Cuba es una isla musical… a lo largo de nuestra historia incontables han sido los exponentes de este género artístico que constituyen hitos en la cultura universal. Entre ellos han existido familias que se han dedicado por completo a este arte deslizándolo de generación en generación.
Los Caturla, los Vitier, los Romeu, los López Gavilán son solo algunos nombres de familias que han brindado su arte a diferentes géneros musicales. Sin embargo quiero referirme a una indispensable dinastía que recientemente ofreció una gala para la historia, dedicada a su creación e importancia para el desarrollo de la música popular cubana.
Siempre bromeo con una amiga preguntándole si por las venas de los López-Nussa correrán glóbulos rojos y blancos como en el resto de los mortales, o en su lugar se encuentran notas musicales y su cuerpo es un gran pentagrama viviente. Es que maravilla tanta musicalidad y talento en personas de una misma estirpe.
Bien lo supieron apreciar doña Wanda Lekszycki y Leonell López-Nussa al inculcarles el amor por la música a sus dos hijos Ruy y Ernán. Estos dos jóvenes son hoy día dos renombrados creadores e intérpretes, reconocidos entre lo mejor del abanico musical contemporáneo cubano.
Ernán es director de su propio trío de jazz –conformado por Enrique Plá en la batería y el joven talentoso Gastón Joya en el bajo y contrabajo- con el que posee discos como From Havana to Río y Pas de Trois, este último reliquia musical ganadora de varios premios Cubadisco. Además es un exitoso productor musical con el que han contado artistas cubanos como Miriam Ramos, su hermano Ruy y su sobrino Harold y es Embajador de Buena Voluntad de la Organización de Naciones Unidas.
Ruy es uno de los “monstruos” del drums en nuestro país. Maestro de maestros, este hacedor toma parte de su tiempo para la enseñanza en la escuela, brindándole sus conocimientos a las nuevas generaciones, para quienes creó el método de estudio de batería por el cual se enseña este instrumento en los colegios de música de nuestro país. Por otra parte también posee su proyecto denominado La Academia, con el que explora nuevos caminos de la música popular, entremezclando el jazz con las tradiciones yorubas y las sonoridades cubanas como el son, el chá chá chá, el mambo, etc.
Pero todo no quedó ahí. La música siguió su camino y contagió también a los retoños de Ruy: Harold y Ruy Adrián, dos jóvenes que vienen mostrando sus dotes técnicas y creativas desde hace varios años.
Harold siguió los pasos de su tío Ernán en el piano. Con maestros como su mamá Mayra Torres, Silvia Echevarría y la legendaria Teresita Junco – madre del también joven talento, Aldito López Gavilán- este prodigio desarrolló sus dotes en este instrumento paseando con facilidad de lo clásico a lo popular siendo reconocido como una gran promesa de nuestra música. Con tan solo 27 años Harold ya posee cuatro discos de estudio (Sobre el Atelier, Canciones, Herencia y El país de las maravillas) y premios internacionales como el 1er Premio en el 39 Festival de Jazz de Montreux, en Suiza y el Talento de Jazz 2011 que otorga la ADAMI francesa. Es director de su propio trío en el que comparte roles con su hermano Ruy Adrián y el bajista Felipe Cabrera.
Ruy Adrián por su parte se encausó por el mismo instrumento de su progenitor: el drums. Este joven percusionista además toca con igual maestría el cajón, los timbales y la percusión menor. Resulta interesante verlo tocar y ver en él destellos de su padre pero un amplio contenido personal en constante desarrollo haciéndolo un seguro baterista tanto hoy como en el futuro.
Que decir de este cuarteto de virtuosos que no sean adjetivos de elogio superlativo. Técnica asombrosa con un diapasón amplísimo de expresión dentro de la música popular y el jazz, con una interpretación tan fácil que pareciera imposible y una autenticidad sin discusión en su trabajo, tanto los veteranos (Ruy y Ernán) como los jóvenes (Harold y Ruy Adrián).
Su más reciente presentación en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba, en ausencia de Ernán por problemas de salud, fue otra demostración de virtuosismo. Una gala dedicada a los padres y abuelos (Wanda y Leonell) que les enseñaron el amor por la música.
La noche la abrieron Harold y Ruy Adrián con su trío, al que acompañaron los premios JoJazz Gastón Joya (bajo eléctrico) y Maykel González (trompeta). Una sonoridad singular regalaron en Cimarrón, con tonalidades rápidas y fragosas que simulaban el huir de aquellos hombres y mujeres.
El maestro Ruy por su parte deleitó con varios temas junto a su grupo La Academia – con Roberto García en la trompeta y la dirección musical, Jorge Luis Pacheco en el piano, Iván Ivanovich en el saxo, Octavio Rodríguez y Otto Santana en la percusión, Luis Izquierdo en el bajo y Orlandito en la segunda guitarra- como Camandele y Ruytui en el que combinan las sonoridades del jazz con cantos y músicas africanas.
Momentos especiales de la velada las interpretaciones de los temas Mama de Harold y Mivi, de Ruy López- Nussa, ambos dedicados a la ya fallecida Mayra Torres, madre y esposa respectivamente. El primero es una íntima canción a piano solo en el que el joven pianista desborda toda una nostalgia acumulada sobre las teclas. El segundo es una fusión muy dinámica de salsa con son y timba con una obertura a tumbadora que da paso a una serie de juegos escalonados a cuatro manos en el piano entre Harold y Jorge Luis Pacheco, y entre Ruy y Ruy Adrián en la batería.
Estos dos últimos deslumbraron con una brillante interpretación a dos drums del tema “Parados”, dueto compuesto por el padre cuando su benjamín era apenas un niño y se paraba frente a las baterías a tocar de pie. La maestría interpretativa del maestro y del “alumno” no precisan explicación, solamente un reconocimiento total del público que se levantó de sus asientos para reconocer a estos monstruos de las baquetas.
De invitado de lujo estuvo Kelvis Ochoa quién contagió a todo mundo con su sentimiento en el tema Ojos Negros y finalizó con una salsa-conga que puso a bailar a la sala Covarrubias en pleno.