Si hoy estuviera en La Habana seguramente estaría en El Rincón, haciendo fotos y más fotos a los fieles y peregrinos que acuden cada año al Santuario de San Lázaro a pedir milagros, sobre todo salud para ellos y sus seres queridos.
Pero estoy lejos de mi isla y toca recordar las muchas veces he estado allí un 17 de diciembre o la víspera, siempre en busca de alguna foto con mayúsculas, que prefiero no decir si logré o no. Toca recordar también a los amigos con los que compartí, los colegas y familiares, en especial mi padre, hijo de San Lázaro, que ya no está conmigo y tal vez se haya reunido con el bueno de Babalú Ayé en algún rincón del universo.
Por si me lee algún no cubano aclaro que a San Lázaro, el milagroso, también se le conoce como Babalú Ayé, en los cultos afrocubanos. O simplemente se le llama, de forma coloquial y cariñosa El Viejo. San Lázaro es uno y todos a la vez, cada quien lo adora y le pide desde su religión, pero con la misma fe en que oirá sus plegarias y, casi seguramente, obrará el milagro salvador.
Porque nuestro San Lázaro, ese al que le llevamos velas y flores moradas, al que acudimos vestidos con áspera tela de sacos de yute, no es un santo inerte. Nuestro querido Babalú Ayé es un tipo que “trabaja”. Dudo que le alcance el año para complacer todos los pedidos que recibe cada 17 de diciembre, desde todos los rincones de la isla. Pero resuelve, complace a sus fieles, los salva de enfermedades y desgracias y cada año la gente vuelve a confiarle sus más difíciles cuitas en busca de su ayuda milagrosa.
Me gustaría teletransportarme ahora mismo hasta Boyeros, caminar hasta El Rincón a la par de los fieles que se arrastran con pesadas piedras o cadenas, los que caminan con sus niños en hombros, pidiendo la cura de alguna enfermedad de las jodidas o los que caminan de rodillas expiando sus pecados o dejando que la cera de las velas queme y martirice sus manos.
Y hacer fotos a diestra y siniestra a los desconocidos que caminan en masa crítica hasta el altar de San Lázaro, el católico. Hablar con la gente con esa confianza y relajo que solo se da, estoy segurísimo, entre nosotros los cubanos.
¿Qué pedirá la gente en este 2023? Los últimos han sido años muy duros para la isla querida. Devastadores. Supongo que este diciembre mis compatriotas estarán saturando a San Lázaro con pedidos tal vez imposibles de solventar desde su santidad.
Quiero pensar que muchos pedirán que el país se encarrile, que avance, que se acabe la eterna crisis en que vivimos y que parece prolongarse por los siglos de los siglos, que nuestros dirigentes miren más hacia dentro y que entre todos trabajemos por un país mejor, por una nación que nos sintamos orgullosos de legar a nuestros hijos.
Pero muchos pedirán irse. Lejos, que la vida es una sola y hay que vivirla. Pedirán visas que el viejo Babalú no podrá gestionar, visas difíciles de conseguir, imposibles en muchos casos.
Y eso entristece, que prefiramos marcharnos —a estas alturas me incluyo— a intentar reparar.
Solo puedo decir que a duras penas logré leer el artículo. Las lágrimas casi no me dejaron.