Valldemossa es famosa por los famosos. A este pequeño pueblo de la Sierra de Tramontana llegaron en 1838 el músico polaco Federico Chopin y su amante, la escritora francesa George Sand. En nuestros días, el mítico actor hollywoodense Michael Douglas es otro de los que frecuentan Valldemossa.
La pareja formada por Chopin y Sand se refugió en un monasterio buscando, en el clima frío y seco de la montaña, alivio para la tuberculosis. La estancia, al parecer no del todo grata, duró apenas un invierno, pero la celda que ocupó la pareja es hoy un museo en el que se conserva un piano del célebre compositor.
En cambio, a Douglas sí parecen gustarle Valldemossa y la Sierra de Tramontana. El actor y su esposa, la actriz Catherine Zeta-Jones, tienen una villa en las afueras del poblado. Douglas, además, creó en él Costa Nord, un centro cultural contemporáneo que busca difundir la cultura y las tradiciones de las Islas Baleares.
Este año la estrella celebró su 80 cumpleaños de manera adelantada —los cumple el 25 de septiembre—, participando en julio en las fiestas de las Gent Gran (personas mayores, en lengua mallorquina), junto al resto de los vecinos de Valldemossa.
Otra de las celebridades locales, esta vez histórica, es Santa Catalina de Thomas (1533-1574), canonizada en 1930 por el entonces Papa Pío XI. Es la única santa nacida en la isla de Mallorca y su cuerpo incorrupto descansa en el Convento de Canonesas Agustinas de Santa Magdalena de Palma.
Muchas casas de Valldemossa tienen en su entrada pequeñas placas de cerámica con pasajes de su vida y la leyenda “Santa Catalina Thomas, ruega por nosotros”.
Algo que abunda en puertas y ventanas de las casas de Valldemossa, todas de piedra de color ocre, son las flores; un toque colorido que embellece la villa de calles empedradas y peatonales, por las que no transita más auto que el de algún vecino.
Valldemossa, el pueblo más alto de Mallorca, está enclavado en la Sierra de Tramontana, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2011. Sus habitantes, unos 2100, se ven enormemente superados por la avalancha de más de 5 mil turistas que llegan cada día.
Atraídos por la belleza del lugar y por la leyenda de la estancia de Chopin y Sand, hasta Valldemossa llegan visitantes de todo el mundo, pero fundamentalmente de Alemania. Son tantos, que un pobre cubano —yo— rodeado de tanta gente hablando alemán, por momentos se creía en un lejano y desconocido pueblo Baviera o Renania, y no en España.
A ratos caminar por las estrechas calles de la villa se hace difícil para tanta gente. Pero es innegable que los turistas traen dinero, aportan al pueblo sustento y eso, bien invertido, ha convertido Valldemossa en un lugar cuidado, limpio, con tiendas, restaurantes y cafés muy agradables.
Sin embargo, la gastronomía está excesivamente enfocada en el turismo y es muy cara, mientras se echan en falta los platos típicos de la auténtica cocina española. Descontando ese detalle, del que muchos turistas ni se enteran, Valldemossa es un lugar que da gusto visitar, aún a riesgo de ser aplastado por una avalancha de teutones.
Es un lugar precioso!!! Caminar por esas calles al atardecer es mágico, como estar dentro de un cuento.