En el verano aparecen cada vez más. Las chivichanas resucitan en el calor de estos meses, renovadas, con nuevas “cajas de bolas” y madera reforzada. Bajar de una calle empinada a toda velocidad en uno de estos artefactos es parte de crecer en la Isla. Poder jugar en las calles sin mayores peligros es parte del privilegiado mundo de los niños cubanos. Aquí están, entre el barrido del minuto fugaz de la bajada y la astucia de sus reparadores incansables.
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me traen muchos recuerdos las chivichanas , cuando niño vivia en el reparto santamalia en arroyo naranjo y los domingos nos ibamos una pandilla de amigos a buscar calles con lomas altas para tirarnos,buenos momentos aquellos que desgraciadamnete no volveran