Desde que Rafael se acercaba a las costas cubanas sin ser aún huracán, ya la gente se preparaba para pasar los días por venir de la mejor manera.
Hay quienes procuran conseguir todo el alimento posible, tarea difícil en momentos normales y que, en días de mal tiempo, resulta más complejo porque algunos establecimientos cierran.
Otros toman cerveza antes de llevar a casa los cartones de huevo conseguidos a precio de oro.
Las colas del pan son más grandes; todos quieren llevar a casa lo suficiente por si no se puede salir a la calle en varios días.
Hace tiempo que la ciudad no se veía tan limpia. Briagadas de comunales recogen a toda prisa la basura acumulada para que los desechos no sean arrastrados por las aguas y se tupan las alcantarillas. Más allá de las orientaciones oficales, la conciencia de muchos vecinos los hace conformar sus propios grupos y asumen las labores de recogida y limpieza por su propia cuenta.
Hay ventanas que llevan esperando un montón de tiempo por ser arregladas. Es este el momento para poner pedazos de cartón-tabla, acrílico u otros materiales improvisados para evitar los cajones de aire cuando lleguen los vientos fuertes.
La gente en Cuba, a golpe de tanto paso de ciclones, se ha hecho de una cultura de prevención. Saben cómo actuar, cómo proteger su casa y su familia. Esa conciencia adquirida hace que los daños sean menos.
Mientras esperamos a ver qué pasa, hay gente que se la juega al pegáo en la mesa de dominó.