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Ver la Serie Mundial de las Grandes Ligas desde Europa es todo un desafío. Implica, necesariamente, madrugar, trasnochar y, a veces, amanecer enlazando un día con otro, si los dioses del béisbol deciden que nueve entradas no bastan para definir un ganador. El más reciente Clásico de Otoño, entre Dodgers y Blue Jays, dejó un par de duelos de extrainnings que, entre ambos, sumaron diez horas y 46 minutos de juego.
Pero si ver la Serie Mundial en las madrugadas europeas ya es un reto, resultaría difícil hallar un calificativo para describir lo complicado que puede ser seguir la gran final de MLB desde Arroyos de Mantua, en el extremo occidental de Cuba. Entre los apagones, los problemas de conexión y las escasas vías para acceder a una señal en directo, disfrutar de un simple juego de pelota parece casi utópico en un país donde, paradójicamente, este deporte es patrimonio nacional.
Por eso me dio tanta satisfacción ver en redes sociales un video compartido por el creador digital José Raúl Díaz Barrios, precisamente desde tierras pinareñas de Mantua. Son apenas 32 segundos, pero bastan para sentir la pasión beisbolera del cubano y su alegría al celebrar la coronación, por segunda temporada consecutiva, de un hijo de ese pequeño pueblo en la Serie Mundial.
El video en cuestión fue filmado en el abarrotado portal de la casa de Andy Pagés, en Mantua. Ese nombre ya ha sonado lo suficiente como para no pasar inadvertido en ningún debate sobre el deporte de las bolas y los strikes en la isla. Pero, si alguien aún no lo conoce, baste decir que es apenas el segundo cubano en la historia con dos títulos del Clásico de Otoño en sus dos primeras temporadas. Antes, solo Orlando “El Duque” Hernández había logrado irrumpir con un paso tan firme en el mejor béisbol del mundo.
Pagés ha hecho mucho ruido en los últimos meses como miembro consolidado de los todopoderosos Dodgers, una franquicia que ya ostenta el sello de dinastía tras convertirse en el primer equipo con coronas consecutivas en el siglo XXI. El simple hecho de jugar a diario en una novena tan exigente ya sería mérito suficiente, pero el vueltabajero fue más allá: conectó 27 jonrones, 55 extrabases, impulsó 86 carreras y firmó un OPS de .774, entre los mejores del plantel durante la temporada regular.
Sin embargo, en los playoffs su suerte se torció. En 55 viajes al plato apenas conectó cuatro imparables, se ponchó en 11 ocasiones y su único extrabase fue un doble. La caída individual a los infiernos la sintió hasta en los huesos el vueltabajero: “Son cosas que pasan, los momentos malos del béisbol. Desgraciadamente me tocó a mí en la postemporada. Pero estoy claro que voy a llegar muchos más años aquí y espero dar una versión diferente”, señaló después del triunfo de los Dodgers.
A pesar del bajón ofensivo de Pagés, en Mantua celebraron el título de los angelinos como si fuera uno de los Vegueros, reconociendo en su justa medida las fortalezas del equipo. “Hay que hacerle un pedestal al Yamamoto ese”, se escuchó decir a alguien en el portal de la casa de Andy, en suelo vueltabajero, en clara alusión al lanzador Yoshinobu Yamamoto, elegido Jugador Más Valioso de la Serie Mundial.
El japonés firmó tres victorias en el Clásico de Otoño, todas como visitante, algo inédito en la historia de estos eventos. Pero en el béisbol, hasta la estrella más brillante necesita del respaldo de sus compañeros y, en el caso de Yamamoto, no habría podido ganar sin las excepcionales intervenciones defensivas del venezolano Miguel Rojas y del cubano Andy Pagés.
El pinareño no fue titular en el séptimo partido, pero en el noveno inning, con las bases llenas, el juego empatado y un out, el mánager Dave Roberts decidió enviarlo al jardín central. Lo que vino después rozó lo milagroso: Rojas consiguió un forzado en la goma por milímetros y, acto seguido, Pagés atrapó un larguísimo batazo entre el jardín izquierdo y el central para mantener con vida a los Dodgers.
“Es el mánager del mejor equipo del béisbol. Por algo está aquí. Su intuición fue impresionante”, comentó Andy sobre la decisión de Roberts de mandarlo al diamante justo antes de la jugada decisiva, una joya defensiva en la que el cubano exhibió su atleticismo al correr 121 pies para capturar la bola.
Andy Pagés-Sandy Amorós: la conexión cubana de los Dodgers
Para los más fieles fanáticos beisboleros de la isla, la atrapada de Pagés recordó la de Sandy Amorós, que también salvó a los Dodgers en el séptimo partido de la Serie Mundial de 1955 contra los Yankees. En aquel encuentro, los Bombarderos del Bronx perdían 2-0 y eran dominados por el lanzador Johnny Podres, hasta que en el sexto capítulo reaccionaron.
¿Cuáles son los únicos cubanos que han sacado el último out de la Serie Mundial?
Billy Martin y Gil McDougald se embasaron y pusieron el empate en circulación cuando le tocaba consumir turno al gran Yogi Berra, ya por entonces tres veces reconocido como Jugador Más Valioso de su circuito.
Los Dodgers no podían estar ante un escenario más adverso, pero solo unos minutos antes el mánager Walter Alston había hecho el movimiento que cambiaría el destino del partido. Al iniciar la entrada, colocó a Sandy Amorós en el jardín izquierdo, y esa decisión —arriesgada y providencial— terminó salvándole la vida al equipo, aunque con altas dosis de suspenso.
El patrullero cubano se había posicionado cargado hacia el bosque central, consciente de que Berra, zurdo, solía aprovechar bien el bateo para su mano. Sin embargo, con su habitual maestría, el receptor de los Yankees leyó la formación defensiva de los rivales y empujó la bola pegada a la raya del jardín izquierdo.
Amorós tuvo que correr unas 60 yardas hacia lo más profundo del bosque izquierdo. Por un instante pareció que no llegaría, pero a última hora estiró el guante, atrapó la pelota de aire y lanzó de inmediato al cortador, Pee Wee Reese, quien completó una inolvidable jugada de doble play. En el montículo, Johnny Podres respiró aliviado, se recompuso del susto y retiró a 10 de los siguientes 13 bateadores que enfrentó, para sellar el primer título de Serie Mundial en la historia de los Dodgers.
Setenta años después de aquella acción legendaria, no pudo haber mejor homenaje que un fildeo muy parecido, esta vez protagonizado por Andy Pagés, otorgando una vida extra a los Dodgers en su camino hacia un nuevo campeonato.
			











