor tesoro que Enrique guarda es el tres de su padre. Tiene grabadas las iniciales EGS, las mismas de todos los hijos de Balbino y Josefina: Ezequiel, Emelia, Eduardo, Estela, Elio, Eloisa y Enrique. Todos González Soto.
El abuelo construyó instrumentos para sus siete hijos, les enseñó los secretos de la música tradicional y los convidó a ser parte de un grupo familiar: Los González. Cuando Enriquito no había nacido aún, su padre, sus tíos y sus abuelos ya recorrían las zonas de San Pedro, Maniadero y Santa Fe llevando el Sucu Suco a las fiestas populares y a los festivales de música. Todos cantaban y tocaban alrededor de Balbino, el abuelo de Enrique. Aunque se había quedado sin caminar por una enfermedad, era fiestero como pocos.
Los domingos armaban fiestas en la casa, y además de la música, la abuela Josefina hacía dulces para vender. Dicen que Mongo Rives, el más famoso exponente del Sucu Suco, cuando era jovencito, iba con su laúd y se unía a Los González en San Pedro.
Cuando no era domingo de fiesta, Balbino se montaba en un carretón de bueyes y salía por toda la zona a dar serenatas. La música era su manera de caminar, de correr, de volar. Por eso supo que era la mejor herencia que podía dejarle a sus hijos.

Enrique González Soto es, de los siete hermanos, quien continúa con más empeño la línea del gran Balbino. Se enamoró de Estela Rives Rives, una muchacha hermosa que también provenía de una familia musical. De esa unión melódica nacieron cuatro hijos: Rosa América, María del Carmen, Yolanda y Enrique. Nuestro Enrique, el que está conectado a mí y a mi historia con la Isla de la Juventud.
La familia González Rives creó el grupo Los Incansables en 1970, compuesto por Enrique padre, su esposa Estela, sus cuatro hijos y algunos de sus hermanos.
“La gente nos puso así porque comenzábamos a tocar los 24 de diciembre y seguíamos hasta el 5 de enero, de un sitio a otro sin parar de tocar. Era muy lindo aquello.”
Muchos años después, su hermana Rosita, una de las nietas de Balbino, se integró al grupo La Tumbita Criolla de Mongo Rives. Cuando le pregunto si había rivalidad entre los grupos, Enrique me dice que no, que la música los hermana. Y parece cierto, pues Balbino era González Rives. La madre de Enrique y Rosita, de apellidos Rives Rives, estaba emparentada con Mongo por ambas partes. Lo cierto es que el Sucu Suco es un legado familiar. Mongo lo heredó de su abuela Bruna Castillo y luego devolvió esa herencia a miles de personas, tuvieran o no su apellido. Enrique también admira ese legado.

Enriquito, que cantaba desde los cinco años, llegó a la secundaria, y ahí comienza la historia de otro grupo musical ligado a la tradición que inició Balbino: Tradición Pinera. Luego reeditaría el grupo en el Pre y en la Universidad. De aquellas creaciones que nacían del tiempo libre entre las matemáticas y la geografía, se preserva no solo el recuerdo de quienes bailaron con ellos en plazas estudiantiles y festivales, sino también un disco de vinilo. Enrique lo guarda con celo en la caja de sus tesoros musicales. Allí también están los reconocimientos y premios de los festivales de estudiantes.
Mi tía la China recuerda a Enrique y aquellos años en el Pre Maceo. Como era la presidenta de la FEEM de la escuela, siempre andaban juntos coordinando actividades culturales.
“Él era muy educado y muy inteligente —me dice mi tía—. Era un muchacho muy preocupado por los estudios y muy buen amigo. Yo siempre supe que iba a dedicarse a la música, aunque luego estudió en la Universidad.”
Mi tía no se equivocaba. Aunque cursó la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, Enrique volvió a armar Tradición Pinera, con otros integrantes, pero con el mismo deseo de hacer música.

Un hijo y nieto de músicos tenía que dedicarse a la música por completo. Decidió dejar las leyes luego de algunos años de graduado y entró al grupo Cinquillo Pinero. Allí se convirtió en director y se consolidó como cantor de punto cubano, tonadista, percusionista, autor de varios Sucu Suco y virtuoso en el manejo de las cucharas.
Desde 1993 el grupo trabaja en Cayo Largo del Sur, presentándose en los hoteles. El trabajo allí le abrió un abanico de nuevas posibilidades económicas, pero también musicales, pues debió aprender a interpretar nuevos temas para complacer las peticiones de los turistas: desde Guantanamera, Chan Chan, Un montón de estrellas, Hasta siempre, Comandante o Lágrimas negras, hasta La maza de Silvio Rodríguez, que los argentinos y chilenos piden mucho.
Esta diversidad de ritmos no lo alejó del Sucu Suco, sino que afinó su insistencia en preservarlo. Y yo imagino que todos esos temas salían medio sucusuqueados.
Durante años en el Cayo, con una dinámica de 20 días de trabajo y 20 de descanso, Cinquillo Pinero se mantuvo participando en las actividades y festivales del municipio. También realizaron giras nacionales e internacionales, y fueron perfeccionando su estilo particular de hacer Sucu Suco auténtico, con cucharas y machetes. Quizás uno de los mayores premios de Enrique fue la nominación al Cubadisco 2010 por el disco Auténtico Sucu Suco.
Entre los recuerdos más emocionantes de Enrique están ese viaje a La Habana al Cubadisco, las giras a Noruega, Inglaterra y Holanda. Pero lo que más rememora y le enorgullece es el valor que ha dado al Sucu Suco en su tierra natal. Recuerda su participación en programas televisivos de Islavisión y en Palmas y Cañas; las grabaciones en Radio Progreso y, muy especialmente, en el programa Guateque Pinero de Radio Caribe.
Recuerda cuando Polo Montañés fue a la Isla de la Juventud y se llenó La Mecánica de gente de todas las edades. Fue a verlo, y a Polo le encantó el tema Hala mi buey, compuesto por su hermana Rosita.

