En octubre de 2016, el huracán Matthew golpeó el oriente de Cuba. Entre las ruinas dejadas por la tormenta quedó la del puente sobre el río Toa que unía las ciudades de Baracoa, en Guantánamo, y Moa, en Holguín.
Casi dos años después, un nuevo puente está a punto de terminarse. Tiene 225 metros de largo por 11 de ancho y 11,8 de altura máxima, 4,5 metros más que el anterior. Cuenta con 65 pilotes sobre los que descansan las vigas metálicas de carga, de 50 metros cada una, recubiertas con cemento reforzado y acero.
Para los trabajos en el vial, se instaló cerca de allí una planta de asfalto.
La construcción ha estado a cargo de la brigada venezolana Simón Bolívar, con apoyo de obreros cubanos. La terminación estaba prevista para diciembre pasado, pero debió reprogramarse para la primera mitad de este año. Dos semanas atrás estaba al 97 por ciento.
Su entrega forma parte de la reconstrucción de toda la carretera entre Moa y de Baracoa, que beneficiará a unas 90 mil personas e incluye la reparación de otra veintena de puentes.
Pero mientras los constructores trabajan, la vida continúa en los alrededores del puente. El Toa, para quienes viven en sus márgenes, ha seguido siendo fuente de sustento, vía de transporte, sitio de juegos y labor.
A los sultanes tropicales no le interesa la pobreza de sus ciervos.