Petanca, el deporte de los jubilados aragoneses

La petanca es considerada un juego de abuelos, que pocos jóvenes practican a nivel popular, de barrio, como afición. Por eso muchos lo consideran un deporte en vías de extinción.

A sus 91 años, Gonzalo Gonzalo madruga todos los días para ir al parque Delicias, en Zaragoza, donde se reúne con sus amigos del Club Petanca Terminillo para estar unas 3 horas lanzado bolas. Después de 73 años practicando este deporte, Gonzalo, a pesar de sus muchos años, parece no cansarse nunca y tampoco sus compañeros, todos ya en la tercera edad.

Gonzalo, jugando a la petanca

Y es que la petanca es considerada un juego de abuelos, que pocos jóvenes practican a nivel popular, de barrio, como afición. Por eso muchos lo consideran un deporte en vías de extinción.

 

Desde que llegué a España me llamó la atención este deporte desconocido en Cuba, pero muy popular aquí. Me han explicado sus reglas, he leído algo sobre el tema en internet, pero aún no lo entiendo del todo. El otro día mientras hacía fotos me invitaron a jugar, es muy posible que mi próxima visita a las pistas de petanca la haga sin cámaras para ver si pruebo suerte en este deporte. Todavía no tengo edad para ser miembro del Club, pero ya me han dicho que por las muchas canas que peino clasifico para jugar.

En las pistas del parque Delicias radica el Club Petanca Terminillo, todos sus miembros son mayores de 65 años. Siempre que paso solo veo abuelos jugando. A veces se les suma algún joven, para aprender de estos veteranos jugadores y, de paso, ser la excepción que confirma la regla.

La petanca es un deporte de poco movimiento, que se juega lento, relajado. Y no requiere mucha inversión, de ahí, me explican, que sea tan popular entre los abuelos. El jugador tiene que comprar sus bolas, un pack de 3 puede costar según mis amigos del parque entre 60 y 300 euros, aunque chismeando en Amazon lo he visto por 10 (seguro son copias chinas, me dicen). Lo cierto es que no resultan caras si se tiene en cuenta que pueden durar muchos años.

El terreno de juego tampoco es complicado, se compite en una pista rectangular de unos 16 x 4 metros, con suelo de arena y un pequeño borde para contener algún que otro lanzamiento violento. Lo otro es un paño para limpiar las bolas y un metro para decidir quién gana en caso de finales de infarto.

El juego, explicado a grandes rasgos, consiste en lanzar las bolas de metal (de unos 75 mm de diámetro y alrededor de 750 gr de peso) hacia un pequeño boliche que se lanza al otro extremo de la pista al iniciarse el juego. Gana el que haya logrado posicionar su bola más cerca del boliche, eso sí, se lanza en varios turnos y si un jugador tiene bien colocada su bola el contrario puede alejarla del triunfo sonándole un brutal bolazo.

Los lanzamientos siempre deben hacerse con los pies juntos, en tierra. En cada ronda se anota un punto y gana el atleta o equipo que primero llegue a los 13, y es que la petanca se puede jugar individual, por dupletas o tripletas.

De esto más o menos se trata este deporte que se practica mucho en Aragón, tanto que se habla de una “petanca aragonesa”, pero que viene de Francia (a donde lo trajeron hace mucho marinos y soldados romanos), allí según mis fuentes del parque Delicias es uno de los deportes más populares y cuenta con todo el apoyo del gobierno y con las condiciones idóneas para fomentarlo entre los jóvenes, algo que no ocurre en España.

“El futuro de la Petanca lo veo muy mal, mal no, fatal. Porque los jóvenes no están por la labor y son pocos, no hay una escuela de petanca, no hay ilusión,” me cuenta Juan Justo Francés, de 70 años y presidente del Club Petanca Terminillo, que lleva 63 años practicando este deporte y ha sido 4 veces campeón de España por equipos.

Pero a hombres como Gonzalo les interesa el presente, vivir, así que seguirá cada día yendo a jugar petanca con sus amigos, a tomar el sol, a bromear, que al final todo eso es salud. Y eso lo saben bien estos incansables abuelos. Aunque Justo Francés vea el futuro complicado: “Los que jugamos somos los más mayores y cada vez quedamos menos; la verdad que a la petanca la veo como los cangrejos, para atrás”.

 

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