Enrique tiene dos hijos: un varón informático y una hembra artista circense que ha viajado por todo el mundo. Aunque ninguno de ellos se dedica a la música, Enrique guarda con cariño un video en el que ambos lo acompañan con las claves y las maracas.
A los casi 67 años de edad, Enrique desearía que no se perdiera la tradición familiar. Los nietos de su actual esposa son también los suyos, y Sofía Lorena ya se sabe la canción de María Victoria y Pancho Amat Mis raíces. Tal vez ella sea la siguiente heredera del tres con las iniciales EGS.
A Enrique le gusta el repentismo, el son cubano, la música de Alexander Abreu y de Polo Montañés. Le gusta toda la música cubana, y también la mexicana, como buen nacido en el campo.
Aunque algunos grupos mantienen vivo el Sucu Suco —como los Clásicos Pineros, Mongo Rives y su Septeto Pinero, y algún que otro en la región central de Cuba—, Enrique cree que aún es poco el apoyo al género. Por otro lado, me cuenta que hay muchos niños de Argelia Libre, La Fe, San Pedro y otras zonas que son muy buenos cantores, pues heredaron el ritmo de sus padres y abuelos, como le pasó a él.
Nos habló de la música que hacía Sonny Boy, pichón de caimanero y leyenda cultural pinera. Nos contó sobre su manera peculiar de hacer Sucu Sucu con U y de sus disputas con Mongo sobre el nombre correcto. Algunos investigadores le llaman Sucu Sucu, pero los principales cultores, encabezados por Mongo Rives, saben que se dice Sucu Suco. Es verdad que ambas formas imitan el sonido de los pies sobre los pisos de madera mientras se baila, pero la terminación en Oofrece más posibilidades para rimar. Además, así le pusieron los mayores, y a los mayores se respeta.
Para los que nunca han oído hablar de este ritmo, enseguida sabrán cómo suena si recuerdan:
“Ya los majases no tienen cueva. Felipe Blanco se las tapó. Se las tapó, se las tapó. Se las tapó, que lo vide yo.”
Tomé café en un sitio de ARTEX que se llama El Sucu Suco. El café estaba buenísimo y barato, pero la música que ponen, a todo volumen, es reparto. En quince días que pasamos en la Isla, no nos cansamos de preguntar dónde había una peña de Sucu Suco. “En La Fe”, nos dijeron, pero no logramos averiguar más. Enrique nos habló de la peña de Lidia Piñero, la Reina del Sucu Suco, en la calle 59, cerca del estadio, pero tampoco pudimos coincidir. Queda pendiente para el próximo viaje una peña o una fiesta popular en la que se escuche, a todo volumen, el ritmo tradicional pinero.

“Tiene casi cien años” —dice Enrique mientras lo sostiene con orgullo y respeto—.
Es un tres con nueve cuerdas y clavijas de madera. Es, además de un instrumento musical, una especie de batón en esa carrera de relevos que es la preservación del auténtico sonido pinero. El tres antiguo es su amuleto, su herencia musical y su trofeo conquistado al ritmo de la música pinera.
No escuchamos un grupo de Sucu Suco en vivo, pero conocimos a Enrique González Rives, quien lleva con orgullo dos de los apellidos más honorables del género. Nos hizo un delicioso café, nos sonrió con sus ojos lindos y nos dejó pasar la mano sobre el tres de su padre.
Lo más emocionante fue que Enrique tocó las cucharas para nosotros. Y eso se lo debemos también a Unger, el historiador, a quien le contamos que iríamos a ver al director de Cinquillo Pinero, y nos dijo:
“Él es un virtuoso. Dile que digo yo, que te toque las cucharas.”
Gracias a la bondad y el talento de Enrique, tuvimos otro momento especial en este viaje. No vamos a olvidar sus historias, su cariño y su manera cálida de recibirnos con un niño de cinco años y un adolescente de catorce que también toman café. Nuestros hijos recordarán siempre al increíble músico que tocaba las cucharas y hacía Sucu Suco en Noruega, en La Habana, en Santiago de Cuba, en San Pedro, en un teatro y en la sala de su casa, para una familia curiosa.












