Si se habla de pueblos blancos la mayoría tiende a pensar en Grecia. Las islas de Santorini y Mykonos son famosas, además de su deslumbrante belleza, por haberse puesto de moda al ser sitio obligado para las sesiones de fotos de influencers de moda.
Pero España no se queda atrás. Andalucía, en el sur, tiene unos pueblos blancos que nada deben envidiar a las islas griegas. Hace poco tuve la suerte de hacer una ruta blanquecina por estos pueblos de mar y montaña. Curiosamente en los de mar anduve relajado y apenas si usé la cámara. Por alguna razón mi atención se centró en los de las alturas y esos fueron los que fotografié.
Tanto en los de costa como en los del monte se come “de puta madre”, como dicen por aquellos lares. Y para seguir con las españoladas, los pueblos costeros estaban “petaos” de gente, fundamentalmente “guiris”, enfocados en el turismo, mientras que los montañeses estaban “pelaos”. Si acaso había algún turista nacional, por lo que visitarlos resultó una experiencia más auténtica y relajante.
El más famoso tal vez, y de nuevo gracias a influencers y creadores de contenido, es Setenil de las Bodegas, en la provincia de Cádiz, un pueblo blanco como los demás, pero con la particularidad de tener dos calles, la del Sol y la de la Sombra, que usan la roca natural como techo y paredes de fondo de las viviendas que —no podría ser de otro modo— están pintadas de un blanco impoluto.
Medina Sidonia, Arcos de la Frontera, Zahara de la Sierra, Olvera y Setenil de las Bodegas, fueron los pueblos de las sierras andaluzas recorridos durante un par de días. Conectados por sinuosos caminos de montaña, en ellos ha quedado la huella de numerosas culturas que los habitaron a lo largo de los siglos. Íberos, romanos, visigodos y árabes vivieron en estas tierras, siendo sin duda alguna estos últimos los que más influyeron en la arquitectura y la idiosincrasia de la gente.
El andaluz es, por naturaleza, dicharachero, bromista, muy dado al canto, al baile y el buen vino. Son amantes de vestir bien. Van por la vida regalando su gracia y eso, sin duda, hace mejor la experiencia de viajar por estos pueblos encantados.
Solo algunas iglesias construidas de piedra y ladrillo escapan de la cal que blanquea todo en los pueblos blancos de Andalucía, regalando un tono ocre que contrasta muy bien con la impecable blancura del entorno y el intenso azul del cielo de montaña. Al toque de color contribuyen además algunos azulejos con la cerámica típica de la región y las macetas con flores que cuelgan de ventanas y balcones.
Los pueblos blancos del sur de España están de moda. Más los de mar que los de montaña. Muchos quieren su foto de fondo blanco para subir a Instagram y ya se promueven rutas turísticas por ellos. Ojalá la llegada masiva de visitantes no opaque la blancura, belleza y magia de estos enclaves centenarios.