Contra viento y marea, el fisiculturismo crece en Cuba. Sus cultores ya no son un puñado de hombres y mujeres aislados que levantan pesas por pura afición, sino un grupo organizado en la Asociación de Culturismo y Fitness de Cuba (ACFC) que realiza torneos con regularidad y cuenta con el apoyo del público.
Son los gimnasios privados los que han promovido en los últimos tiempos esta práctica, que cada día ganas más adeptos en Cuba pero que no cuenta aún con el reconocimiento del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), que alega el uso y abuso del dopaje en este movimiento.
Los fisiculturistas son escultores del cuerpo perfecto: buscan la simetría, la proporción, la definición, el volumen proporcionado, definido, voluminoso. Para lograrlo mantienen un rígido entrenamiento, mayormente de ejercicios anaeróbicos, una nutrición en extremo selectiva (y cara), una vida alejada del alcohol y el tabaco, todo ello combinado con un descanso que permita el crecimiento deseado de los músculos.
Los de este movimiento dicen vivir menos estresados, sin dolores musculares, alejados del sedentarismo y más voluntariosos. Que los llamen vanidosos, narcisistas o los califiquen como los Adonis del siglo XXI les parece insignificante ante el beneficio que les reporta este estilo de vida.