Escondida detrás de los pequeños resquicios que deja el III Clásico Mundial de Béisbol, saca su diminuta cabeza la Liga Nacional de Voleibol (LNV). Ya en semifinales, silenciosa, ligera y de poco monta, esta lid tendrá que guarecerse de las inminentes resacas que dejará la máxima cita de la pelota internacional.
Una sorpresa volvió aflorar de la mano de una selección nacional de fútbol de Cuba. Nuevamente, y poco a poco con más frecuencia que antaño, un equipo antillano tritura un cartel con logotipo de favorito.
Esta vez fue el equipo Sub-20 nacional quien derrotó a su similar de Canadá 2-1 en su debut en el Campeonato de la CONCACAF de la categoría, con sede en Puebla, México, clasificatorio para el Mundial de Turquía del próximo mes de junio.
El letargo en el que se sumerge la selección femenina de voleibol de Cuba en ocasiones se vuelve imperturbable. Refleja la sombra estirada y perpetua de generaciones anteriores que taladraron el pasado para permanecer de por vida al presente. Esta nueva cofradía cargará en hombros el peso de un amparo demasiado robusto para sus atributos.
Un puñado de voleibolistas cubanos ha alcanzado la elite en el extranjero. Se han mezclados entre clubes profesionales foráneos para romper la cadencia pausada del deporte cubano amateur. Pura miscelánea que sugiere una impronta inquebrantable, que no debe esconderse entre las mazmorras del olvido y que brota abruptamente sobre los rezagos tratando de alimentar esperanzas sosegadas.
La Escuela Nacional de Voleibol rompió la inercia en los primeros días de este 2013. Después de un receso ha vuelto al ruedo con presteza. El recinto que aloja la preparación de las preselecciones cubanas de ambos sexos y de las categorías inferiores exhibe su ardor, desempolva el tiempo de paro y con mesura trae de vuelta el tráfico diario de los principales voleibolistas que radican en el país.
La notoriedad de los hechos queda a merced de la transcendencia subjetiva de los espectadores. Su aureola permanecerá en el recuerdo según la apreciación de los que desde afuera tranquilamente juzgan el transcurso de la vida.
De ahí que el aura que se expande a través de la bogas, mitifica a los seres, los rasga, los declara, los clama y los acredita ante la celebridad.
Hay pocas cosas tan revitalizadoras como los reencuentros. El cruce de ese algo ausente, perdido o extraviado en el pasado, ya sea por la imprudencia de lo casual o predeterminado por el destino, devuelve las imágenes y los sentimientos desvanecidos en el tiempo.
Ese segundo de estupor vale sufrirlo, sentirlo sin que nadie lo cuente. Volver a encontrar aquello que se había marchado o que, quizás, por azar había sido arrebatado, es suficiente para sostener la insolencia desecha de una aventura amarga.
El Torneo Nacional “Playa Girón” de boxeo ha concluido en Sancti Spíritus. Los púgiles cubanos, posiblemente los de mayor empaque en los escenarios amateurs del orbe, se citaron por una semana para pugnar por la corona de la Isla.
El fútbol es así, un fatuo pedazo de pasmo. Y es eso. Cada 90 minutos lo confirma. Su larga historia recoge momentos memorables de consumaciones inesperadas. El estadio Recreation Ground de Saint John en Antigua y Barbuda lo ha demostrado.
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