Los antiguos hoteles de La Habana son un retrato de lo que es hoy la ciudad. Todos tuvieron sus años de gloria, su época de lentejuelas y fulgor, pero para muchos aquellos tiempos son apenas un remoto recuerdo.
Otros, en cambio, han perseverado o, incluso, renacido, luego de ser golpeados por el olvido y la desidia.
Los antiguos hoteles de La Habana han sido testigos de décadas y décadas de cambios y tormentas, literales y metafóricas. Y muchos no han salido bien parados de esas sacudidas.
Algunos, no pocos, ya no existen. Son un agujero en el paisaje, una grieta en la memoria. Se convirtieron en solares o parqueos, en terrenos baldíos, y algunos, para bien de la ciudad, en otras construcciones.
Los hay que siguen aún en pie, milagrosamente. Son ruinas enclenques, deshabitadas, o, en más de un caso, deberían serlo, aunque personas valientes y necesitadas retan al destino entre sus paredes ruinosas.
Varios luchan por mantener su utilidad, aun cuando del esplendor de antaño quede poco que mostrar. Así, incluso apuntalados, albergan a familias y hasta negocios privados, oficiales o furtivos.
Los más afortunados siguen siendo hoteles. Aun habiendo pasado por épocas oscuras se las han arreglado para seguir recibiendo huéspedes y hasta para ser símbolos patrimoniales de La Habana.
En sus afueras se parquean los célebres y coloridos autos clásicos, a la espera de turistas, y en sus bares reinan los mojitos y el son tradicional.
Tales son los contrastes de la capital cubana, con sus antiguos hoteles como protagonistas. La suya es una historia de florecimientos y metamorfosis, de derrumbes y renacimientos, a la que nos acercamos este domingo a través del lente de Otmaro Rodríguez.
El hotel Lincoln no lo mencionaron, actualmente está en reparación. No se sabe para cuando se terminará.
¡Excelente publicación!