En la finca San Juan El Brujo, en Artemisa, el mango hace el camino directo del campo a la industria.
En la finca de 67 hectáreas, propiedad del campesino Osmany Cordero, la gustada fruta es uno de los productos estrella, junto a la guayaba, la frutabomba, el mamey y la guanábana.
Allí la cosecha no necesita salir del lugar para ser procesada. Los mangos van del campo hasta una minindustria ubicada en la propia finca, donde son lasqueados y envasados en nailon, o son despulpados para elaborar jugo y mermelada.
Una docena de trabajadores se ocupan de ello en un pequeño local, con sus propias manos y equipos artesanales, mientras otros atienden las plantaciones y garantizan así la materia prima.
Gracias a este trabajo, a diferencia de lo que sucede en otros sitios, en San Juan El Brujo el mango se aprovecha todo lo posible. Las frutas procesadas pueden conservarse en refrigeración durante meses.
Contrario a lo que ocurre en esta finca, asociada a la cooperativa de créditos y servicios Antero Regalado, cientos y hasta miles de toneladas de mango llegan a perderse cada año a lo largo de la isla. Sobre todo, durante el pico de cosecha.
Dificultades con la logística, la mano de obra y el transporte provocan no pocas veces que muchas frutas ni siquiera salgan del campo y se echen a perder sin llegar a los mercados o a la industria para su procesamiento.
Otras, en cambio, tienen mejor suerte. Como las de San Juan El Brujo.
Según se informó recientemente en las sesiones de la Asamblea Nacional, en la actual campaña del mango se han molido más de 16 mil toneladas y está previsto que se superen las 17 mil antes de que termine 2023.
Una parte de ellas han sido procesadas en alguna de las más de 350 minindustrias existentes en Cuba, en fincas como la de Osmany Cordero, y en minindustrias estatales como Villa Roja, también ubicada en Artemisa.
Esta última, situada en la comunidad de Badón, es una de las beneficiadas por el proyecto Agrofrutales, que cuenta con financiamiento de Canadá y respaldo del Ministerio de la Agricultura y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Gracias a ello, Villa Roja cuenta hoy con una moderna línea de producción para la fabricación de pulpas, jugos, mermeladas y dulces. Además, el proyecto —en marcha desde 2017 en cinco municipios— va más allá de lo productivo y, por ejemplo, estimula el uso de las energías renovables.
No obstante, aun con proyectos e iniciativas como estas, el camino del mango y otras frutas y productos agrícolas sigue siendo empinado y con numerosos obstáculos, unos derivados del contexto internacional y las sanciones de Estados Unidos, y otros, consecuencia de trabas y fallos internos.
Cuba, como reiteran expertos y analistas y reconocen las autoridades, necesita producir sus propios alimentos y reducir sus importaciones si desea aliviar la crónica crisis que padece su economía. Ejemplos como los de San Juan El Brujo y Villa Roja confirman que es posible, siempre que haya voluntad y recursos para seguir ese camino.
No le echen la culpa a los EEUU q la culpa es de los cubanos por qué todos los años es el mismo cuento no hay un plan pará q el campesino pueda resolver sus dificultades y problemas
Saludos, gracias por publicar lo que ” otros periodistas en este país tienen miedo publicar. Tal parece que deben pedir permiso, entonces dejan de ser trabajadores de la prensa