El mítico artista español Salvador Dalí presumía de ser el primer español en ver salir el sol. Lo lograba gracias a un espejo que, colocado en diagonal frente a una ventana de su casa en Cadaqués, el pueblo más al oriente de la península ibérica, reflejaba los rayos del alba directo hacia su cama.
Cadaqués es una localidad de la Costa Brava española, con una población que ronda los 3 mil habitantes. En verano es invadida por miles de turistas, deseosos de conocer el lugar en el que se refugió el genio de surrealismo; pero también de disfrutar de sus aguas cristalinas y la belleza de sus construcciones blancas.
Hasta Cadaqués llegó un joven Dalí en busca de un lugar tranquilo y apartado en el que trabajar. Compró una diminuta barraca de pescadores en Portlligat, frente a una tranquila cala. Aún no era el famoso y excéntrico artista en que se convertiría años después; el dinero no sobraba.
Con el tiempo fue adquiriendo otras barracas y modificándolas hasta lograr una casa a su gusto, diseñada por él y construida por albañiles y carpinteros locales, en la que vivió más de 50 años junto a su esposa, Gala, y que sólo abandonó al morir ella en 1982.
La casa se conserva como museo y hasta ella llegan cada día cientos de personas atraídas por la leyenda del artista que la habitó.
Todo está como entonces, como si Dalí y Gala aún habitaran la casa, explican los guías. Todo, menos los libros y las pinturas. Estos se han sustituido por réplicas; los originales se exponen en el Museo Dalí, en la cercana Figueres, ciudad en la que nació el artista hace casi cien años.
Un enorme oso blanco disecado da la bienvenida a los visitantes en el pequeño recibidor, construido en la barraca primigenia. Regalo de un amigo y decorado por Dalí, el animal sostiene una lámpara y luce varios collares que le dan un look de reguetonero que hace pensar en las dotes premonitorias del artista. Además del oso en la casa hay un león, un búho y varios cisnes disecados, muestra de la pasión de Dalí por la taxidermia.
Diseñada por el pintor, la casa es un laberinto de distintos niveles. Para ir de un sitio a otro hay que atravesar estrechos pasillos o subir escaleras. Las paredes están pintadas de blanco y el suelo está cubierto por esteras. El estilo es recargado y en muchos rincones hay arreglos florales con siemprevivas amarillas secas, las preferidas de Gala.
Entre los mil espacios que tiene la vivienda destaca el estudio del pintor, donde se muestran dos originales inconclusos, uno de ellos en un caballete especial diseñado por él, que le permitía subir y bajar el cuadro incluso por debajo del piso. Al genio del surrealismo le gustaba pintar cómodamente sentado.
Salas para recibir visitas, un vestidor decorado por Gala con fotografías de Dalí, un salón oval con una peculiar acústica que transforma la voz de quienes hablan en el centro de la estancia, el almacén de pinturas del artista, un baño y amplios espacios exteriores que incluyen una piscina de cierta forma fálica, conforman la que fue residencia de la pareja.
Llama la atención que una casa tan grande y enrevesada solo tenga una habitación, la de Gala y Dalí, enorme, de grandes ventanas y con camas separadas. Cuentan los guías que el matrimonio recibía muchas visitas, pero que, deseosos de conservar su intimidad, decidieron tener un solo dormitorio para evitar que los amigos se quedaran a dormir. De día todos; de noche, nadie.
La presencia de Dalí puso este pequeño poblado de la Costa Brava en el mapa del mundo. Podría decirse que la historia de Cadaqués se divide en antes de Dalí (AD) y después de Dalí (DD). Hoy, viendo la afluencia de turistas que llega al apartado lugar, da la sensación de que la era DD durará por siempre.