Existe un Camagüey contado en libros, lleno de historia. Otro que aparece a todo color, demasiado color, en guías turísticas y carteles, empaquetado en ómnibus turísticos de tránsito.
Pero también hay otro, o muchos otros, más reales, a veces tiernos, a ratos dolorosos. Para descubrirlos se requiere caminar, perderse en el entramado de la ciudad, fisgonear a través de una ventana abierta.
Debe ser dificil fizgonear con Z
Miguel Ángel: es verdad que hay muchas caras de Camagüey, tantas como en cualquier ciudad; para los que aquí habitamos, también resulta doloroso a ratos pero nos enorgullece el Camagüey que tenemos y nos da esperanza el que confiamos podamos tener. En todos los casos, nos es entrañable. Es válido suscribirse a una estética, eso es incuestionable, pero ese Camagüey de rostros desencajados, de miseria y suciedad que muestra su obra, bajo el título “Camagüey por dentro” suena bastante definitivo y puede llegar a parecer que es el único Camagüey real, cuando no es así. Qué pena que ninguno de los bellos lugares de la ciudad le hayan llamado la atención y se haya esforzado tanto es mostrar este otro. En lo bello también hay intimismo, contradicciones y autenticidad…y en Camagüey hay muchas cosas bellas que mostrar.