La Habana Vieja es pura historia. Aun con los muchos golpes del tiempo y las crisis, el centro histórico habanero atesora lugares únicos por su memoria y sus significados.
Sus calles y edificios —unos mejor conservados; otros, casi derruidos— han sido testigos del paso de años y siglos; de hechos y personajes que han marcado el devenir de la ciudad y del país, y que, incluso, lo siguen marcando.
Muchos de estos sitios no son ya lo que fueron. Cambiaron su fisonomía y su uso, trastocaron su naturaleza original compelidos por otros cambios, por otras transformaciones, de las que terminaron siendo, irremediablemente, parte.
Así, por determinación o fortuna, antiguos palacios y castillos —glorias del otrora poder colonial y de sus representantes de mayor abolengo— lograron sobrevivir a evoluciones y desmanes para convertirse, para bien, en vitrinas de su historia y patrimonio. En museos.
Igual ha sucedido con otras edificaciones, devenidas en sitios obligados para visitantes y estudiosos, en símbolos identitarios e iconos turísticos de La Habana Vieja.
Ahí están el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, instituido como Museo de la Ciudad, y muy cerca, en el entorno de la Plaza de Armas, el Palacio del Segundo Cabo —convertido en el Centro para la interpretación de las relaciones culturales Cuba-Europa— y el formidable Castillo de la Real Fuerza.
Otro tanto puede decirse de edificios como el Palacio del Conde de Lombillo, que ha acogido varios museos a lo largo de su historia; el otrora Palacio de los Condes de Casa Bayona, devenido Museo de Arte Colonial; y el El Museo de Arte Sacro, situado dentro de la conocida iglesia y convento de San Francisco de Asís.
También pueden mencionarse otras residencias habaneras convertidas en museos como Casa de la Obra Pía, que cuenta también con un proyecto social centrado en la costura y el bordado; la Casa Benito Juárez, que resalta los vínculos entre Cuba y México; y la Casa Alejandro de Humboldt, dedicada a la ciencia y a recordar la figura del sabio alemán, considerado el segundo descubridor de Cuba.
Pero, lógicamente, los que hemos referido hasta ahora no son los únicos. Los museos de La Habana Vieja son numerosos y cada uno cuenta con sus valores y singularidades, con sus propias líneas temáticas y sus diferentes colecciones.
A varios de ellos —sus construcciones y entornos— los acercamos este domingo a través del lente de nuestro corresponsal Otmaro Rodríguez. Pero desde ya le prometemos una próxima entrega dedicada a estas necesarias y atractivas instituciones, veladoras del patrimonio de la capital cubana.