En la confluencia de las calzadas de Monte, Cerro, Infanta y 10 de Octubre se encuentra la Esquina de Tejas, una de las intersecciones más célebres de La Habana. Más que un simple cruce, ha sido por mucho tiempo un símbolo de la vida de la ciudad, aunque no viva hoy su momento más feliz.
Su nombre, según la tradición, proviene de las antiguas tejas francesas color terracota que adornaban allí las viviendas en la época colonial. Otra versión apunta al apellido de un vecino, pero sea cual sea el motivo verdadero lo cierto es que su denominación trascendió en el tiempo.


Durante la República, la Esquina de Tejas era un sitio animado con el ritmo de la vida cotidiana y una intensa actividad comercial. El Bodegón de Tejas —luego Bar Moral—, junto a la famosa fonda El Globo de Tejas, panaderías y otros negocios hicieron de este un punto neurálgico de la capital.
No menos importante fue el papel del cine Valentino, uno de los espacios culturales más recordados por los habaneros de entonces, que llenaban sus butacas a diario, mientras la vecina valla La Nacional atraía a multitudes con sus peleas de gallos.


Con el paso del tiempo la fisonomía de la renombrada esquina fue cambiando. La construcción de edificios de mayor altura —algunos de 20 plantas como el popularmente llamado “Fama y aplausos”— dieron una nueva presencia al lugar, en medio de una ciudad en transformación.
Sin embargo, el tiempo traería luego pérdida y desidia. Varios lugares emblemáticos de años atrás son víctimas del abandono, mientras los edificios, afectados por la falta de mantenimiento, sufren de un progresivo deterioro. Las calles, con pavimento agrietado y basura acumulada, reflejan la crisis que afecta a muchas zonas de La Habana y de toda la isla.


Aunque sigue siendo un lugar muy transitado, la Esquina de Tejas dista mucho hoy de ser lo que fue. El contraste entre su pasado y su actualidad hacen de ella un espejo del visible deslustre de la capital cubana y, a la vez, una metáfora de una ciudad que resiste entre luces y sombras.
Como otros espacios en situación similar, esta icónica esquina es hoy un sitio donde la memoria urbana se confronta con la urgencia de transformar y mantener viva el alma de La Habana, una realidad que nos descubre hoy a través de sus imágenes el fotorreportero Otmaro Rodríguez.















