Predominan los rostros, sobre todo femeninos, pintados sobre paredes, muros o puertas. Pero hay de todo en Exarchia, el barrio anarquista de Atenas, famoso por sus grafitis de carácter mayoritariamente político.
En una ciudad famosa por ser cuna de la civilización helénica, una de las que más aportaron al desarrollo del pensamiento y la cultura, conviven suntuosos monumentos clásicos como la Acrópolis con edificios grises venidos a menos, sucios, muchos de ellos deshabitados y llenos de pintadas reivindicativas.
Aunque Atenas exhibe grafitis por toda su geografía, Exarchia es sin duda el barrio más colorido, rebelde y combativo de la ciudad. Bohemio y diverso, es el sitio preferido de estudiantes, artistas e intelectuales.
Exarchia acoge a anarquistas y gente humilde. También es hogar de inmigrantes, llegados fundamentalmente de África. Plural y diverso, este rincón de Atenas ha sido golpeado por las recientes y frecuentes crisis económicas.
En el lugar los vecinos se han unido para cambiar el entorno, y han generado un estilo de vida libre que ha convertido el barrio en uno de los lugares más visitados de la urbe.
Cuentan que la policía no entra en este recinto autónomo y peculiar; y que, cuando lo hace, suele haber verdaderas batallas campales con los residentes. No sé si será cierto, pero puedo dar fe de la tranquilidad que se respira en sus calles, que se han convertido en un espacio de libre expresión lleno de cafés, bares, tiendas de vinilos y otros objetos vintage, imprentas para reproducir pasquines y publicaciones; y grafitis, muchos grafitis.
En Exarchia hay pintadas muy diversas, pero priman los mensajes de izquierda, antifascistas y contra la globalización, el capitalismo y el imperialismo. Los hay a favor del feminismo o denunciando el racismo. El barrio atesora en sus paredes obras realizadas por artistas urbanos como el italiano Blu, el estadounidense Alex Martínez, el indonesio Wild Drawing o los griegos Aquiles, Simple G y Sonke.
El barrio anarquista de Atenas es también famoso por su comida; tradicional, auténtica y barata en comparación con el resto del país.
La mezcla de arte urbano, buena cocina y símbolo de la lucha social atrae al turismo. Exarchia está sufriendo un proceso de gentrificación. Su “mala fama” de barrio conflictivo se diluye ante el avance arrollador del fenómeno Airbnb. Cada vez más turistas quieren hospedarse aquí, disfrutar de los auténticos platos griegos, de los bares y la música. Y cada vez son más los propietarios de viviendas que se suman al rentable negocio.
Los precios de la vivienda, otrora bajos, van subiendo día a día en el barrio. Muchos vecinos se marchan, muchos turistas llegan.
Ojalá Exarchia no pierda su libertad, su esencia anarquista y contestataria, ni los miles de coloridos grafitis que la distinguen.