La conocida playa habanera sigue siendo un lugar de descanso y esparcimiento para muchos visitantes, aunque la crisis y la indolencia también han llegado hasta allí.
Muchos habaneros y cubanos en general guardan entre sus afectos a la playa de Guanabo. El azul de sus aguas y sus blancas arenas han sido un paisaje entrañable para numerosos vacacionistas, para familias que hicieron de ella un escenario recurrente en sus días libres y veranos.
Y no solo la playa. También lo han sido el barrio fundado en su entorno, sitio de residencia de unos y de descanso de otros, lo mismo en hoteles e instalaciones estatales que en casas privadas de alquiler. Y lugares de esparcimiento como parques, cafeterías, restaurantes y otros.
Situada al este de La Habana, Guanabo ha sido tradicionalmente un punto de encuentro y diversión. Aunque alejada de la ciudad, su belleza natural y la pureza de su aire la convirtieron en uno de los sitios favoritos de la capital, no solo para los cubanos sino también para los extranjeros.
En la franja costera disputa protagonismo con otras playas como Bacuranao, Tarará, Boca Ciega y Santa María. Para llegar hasta ella es necesario cruzar el túnel o bordear la bahía, ya sea en auto, guagua o en el tren que, como otros años, la une por estos días con el centro histórico habanero.
En el verano de 2024, Guanabo —la playa, el poblado— sigue en el mismo lugar. Y muchos habaneros y cubanos siguen apostando por ella para compartir en familia, refrescar el calor y dejar a un lado, al menos por un rato, las preocupaciones y sinsabores de la cotidianidad y la crisis.
La crisis, sin embargo, también ha llegado hasta allá y las diferencias con épocas anteriores, con mejores momentos, se notan a cada paso: en el entorno, que acusa abandonos y carencias; en el entusiasmo, mermado por las dificultades económicas y la migración; en los precios…
El Guanabo de hoy es también el de vendedores y negocios particulares, el de construcciones deterioradas o condenadas al olvido, el de la basura que afea las calles e, incluso, la arena —aunque ello, ciertamente, no es algo nuevo—, y el de gente que, a pesar de todo, se tiende al sol o bajo una sombrilla, y se zambulle en el mar, dispuesta a pasar el mejor tiempo posible.
En esa zona del este de La Habana estuvo por estos días nuestro corresponsal Otmaro Rodríguez. Dejemos entonces que sea su aguzado lente quien nos muestre al Guanabo del verano de 2024, la playa —y la comunidad— que muchos guardan en su memoria y sus afectos, y que otros siguen visitando y haciendo parte de sus vivencias y diversiones veraniegas.